domingo, 31 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

Querida Mariana: en muchas ocasiones he escuchado que algún amigo dice: “Estoy con sentimientos encontrados”; es decir, está con sentimientos opuestos. Acá lo encontrado no significa hallado, sino que no hay capacidad para decir con claridad qué está sintiendo. Con respecto al tema, te paso una cita de Rosario Castellanos: “Los sentimientos no son algo dado por la naturaleza, sino creado por la cultura”. A veces da la impresión que los lectores de la obra de Rosario olvidamos que, por encima o debajo de toda su literatura hay una filósofa. Ella tuvo, desde su niñez, una vocación de escritora bien definida. Siendo adolescente, en Comitán, escribía poemas. A temprana edad recibió el agua bendita de la publicación en periódicos, pero cuando decidió por una profesión universitaria, no se inscribió para estudiar letras sino para estudiar filosofía, carrera donde, en 1950, obtuvo la Maestría. Ella, acostumbrada a reflexionar acerca de temas que son la materia prima de los filósofos del mundo, en todos los tiempos, incorporó esas dudas y certezas en sus textos poéticos y narrativos. Si está considerada una de las grandes escritoras de lengua hispana, del siglo XX, es porque sus textos están llenos de esas piedritas filosóficas. Ejemplo mínimo de su riqueza intelectual es la cita que copié: “Los sentimientos no son algo dado por la naturaleza sino creado por la cultura”. ¿La desmenuzamos tantito? En Comitán somos expertos en sentimientos, porque en múltiples ocasiones, en lugar de decir: “yo pienso”, decimos “yo siento”; es decir, nuestro pensamiento está supeditado a nuestro sentimiento. Sin ser filósofos, todos sabemos que el concepto de sentimiento está ligado al sentir. Todo lo que está vivo en la naturaleza ¡siente! Sienten las personas, los animales, los árboles, las plantas. Las piedras no sienten, porque están inertes, pero la tierra siente. Eso lo saben muy bien los agricultores, es un conocimiento aprendido desde tiempos remotísimos. ¿Siente el agua? La piedra no siente. Si alguien hace un hueco en una piedra, ésta no resiente el cambio; cuando comienza la cohetería en honor a San Caralampio, los chuchitos sí resienten esos brutales sonidos. Resienten, sienten de más. Las piedras no sienten, los animalitos no sólo sienten, sino que resienten. Lo que los animales no pueden hacer es trasladar a palabras sus sentimientos; es decir, expresar en forma articulada lo que sienten. Los sentimientos sólo pueden ser expresados por los humanos, en forma oral o escrita. Los perritos lloran, sólo las personas podemos expresar el motivo de nuestro llanto. Entonces, Rosario tiene razón en parte: los sentimientos son un proceso cultural; pero por otro lado no tiene razón, porque el sentimiento primario no fue aprendido fue ¡sentido! Si un niño hindú se pincha un dedo reaccionará igual que un pichito comiteco. A partir de ese sentimiento natural, aparece el proceso cultural. Tal vez el papá comiteco le diga al niño que no debe llorar, porque los hombres no lloran; y el papá hindú felicite a su hijo y le enseñe a dormir en cama de clavos para que llegue a ser un gran faquir. Los seres humanos son los únicos que expresan sus sentimientos a través de palabras, de acuerdo con el entorno cultural, así será la respuesta. Las personas sentimos dolor, alegría, emoción, terror, nostalgia y amor. Rosario tiene razón y no. Sentir algo es un don natural; la forma de expresar ese sentir sí es un proceso cultural. Posdata: pucha. La Rosario vendría a quemarme en leña verde. Diría: ¡muchachito bobo! A mí me llevó más de ocho años de estudio en la facultad llegar a esta conclusión. Nada diría yo, sonreiría al pensar que la gran Rosario me llamaría ¡muchachito bobo! Primero por lo de muchachito, y segundo por lo de bobo, porque bobo es alguien que es tonto o ingenuo, y tonto no soy, ingenuo sí, pero la ingenuidad extrema es aceptar todo sin chistar y yo, chisto de vez en vez. ¡Ah, qué chiste tan poco chistoso!

sábado, 30 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN MERECIDO HOMENAJE

