viernes, 25 de diciembre de 2009

AL QUE MADRUGA...LE LLUEVE


Mis afectos me critican. El veinticinco de diciembre y el uno de enero me levanto a la misma hora de siempre (5 de la mañana). "¿Cómo es posible que estés levantado a la hora que todo mundo duerme?", me dicen.
No es cierto que "todo mundo" duerma. Los fiesteros no saben que más de la mitad del mundo está despierta a esa hora en estos días. Los fiesteros no lo saben porque la pachanga tiene ese ingrediente fundamental que hace olvidar al mundo exterior.
Basta decir que el 25 una caterva de niños ya le anda por ir a ver los regalos que dejó el "viejito de la noche buena". A esta hora (5:53) ya muchos chiquitíos están abriendo los regalos. ¿Qué reciben los niños de hoy? Imagino que celulares y videojuegos. Los niños de mi tiempo eran felices con pistolas y cuchillos de plástico con los que jugaban a los apaches; eran felices con una pelota con la que soñaban ser como Pelé o como "El Cuate Calderón"; eran felices con un carrito de plástico o con un juego de muñecos verdes y grises que eran soldados de algún ejército indescifrable. Por desgracia, los juegos de siempre han tenido que ver con la guerra y la violencia. Pocos niños han jugado con nubes y con castillos al aire. A la mayoría le encanta jugar a vencer al otro. Por esto, cuando los niños crecen se dedican a joder al prójimo con toda pasión. Todo como si fuera un juego infantil.
Me levanto a la hora en que la mitad de los fiesteros sigue en el festejo; a la hora en que miles y miles de hombres y mujeres ya se levantaron para continuar con la rutina del trabajo. Digo, alguien tiene que manejar el taxi al que se suben "los bolos"; alguien tiene que estar al pendiente de que tengamos luz en las casas, cablevisión en la televisión e Internet en la computadora; alguien tiene que estar de guardia en el hospital a donde va a dar el compa que se quebró la cabeza en un accidente vehicular.
Alguien tiene que actualizar los blogs porque hay otro alguien que, muy temprano, se levantó y prendió la computadora.
¿Las calles están vacías? Bueno, lo están en la medida que algunos caminantes lo permiten. Ahora mismo escucho un automovilista que quema llantas a dos o tres cuadras de la casa y escucho el rumor de los pasos menudos de una mujer que ya se enfila al mercado o al templo.
Miles y miles de espíritus están alertas ya a estas horas.
Mis amigos, que son muy fiesteros, creen que todo es tiempo de fiesta, pero ¡no es así!
Hay millones de personas en el mundo que no celebran la navidad. Millones de personas tienen una religión distinta a la católica. Estos millones están despreocupados del nacimiento de Jesús.
Hace rato leí que miles de filipinos fueron obligados a salir de sus casas por el temor de una erupción volcánica. Ahora mismo están en un albergue. ¿Cuántos de ellos siguen durmiendo ahora? ¿Cuántos ya están despiertos?
Acá en casa "La Tasha" duerme sobre el sofá, pero "El Misha" ya salió al patio a ver qué de novedoso trajo la mañana. Yo, igual que el gato, ya ando husmeando el mundo.
¡Feliz navidad a todos los visitantes de este cuaderno de apuntes!