sábado, 6 de enero de 2024

CARTA A MARIANA, CON CONFETI

Querida Mariana: confeti, mucho confeti. El confeti aparece en los actos más fastuosos, en los festejos. Es una lluvia de colores que no moja, que alimenta el espíritu. Ricardo se merece lluvia de confeti; Ricardo Corazón de León, de león de La Pila, de león que recuerda el origen de Comitán. Lluvia de confeti para Ricardo Corazón de León de La Pila, para un Ricardo bien comiteco. Un pajarito (sin albur) me dijo que a mi amigo Ricardo de Jesús Aguilar Gómez le ofrecerán un homenaje, por todo lo que es, por todo lo que ha dado. Rica (así le decimos sus amigos) es mucho, ha dado mucho, es un fruto hermoso de nuestro enormísimo árbol. En ese reconocimiento hay un homenaje implícito a todos los comitecos de bien, de los que aportan abono a nuestras raíces. Rica es un cositía que, entre sus muchas virtudes, tiene el don de contar anécdotas con los ingredientes infaltables: la simpatía; la picardía; los diversos caminos que, al final, conducen a la meta. Ah, cuántos brillantes contadores de anécdotas existen en nuestro pueblo, cada uno de ellos tiene un estilo propio. Rica tiene un estilo inconfundible, estilo que sus amigos y conocidos admiramos y disfrutamos. Cuando me topo con él, en la calle, en casa de algún amigo, en un espacio público, disfruto su plática comiteca, llena de modismos, de cultura, de su modo de ser, modo que atrapa la libertad sólo para darle más alas y echarla al vuelo. Rica siempre anda (como Julio Cortázar decía) en mangas de camisa, lejos está de las solemnidades. Claro, como todo ser humano tiene la maña de apropiarse del micrófono y luego cuesta quitárselo. Sabe que su plática es divertida, la risa de su audiencia es como una recarga para su batería. A veces se pasa, pero al final, los instantes compartidos son de antología. De antología ha sido su vida, por eso (entiendo) ahora le brindarán un reconocimiento a lo que ha dado (que es mucho). Porque su río no sólo ha mojado las orillas cercanas. Su trabajo periodístico permite que los círculos concéntricos se amplíen, que tengan eco. A mí me encantan los personajes que se muestran como son, con sus defectos y sus gracias. Rica es un hombre gracioso, lo que indica que la naturaleza lo dotó de muchas gracias, una de éstas es la gran memoria que posee. Quienes lo conocen saben que tiene una gran pasión: el deporte, sobre todo el fútbol soccer. Esta pasión lo ha acompañado desde niño. Rica es como un gran árbol, al que llegan cientos de pájaros cuando el sol se oculta. La fronda de Rica se llena del argüende de tantas aves, escucha el incesante parloteo y, como si fueran viejas y viejos chismosos, pepena historias, pepena alas para su vuelo. Su memoria lo ha ubicado como uno de los más excelsos cronistas del deporte comiteco. Su atenta mirada recoge el mínimo detalle, el más sublime acto. Sus crónicas han formado una página excelsa de la historia. Será difícil que alguien logre hacerle sombra; más difícil que alguien tenga la facilidad para contar lo que cuenta como lo cuenta. Él ha pisado (sin albur) diversos campos deportivos, desde la cancha con pasto recortado, hasta la cancha de tierra, sin olvidar las retas que jugaba en la calle, donde bastaban dos piedras para señalar la portería. Nunca he entendido cómo los niños lograban determinar la altura de la portería sin tener la guía de un travesaño físico. La invisibilidad del travesaño hace que los niños peleen: ¡fue gol!, dicen los del equipo contrario. No hay VAR que dé constancia del hecho. En el fútbol, como en la vida, todo transcurre con gran velocidad, todo es vertiginoso. Si no queda una fotografía que testimonie el instante, éste se pierde. Por eso, la voz de Rica es como el VAR al que acudimos para ver si fue gol o no el tiro que pasa por encima del portero, que lo sobrepasa, sin tener idea de la altura de la portería, de la vida. Rica ha sido un gran maestro. Tuve el privilegio de toparme con él en muchas ocasiones en los pasillos de nuestro Colegio Mariano N. Ruiz. Su maestría, ya lo dije, no se limita al aula, va más allá. Su forma de narrar es como una lección. Quienes nos dedicamos a escribir sabemos que una cosa es hablar y otra escribir. La escritura exige el conocimiento de reglas de redacción. Todo mundo habla y habla como quiere. El habla no tiene el corsé que sí tiene la escritura. Nunca hallarás que alguien sancione una buena plática, todo mundo habla como quiere y como puede. La plática se disfruta como llega, puede ser como agua estancada o como una brutal cascada. En cambio, la escritura exige pulcritud y el adecuado uso de signos ortográficos. Rica escribe como habla, es uno de los pocos escritores de Chiapas que se atreven a tanto, pero como él posee el conocimiento mínimo de las reglas ortográficas se lee con agrado. Si hubiese una exigencia para definir su escritura podría decirse que sus textos son sabrosos, como si fuesen los riquísimos guisos que preparaba su mamá, Doña Lupita, en el restaurante de ese nombre, que estaba al lado del Cine Montebello, en los años setenta, lugar que era uno de los favoritos de mi palomilla. Los domingos teníamos como costumbre comer ahí, con su correspondiente acompañamiento de cerveza, y luego íbamos al cine. Hubo una vez que nos excedimos en el consumo de las chelas y Saborío nos prohibió la entrada al cine. No entendíamos que, para anotar gol en la vida, es preferible el tiro a ras de piso, todo aquello que vuela motiva discusión porque no se sabe bien a bien en dónde está el travesaño de la portería, de la portería que tiene dos piedras para delimitarla. Rica escribe como habla y él habla con mucha libertad, con mucha gracia, así pues, él escribe con libertad y sus textos son muy graciosos. Eso se le admira, eso es parte del reconocimiento. A sus lectores nos ha dado textos simpáticos, que jamás tienen corbata, que no se trepan en lo alto de la montaña. Rica siempre va a ras de piso, con el balón al lado de su pie. Durante su vida ha anotado muchos goles, goles que, en ocasiones, han definido partidos. Hablo de la vida, por supuesto. Voy a decir una bobera: los textos de Rica son como pláticas de cantina. Las cantinas son los espacios más libertarios, los que permiten la sana convivencia. Hay instantes donde la plática tiene mucha semejanza con el ambiente que se vive en un estadio de fútbol, porque la pasión no se controla. A veces, los fanatismos sobrepasan la razón y, como si alguien preguntara: ¿qué me ves?, la palabra cede su terreno a los golpes. En las cantinas, como en los estadios, hay ocasiones que la plática se vuelve batalla campal. Lo de campal refiere al campo. Los textos de Rica se leen como pláticas amistosas, cordiales, simpáticas, albureras, pero hay momentos donde la pasión se inflama y el color blanco toma un color rojo, un color violento, fanático. Por eso digo que sus textos están llenos de vida, llenos de deslumbres, de alegría, de encabronamientos. Rica siempre termina sus textos con Cinco Palabras. Esta despedida ya se hizo icónica, es parte de su personalidad. Posdata: Digamos frases con cinco palabras en reconocimiento a Rica: • Salve Ricardo Corazón de León, • salva para tu pasión futbolera, • para tu pasión de vida, • para la gloria de Comitán, • porque tus textos son nubes, • y tus nubes llueven vida. • Abrazos y lluvia de confeti, • Ricardo de Jesús Aguilar Gómez. ¡Tzatz Comitán!