Querida Mariana: conocí a doña Lolita Albores, la recordada cronista de Comitán. Fue mi privilegio. Todas las personas que conocimos a doña Lolita fuimos privilegiados. La semana pasada hubo una noticia agradable: un grupo de ciudadanos hará un homenaje a doña Lolita. Ella murió el 6 de enero de 2006. Amigos y familiares harán un altar en su memoria, en este Día de Muertos. Lo que desea el grupo de ciudadanos que impulsan el homenaje es que el altar principal del próximo año se realice en el lugar donde esté su estatua. Porque la iniciativa es que se inaugure una escultura dedicada a ella, que ya diseña Luis Aguilar Castañeda, el gran escultor comiteco. Doña Lolita, gracias a todos los dones que la naturaleza le prodigó es apreciada. La gracia suprema es que esos dones los usó para beneficio de la sociedad. El grupo que organiza este merecido reconocimiento dio a conocer la iniciativa a través de un video en redes sociales, ahí leímos que la sociedad comiteca recuerda con cariño su labor como “enfermera, partera, trabajadora social, declamadora, escritora, poeta, animadora de fiestas y eventos culturales, cronista municipal y, por último, cronista vitalicia de nuestra ciudad”. ¿Todo esto hizo doña Lolita? Todo esto y más, mucho más. Es cierto lo que dice el grupo “Imágenes históricas, leyendas y personajes de Comitán”, muchas, pero muchas personas en Comitán, recuerdan con agrado la presencia de doña Lolita. Claro, hay dos o tres personas que no la toleraban. Como cualquier ser humano, no fue monedita de oro. Pero la mayoría de la población sí reconoce las gracias de doña Lolita. Fue enfermera, partera y trabajadora social; es decir, atendió a seres humanos que necesitaban alivio y ella lo hizo con generosidad. Su carácter, siempre afable, le permitió extender lazos de simpatía entre los necesitados. Muchas personas que nacieron gracias a sus atenciones le decían abuelita, reconociendo que su mano había ayudado en el embarazo de la madre y en el momento del parto. Este continuo contacto con la gente le permitió conocer mucho de la cultura de la región. Ella, poseedora de una memoria suprema, pepenó frases, diálogos, palabras, situaciones, leyendas, chistes y anécdotas, que luego prodigó con la sociedad. Fue una mujer con un canasto en el brazo que levantó nubes del cielo comiteco y luego las hizo llover sobre todos los del entorno, lo hizo con una gracia especial, sin soberbia, de forma natural. Ella sembró alegría por la vida, por eso, la vida le retribuye cariño. El grupo reconoce su labor como declamadora, escritora y poeta. También en estas veredas caminó con la cabeza levantada. Su obra poética no alcanzó altos registros literarios, pero sí son recordados como textos sencillos, sin mayor pretensión. Doña Lolita fue fiel a su manera de ser, sus textos tienen mucho de su personalidad y su personalidad tenía mucho del carácter comiteco, ella fue una pepenadora de los rasgos más importantes de la cultura de Comitán. Hay comitecos que ven desde su altura de ladrillo la cultura comiteca y la minimizan, comenzando con el lenguaje. ¿Hablar de vos? ¡Ish!, dicen; ellos hablan de tú, como hablan los del centro del país. Comen pan compuesto y salvadillo con temperante, pero si están con amigos del centro del país prefieren comer hamburguesas y pastelitos Gansito. Doña Lolita poseyó la cultura de Comitán en sus manos. No tuvo complejo en sentirse orgullosa de la herencia que recibió de sus mayores, fue una gran continuadora de la tradición. Nos enseñó a querer a Comitán, nos enseñó a querer lo nuestro, nos enseñó a querernos, a respetarnos. El grupo la reconoce como gran animadora de fiestas y eventos culturales. Ese es un don, don que poseen muchas personas de este bendito pueblo. ¡Sí! Uno de los rasgos esenciales de los comitecos es la alegría por la vida. Doña Lolita, como muchos personajes de Comitán, poseía la gracia de contar chistes y anécdotas con una singular personalidad. Vos y yo conocemos a personas que tienen la chispa de mirar el lado positivo de la vida, cuando cuentan una anécdota simpática siempre la acompañan con una carcajada de guajolote, quienes están al lado de estas personas agradecen la bendición de estar al lado de quienes tienen rostro de lago de