jueves, 18 de enero de 2024

CARTA A MARIANA, CON PERSONAS

Querida Mariana: cada persona es el centro del universo, vos sos el centro del universo. Camino por la calle y veo a muchas personas; la que mira desde su ventana; el que hace arreglos en la florería; la que barre la banqueta; la que mueve una escobetita con hilos de papel para espantar moscas; el que lee; la que besa a su novio; el que habla por celular; el que saluda; el que come una paleta de chimbo, que compró en San Sebastián, con doña Estelita; las mamás que llevan a su niña en una carreola; los papás que impulsan a sus niños en columpios, las muchachas que van de la mano, de que son pareja. Decenas de personas en oficinas: el presidente, la secretaria, el tesorero, el diseñador. ¿Cuántos habitantes tiene Comitán? ¿Más de ciento veinte mil personas? Sí, eso dicen las estadísticas. Ya “semos” bastantes. La dinámica social se transforma día a día. Pienso en la historia de cada una de las personas con las que me topo. Ya te conté que en los últimos tiempos se me ha vuelto obsesión, porque veo a estas personas un instante, pero luego se van, desaparecen de mi vista. Sé que cada una de ellas tiene una vida. Decenas de preguntas asoman, desde trascendentes hasta bobas (característica de Molinari). Una vez te conté que, estando en Puebla, descubrí qué me unía a Comitán, en comparación con los demás pueblos del mundo: el conocimiento del interior de muchas casas. Es algo lógico, si he vivido en Comitán desde pequeño he tenido acceso a muchas casas, en algunas de manera más íntima y en la mayoría en forma general. Hay casas donde he conocido incluso recámaras, no hablo de intimidades sexuales, hablo de intimidades sociales. Hubo un tiempo donde iba a casas de los amigos de infancia y adolescencia y estuve en espacios donde sólo los más cercanos tenían acceso. Vos no dejás que medio mundo entre y conozca tu recámara, pero muchos de tus afectos sí han estado ahí. Este conocimiento me ha permitido vivir en forma intensa, porque he estado en sitios privilegiados. Cuando estuve en Puebla, por mi trabajo periodístico estuve en espacios vedados para la mayoría de habitantes, por ejemplo, estuve en la oficina particular del presidente municipal, estuve en casas de diputados y senadores. Todo esto siempre llama mi atención. En ocasiones, en casa de amigos comitecos veía álbumes de fotos, práctica que me encanta, que me llena de imágenes geniales. Me fascina el mundo. Pienso que no tengo necesidad de conocerlo todo, con un acercamiento a las calles del pueblo, a las casas y, sobre todo, a las historias de vida de su gente tendría para echar hacia arriba. Todo se reduce a entender la vida a través de las personas, es la gente lo que sintetiza el sentido de la vida. De nada sirve el objeto, el paisaje, la nube, el río, el pájaro, la piedra, la computadora, si la persona no los habita. Todo chunche tiene razón de ser en la medida que le sirve al hombre. Cuando viajo, de vez en vez, veo a la distancia las imágenes de chozas donde hay gallinas y ovejas pastando, me emociono cuando en la puerta de la casa veo un niño panzudito que se asoma y luego la mamá que lo alza y lo lleva de nuevo hacia adentro. Ahí hay vida, ahí está la justificación del porqué asoma un hilo de humo en la chimenea y se evapora en el azul del cielo. Se me ha vuelto obsesión. Me seduce la imagen de los seres humanos, de los viejos, de las niñas, de las chicas que llevan libretas abrazadas a sus pechos; me emociona, me apasiona. Trato de imaginar la vida que ellos ocultan, lo que no veo en esa ventana instantánea. ¿Cómo duerme esa chica que ahora pasa frente a mí? ¿Cuál es el ritual que hace cuando se baña? ¿En qué lugar se hizo ese tatuaje que corre por su cuello? ¿Le gusta que su amado le bese el cuello, que se lo lama? ¿Cuándo tuvo su primera relación sexual? (dije que hago preguntas bobas, me las hago a mí y no puedo responder, porque todo cabe en el terreno de la especulación). Me encantaría saber de voz propia todo lo que ha modelado su vida. ¿Para qué? Sólo para identificar que la luna tiene razón de ser y de estar en el cielo. Posdata: camino por el pueblo y tengo mucho cuidado al hacerlo sobre las banquetas llenas de lajas resbalosas, pero me detengo por ratos, para no caer, y para ver lo que sucede a mi alrededor, más que las puertas, los balcones, los techos, las fachadas, lo importante es el chico que camina, que escucha música con audífonos, que se dirige con prisa quién sabe a qué lugar. ¡Tzatz Comitán!