agua limpia y no al lado de quienes tienen rostro de charco con agua empantanada. Es feo, horrible, que, en un guateque, te toque estar sentado al lado de caras de funeral. Doña Lolita siempre fue un sol, una gran animadora de las tertulias, cuando se escuchaba el sonido de sus muletas el espacio se iluminaba y todos los amigos buscaban estar a su lado, para disfrutar la esencia del pueblo, contada en forma inigualable. Fue gran declamadora, fue el mojol cultural. Muchas niñas acudieron a sus clases y recibieron la estafeta de la declamación. No hubo concurso de declamación donde ella no estuviera presidiendo el jurado. Había estudiado declamación en la Ciudad de México, no era una improvisada. Y, por último, fue la primera mujer cronista del estado de Chiapas, cronista vitalicia de nuestra ciudad, encargo que realizó con gran compromiso y entrega. A través de sus crónicas describió el Comitán de los años veinte hasta fines del siglo XX. ¿Mirás lo que digo? Ochenta años de la vida cotidiana y sensacional de nuestro pueblo quedaron consignados a través de su mirada especial. Hoy, más que nunca, decimos que la crónica de este pueblo la hacemos entre todos. Los muchachos que hoy toman fotografías con sus celulares están haciendo un registro de este tiempo. Hoy, por fortuna, tenemos un gran espejo donde nos vemos y donde podrán reconocerse los comitecos de generaciones futuras. Pero, por supuesto, hay miradas especiales, la de doña Lolita fue una mirada única. Así pues, la iniciativa de honrar su memoria mediante una escultura que se colocará en el atrio del templo de El Calvario es una noticia sensacional. El escultor ya avanzó con el diseño. De hecho ya lo tiene terminado. ¿Qué falta? Algo sencillo, pero esencial: paga para financiar el proyecto. ¿Cómo se logran concretar estas iniciativas de la sociedad? Con la participación de todos. Los mayores cuentan que para construir el maravilloso templo de San José, la comisión encargada solicitó la ayuda de la población católica, la respuesta fue sensacional, se vio a cientos de personas llegar al lugar donde ahora se levanta el templo llevando una teja, un ladrillo, una bolsa de cemento, un bultito de arena; quienes tenían más paga donaron los hermosos vitrales y bancas para sentarse. Las grandes obras se consiguen con la ayuda de todos. Ahora, el grupo que lanzó la iniciativa de honrar a doña Lolita Albores solicita, asimismo, la colaboración del pueblo, de todos los que siguen reconociendo la obra de doña Lolita. Hay que abrir la cartera y mandar una paguita para contribuir con esta noble iniciativa. Basta que los miles de personas que recibieron el privilegio de estar cerca de doña Lolita se pregunten: ¿le debo agradecimiento? ¿La escuché declamar y me emocionó? ¿Sus chistes y anécdotas me hicieron sonreír? Al escuchar alguno de sus discos pícaros ¿he reconocido que ahí hay mucho de mi pueblo? ¿Atendió a mi mamá en su parto? ¿Llegó hasta mi comunidad y me vacunó con pericia y buen tacto? ¿Conozco más de mi pueblo, gracias a sus crónicas? Si doña Lolita extendió su mano generosa, entonces ahora es momento de honrar su memoria. Como nuestros ancestros lo hicieron al construir el hermoso templo de San José, los comitecos nobles de hoy debemos abrir el monedero y dar hasta donde alcance la cuerda del corazón. ¿Cómo hacer la aportación económica? El grupo Imágenes históricas, leyendas y personajes de Comitán escribió lo siguiente: “Para la procuración de los fondos hacemos una invitación a los miembros del grupo y a los ciudadanos en general a cooperar económicamente y sumarse a este homenaje y reconocimiento a uno de los más grandes personajes de nuestro pueblo mágico. Tu aportación es muy importante. Juntos podemos lograrlo. Gracias. Tel 444 629 2043 Número tarjeta BBVA: 4152 3135 9331 6891”. Posdata: dicen por ahí los clásicos que honrar honra. Cuando honramos a uno de los personajes de nuestro pueblo honramos a Comitán, ciudad que merece toda la honra del mundo. Aportaré una paguita a esta iniciativa. Me encantan las propuestas que nacen del corazón, que son nobles y que se hacen para honrar la memoria de quienes entregaron sus dones al servicio de la comunidad. Que viva doña Lolita Albores, por siempre, para siempre.

viernes, 29 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON BARCOS QUE NO LLEGARON A PUERTO

Querida Mariana: la abuela Shlomit murió hace años. Ella fue abuela del escritor Amós Oz. Por fortuna ya no vivió esta pandemia. Habría sufrido mucho. Ella, cuando, en 1933, llegó a Jerusalén vio lo que le rodeaba y dijo: “El Levante está lleno de microbios”. Esto lo cuenta Amós en un libro prodigioso: “Una historia de amor y oscuridad”, que es una autobiografía, escrita con talento y pasión. En la portada (edición Siruela) aparece una fotografía en blanco y negro; ahí está el niño Amós acompañado de sus papás. Amós, niño bello, tiene ojos claros, canicas de ámbar; flequillo; orejas grandes y labios tan perfectos que parecen modelados por Miguel Ángel. En el momento de la fotografía él no sabe que, de grande, será el soberbio escritor que es; su abuela Shlomit tampoco lo sabe; ella sólo sabe lo que vive: el terror que le provocan todos los microbios. Mientras millones de personas en el mundo ignoran ese aterrador mundo microscópico y comen tacos en la calle y beben agua de charcos; hay personas que se obsesionan por ese peligro latente. Qué bueno que la abuela Shlomit no vivió estos tiempos de virus letal. Habría vivido con indecible pavor. Se habría muerto de terror. Porque ella no habría sido del grupo de personas que, en octubre de 2021, acude a los estadios para ver un encuentro de fútbol soccer y se quita el cubrebocas a la hora que bebe agua y grita desaforadamente cuando el árbitro marca una falta inexistente o grita cuando el delantero de su equipo favorito se tira de palomita e impacta el balón con su frente y lo coloca donde “las arañas tejen sus redes”. ¡Gol, gol, gol!, grita la multitud y millones de gotas de salivas con millones de bichos salen de las bocas de miles de aficionados. ¡No! La abuela Shlomit fue del grupo de quienes saben que el mundo está lleno de microbios. Qué bueno que ella no vivió este tiempo. Desde el balcón de su casa, con cubrebocas, careta y gel en la mano, habría gritado: “¡El Levante está cubierto de virus!” Conocí a dos personas que se adelantaron en medidas sanitarias en los años ochenta, que pronosticaban lo que viviríamos, ellos fueron integrantes del Club de la Abuela Shlomit; una de ellas lavaba las llaves en forma frecuente; la otra, siempre llevaba un frasquito con alcohol, que usaba para echarse en las manos después de saludar a alguien. Ellos, igual que la abuela, sabían que en Levante, y en todo el mundo, proliferan millones de microbios. El niño Amós, cuando quedaba a dormir en casa de la abuela, era sometido a un baño que bien podríamos llamar proceso de desinfección al extremo. La abuela colocaba una solución antiséptica en la bañera; restregaba la espalda del nieto con un estropajo, hasta dejar la piel roja. El niño escuchaba una y otra vez la explicación de la abuela, quien, adelantada a su tiempo, sabía que al dormir, los cuerpos humanos expulsan restos de células muertas y en ellos se reproducen microbios y bacilos. ¿Has oído de los millones de ácaros que juegan en nuestras almohadas de todas las noches? La abuela, cuenta el nieto, decía que todas las noches, los bichos microscópicos andaban por los cuerpos y ellos eran causantes de muchas enfermedades. Los tiempos actuales no se conformaron con los millones de microbios, ¡no!, tiempos cabrones nos obsequiaron, ¡pucha!, un mojol brutal: un virus. La palabra virus quiebra el cristal de la tranquilidad, es una piedra que expande ondas en el lago transparente del espíritu. Gracias a Dios, la abuela Shlomit ya no vivió este horror pandémico. No sabría cómo evitar que su nieto se contagiara. Ahora lamentaría muchísimo que el mundo hubiera perdido el genio literario de Amós. El mundo lamenta la pérdida de tanta gente hermosa, en todo Chiapas y en Comitán, este virus se ha llevado gente de gran valía. Posdata: la abuela tenía razón, la gente contamina los barandales, el dinero, los picaportes de las puertas; la gente estornuda a lo bestia, escupe en la calle, defeca en los solares. La gente desconoce lo que muy bien sabía la abuela de Amós: el Levante está lleno de microbios; y en estos tiempos, respetada señora ya difunta, abuela de Amós, el mundo está lleno de un virus maligno, que jode tanto como lo hicieron sus pinches primos en las anteriores epidemias que el mundo sufrió.

jueves, 28 de octubre de 2021

CON LUZ INFINITA

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son actrices en obras de teatro, y mujeres que son el escenario. La mujer escenario está acostumbrada a los reflectores, pero la penumbra no le es ajena; es decir, es una mujer que sintetiza la vida. Se sabe que la vida es un péndulo que toca la luz y, segundos después, toca la oscuridad. Los sabios dicen que el secreto de la vida es hacer trampa con el péndulo, colocarle un alambrito que impida que llegue a la zona oscura y se regrese en el atardecer del instante para estar siempre en zona iluminada. Trampitas recomiendan los sabios, pero la mujer escenario no necesita de artilugios, su esencia natural permite que su halo siempre tenga brillos. La mujer escenario también está dividida en dos clases: la que busca ser el principal motivo de la vida; y la que sin buscarlo vive en la zona donde la luz es esencia permanente e infinita. Ejemplos de la primera clase son Lucía Méndez, La Chica Dorada, Shakira y todas las actrices de telenovelas; aunque no hayan nacido con el don de la iluminación se van colando hasta llegar a peldaños donde pasaron Thalía y Salma Hayek; ejemplos de la segunda clase son todas aquellas que nunca soñaron con pasarelas, pero su obra es tan llena de destellos que el mundo las reconoce y, de igual manera que las primeras, se convierten en ejemplos de vida y muchas niñas sueñan ser como ellas. Ahí están Marie Curie, Rosario Castellanos, Elena Garro, Cristina Rivera Garza, Elena Poniatowska, Josefina García y Sor Juana Inés de La Cruz. ¿Sor Juana? ¿La Curie? Pero, cualquiera diría que ellas permanecieron encerradas en el claustro o en el laboratorio. Como ellas, existen millones de mujeres que realizan actividades, en apariencia, alejadas de los reflectores, sin embargo, llega un instante donde el mundo voltea a verlas y, por la luz que emana de ellas, se convierten en punto principal, en camellón donde las olas del mar se inclinan ante ellas, con la misma rotundez y sensualidad de la postración de la palmera. La mujer escenario es del Club de la nube prodigiosa: el hombre debe elevar la mirada para verla; en ello radica su grandeza, siempre está en la altura y da lecciones de vida, le dice al hombre que nunca camine con la vista gacha, que siempre levante la mirada, que no se quede en la medianía del horizonte, que, como dicen los clásicos, siempre apunte en lo más alto. No anda con altavoz gritando sus logros, le basta sonreír para dejar que el mundo reconozca la mirada sublime que posee. Basta leer una biografía de ellas, las mujeres escenario, para descubrir la arena que forma sus veredas. Ahí está, como ejemplo, Valentina Tereshkova, cosmonauta soviética, quien fue la primera mujer en el mundo que viajó al espacio. Ella, en ese instante (1963), fue la mujer que estuvo más cerca del reflector más intenso de nuestra galaxia: el sol. Ella, dice el libro de Historia, tuvo un nombre clave: Chaika, que, en ruso, significa gaviota. ¡Sí! La mujer escenario tiene los pies en la tierra, en un auditorio, pero su mente y espíritu vuelan como gaviotas, porque son hijas del aire y nietas del viento. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como una blusa rasgada, y mujeres que no usan blusa ni sostén.

miércoles, 27 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON LIBROS Y LECTORES

Querida Mariana: mirá qué prodigio. Es la credencial que expedía la Biblioteca Central, de la UNAM. ¿Cómo decir la emoción que me causó ver este documento? Tuve, en algún momento una credencial similar. De las primeras encomiendas que hice en la UNAM fue ir a la Biblioteca Central y obtener mi credencial, documento que me permitió estar en contacto con cientos de libros. Juan Carlos y yo llegamos a la gran ciudad desde Comitán. En los años setenta, Comitán apenas tenía una biblioteca pública muy pishcul, con poco acervo. Al llegar al entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, nuestro panorama intelectual tuvo una gran ventana. Decenas de bibliotecas estuvieron a nuestra disposición. Lo mismo sucedió con el cine. En Comitán veíamos las cintas que exhibían en el Cine Montebello y en el Cine Comitán. No existía una posibilidad de elección. En la gran ciudad hallamos decenas de salas cinematográficas y revisábamos la cartelera en los periódicos (lo hacía en el Esto, periódico deportivo, porque ahí Tomás Pérez Turrent, escribía sus críticas cinematográficas), pero no sólo estaban las salas comerciales, ¡no!, en la UNAM presentaban ciclos de cine de arte en los auditorios de las diversas facultades. La vida cultural se abrió como si fuera un mar infinito. Por supuesto que mi credencial de la biblioteca no la tengo. Juan Carlos, aparte de muchos otros dones, posee el don de conservar documentos personales e institucionales que dan cuenta de sus pasos por la vida. Soy un desordenado. Admiro a las personas que tienen conciencia de la historia y conservan documentos que nos ayudan a conformarla. ¿Cómo completás el rompecabezas si faltan piezas? La historia queda trunca cuando no hay manera de completar las panorámicas. La vida nos demuestra que somos un Todo orgánico, cada pieza es fundamental para completar el organismo social. Cuando Juan Carlos comparte sus testimonios en redes sociales nos ayuda a entendernos también. Te conté el otro día que leí el volumen 3 de los libros que reúnen los ensayos que Rosario Castellanos publicó en el periódico Excélsior. Ese volumen contiene los ensayos del periodo 1971 – 1974, lapso donde Rosario estuvo como embajadora de México en Israel. Gracias a esos ensayos podemos conocer, de primera mano, algunos aspectos y sentimientos de su estancia en aquel país. Hoy, Juan Carlos escribe en el mismo periódico donde Rosario escribió. Hoy, asimismo, Lety Bonifaz Alfonzo comparte en redes sociales instantes de lo que encuentra en Suiza, país donde desarrolla su importantísimo encargo como experta en el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la mujer. Lety también estudió en la UNAM y tuvo su credencial de la Biblioteca Central Universitaria. En más de tres ocasiones platiqué con María del Rosario, hermana de Lety, en la entrada de la biblioteca, ella salía y yo entraba o viceversa. No lo expresamos, pero nuestros rostros brillaban por el encuentro y por saber que seguíamos compartiendo espacios luminosos. Estábamos en la UNAM, en la gran ciudad de México. No me preguntés mi número de cuenta de la UNAM. No lo tengo. Acá vemos que el número de cuenta de Juan Carlos fue el 7265250-1, lo que significa que él entró a la UNAM en 1972. Cuando menos sé que los dos primeros números de mi cuenta fueron 75, año de mi ingreso a la Facultad de Ingeniería. Acá vemos que Juan Carlos fue alumno de la Facultad de Ciencias Políticas, vivía en Avenida Eugenia, número 1416, en la colonia Narvarte, incluso tenemos el número del teléfono de casa: 5438744. Te he platicado que doña Rome y don Robert, papás de Juan Carlos, tuvieron una casa de huéspedes en la Ciudad de México. Muchos comitecos llegamos a vivir ahí. Digo llegamos, porque, más o menos en 1977, también fui huésped de esa casa maravillosa. Al principio viví con una tía materna, mi tía Anita, quien tenía un departamento en la colonia Roma, pero de ahí fui expulsado, así que me pasé a vivir con otra tía, mi tía Josefa, tía por el lado paterno, en la misma colonia Roma, pero luego fui a pedir posada con doña Rome, ella, cuando supo que era hijo de Augusto Molinari dijo que sí, que podía recibirme, pero que no tenía más cuarto que uno improvisado, hecho de madera, en el patio posterior de la casa. Ahí me pasé. Un mes después tuve un ascenso y pasé a un cuarto de la casa. Sí, viví en la casa de Juan Carlos, en Eugenia 1416, en la Narvarte. Ahora que vi la credencial de Juan Carlos rescaté esa dirección en el buzón polvoso de mi memoria. No la recordaba. Posdata: acá está consignada la fecha en que Juan Carlos recibió su credencial de la Biblioteca Central: 17 de julio de 1973. ¿Cuándo recibí mi credencial? No tengo el dato. Bien dicen que ¡papelito habla! No tengo papelitos que hablen por mí. No tengo más que mi memoria pichancha y tal vez el testimonio de algún amigo que diga: sí, a lo lejos recuerdo que Alejandro fue estudiante de la UNAM, pero no sé, tal vez lo confundo. El número de cuenta de María del Rosario también inició con 75. ¿En qué fecha gestionó su credencial de la Biblioteca Central? ¿Cuándo Lety recibió este cartoncito genial que permitía llevar libros a casa, leerlos y regresarlos?

martes, 26 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON OLEAJES DE MACONDO

Querida Mariana: el fantasma de Gabriel García Márquez se paseó ayer en la casa, lo hizo tomado de la mano de mi mamá. El Gabo platicaba que muchas anécdotas que usó en sus libros las pepenó en la parcela de su abuelo. Su abuelo le contaba historias fascinantes y el Gabo, escritor igualmente fascinante, nos las regaló. No soy el Gabo, pero quiero regalarte un retazo de lo que mi mamá me contó ayer, un recuerdo del Huixtla de los años treinta. Ella, vos lo sabés, nació en 1930 en aquella ciudad de la costa chiapaneca. ¿Cómo era el Huixtla de su infancia? Recuerda que sus calles eran muy limpias y estaban muy iluminadas. Cuando mi mamá llegó a Comitán en los años cincuenta comparó la energía eléctrica, venía de la Ciudad de México, pensó que la luz de Comitán era muy pishcul, nada que ver con la de la capital de la república, ni con la de su pueblo natal. Mi mamá no sabe decir por qué en su Huixtla de los años treinta había mejor luz que en el Comitán de los años cincuenta; dice que, alumna de primaria, el maestro llevó al grupo a visitar la planta de luz, caminaron por veredas estrechas, al borde del abismo, hasta llegar al lugar donde había una serie de tubos enormes. Ese es su recuerdo de la planta. Tal vez, digo yo, la fuerza con que caía el agua sobre la turbina era intensa, con una intensidad superior a la que se daba en las plantas comitecas, generadoras de energía eléctrica. Mi mamá recuerda que en varias esquinas del pueblo había los llamados Serenos, vigilantes que tenían un silbato que soplaban cada hora para indicar que todo estaba tranquilo. Mi abuela Esperanza acostumbraba ir, en compañía de una prima, a misa de seis. Una mañana, mi abuela escuchó que tocaban la puerta, preguntó quién y escuchó la voz de la prima, quien la urgía a levantarse para ir a misa. Mi abuela salió y juntas caminaron con rumbo al templo, al llegar a la esquina, el Sereno les preguntó qué hacían a esa hora, tenían alguna urgencia. No, dijeron ellas, vamos a misa. El Sereno se quitó la gorra, se limpió el sudor y soltó la carcajada, dijo que las acompañaría a su casa, que eran las dos de la madrugada. Hasta acá, el recuerdo de mi mamá tuvo tintes normales, donde brincó el fantasma de Gabo fue cuando me contó que su abuela; es decir, mi bisabuela Casimira (la maravillosa Nana Mía, quien fue una gran lectora) daba cuartos en renta en su casa que estaba cerca de la estación del tren. En esa vecindad habitaron personajes fabulosos. Si Gabo viviera los usaría como personajes de sus textos de lo real maravilloso. En un cuarto vivía una mujer juchiteca, que se dedicaba a hacer totopos. Una vez, Nana Mía salió al patio, a la mitad halló que la mujer se bañaba, al lado de una sábana tenía una olla con agua al tiempo. La sábana le cubría de la cintura para arriba únicamente. Mi bisabuela le dijo que se le veía toda la parte de abajo, la jucha siguió enjabonándose la cabellera negra y dijo: “Sí, ña, abajo todas tenemos lo mismo, lo que vale es que no sepan quién soy”. En otro cuarto vivía la niña Elvira, una mujer que siempre vestía un sombrero de ala larga, con una pluma, que adivinaba el porvenir. Mi mamá dice que niña Elvira viajaba a las comunidades cercanas; cuando estaba en Huixtla le decía que le leería su destino, pero mi mamá nunca se dejó. Ella le gritaba: “aunque no querás te voy a adivinar tu futuro”, mi mamá salía corriendo, mientras la niña Elvira tiraba los naipes sobre la mesa. La niña Elvira era lo que ahora se llamaría bipolar, a veces era muy agradable y a veces estaba con humor de mil demonios. Mi abuela recomendaba a sus hijos: “Hoy no saluden a la niña Elvira, amaneció con la cachucha de lado”. En un tercer cuarto vivía una pareja mayor. Ella hacía artesanías y él las vendía en las calles. Cuando había función de cine, él regresaba al cuarto y le decía a su mujer que iría a la función, en ese tiempo la proyección iniciaba tarde y concluía a las once de la noche. Después de tomar un café, el hombre le recomendaba a su mujer lo de siempre: “No te duermas, regreso a contarte las películas”. Mi mamá dice que a medianoche se escuchaban los gritos del hombre cuando contaba, con detalles, la trama de la cinta que había visto; una noche mi abuela Esperanza se levantó de la cama, tocó en la puerta del hombre y le exigió al hombre que los dejara dormir, que dejara de gritar. “No, Perita, no se enoje, es que la película de hoy tuvo muchos balazos y los tengo que soltar acá para que mi Reina viva lo que yo vivo”. Posdata: qué vecindad tan llena de vida, qué recuerdos tan prodigiosos.

lunes, 25 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN BOTÓN DE MUESTRA

Querida Mariana: ¿has oído eso de “Para muestra un botón”? No sé de dónde viene ese dicho. A veces pienso en un botón de rosa, como muestra de la belleza de un jardín. Entiendo que basta tomar una parte para ejemplificar la grandeza de un Todo. Ahora que vi el cartel que anexo a esta carta, pensé que para una Muestra basta un botón. ¿Ya viste qué prodigio de cartelera cultural? La Universidad Autónoma de la Ciudad de México organizó la Muestra “Voces y Artes de los pueblos de México”, los días 20, 21 y 22 de octubre. El estado invitado fue Chiapas, y como para muestra basta un botón, acá se ve que importantes intelectuales y artistas comitecos representaron al estado. ¡Qué orgullo! Si desglosamos tantito el programa, vemos que el 20 de octubre, a partir de las seis de la tarde, se presentó lo que denominaron: Música, literatura e ilustración. Participó Andrés Kej Limón (pianista, docente y compositor comiteco), quien ha dado recitales en su pueblo natal, en Tuxtla Gutiérrez, en la Ciudad de México y en Quebec, Canadá; posteriormente, Angélica Altuzar Constantino presentó el libro “Guardiana de los vientos”, en el cual aparece una muestra del lenguaje comiteco que Rosario Castellanos usó en su obra literaria (para muestra, otro botón, del jardín de nuestra escritora comiteca); el libro está ilustrado por la artista chiapaneca Zoraida Vleeschouver. La presentación de Angélica fue acompañada por sonidos de marimba, ejecutada por el artista comiteco Roberto Domínguez Ortiz. Para el 21 de octubre, la audiencia que vio la transmisión en vivo a través de la página de Cultura de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, disfrutó dos documentales realizados por Zarape Films. El primer documental fue: “Somos de la tierra”, que, como se lee en este cartel, “relata la historia de los ex refugiados guatemaltecos en Chiapas, pertenecientes a la etnia akateka maya”. Estuvo presente don Matías, representante de la etnia; el segundo documental fue “Química Chamula”. ¿Qué narra este documental? El cartel sintetizó que es el testimonio de “una joven de origen Chamula que decide, contra la tradición, salir de su comunidad a estudiar, lo que la lleva a tener una exitosa carrera, sin perder el respeto a sus orígenes”. Genial. Genial el talento de nuestros paisanos. Ellos realizan lo que exige el arte: hacer global lo local. Ellos llevan las luces de nuestra cultura a grandes ventanas, para la reflexión, para la diversión, para el debate, para el conocimiento. El último día de la Muestra, el 22 de octubre, participó Roberto González Alonso en una charla. El cartel señaló que Roberto es locutor, promotor cultural, melómano, especialista en rock. Fue un botón de muestra, porque Roberto es mucho más, catedrático reconocido y admirado de la Escuela Tecnológica Industrial Número 5, institución que cumplirá ya cincuenta años y en la cual, la mamá de Roberto, la recordada y querida maestra María Antonieta Alonso de González, fue fundadora. A continuación llegó la música con los sonidos de Lumaltok, ejecutantes de blues en lengua tsotsil, de Zinacantán; y un toquín de rock progresivo con el grupo comiteco El sonido del árbol. Posdata: para muestra un botón. El jardín comiteco de la creación está lleno de enormísimos árboles con jugosos frutos. La tradición continúa. Los intelectuales y artistas contemporáneos abren sus ventanas y extienden sus ramas en los aires del mundo. Como lo estableció el proyecto de la universidad fue una Muestra de voces y artes, conjunción sublime, álbum con instantáneas del bordado cultural de esta región del mundo, región soberbia.

domingo, 24 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN RAMITO DE HINOJO

Querida Mariana: el hinojo crecía en los patios de las casas tradicionales de Comitán, en el patio central y en los patios traseros, los llamados sitios. El hinojo es una hierba esencial en la cultura de la región. El investigador Carlos Basauri publicó, en 1931, un libro donde comenta que los indígenas asistentes a la Entrada de Flores, en honor a San Caralampio, llevaban manojitos de hinojo al regreso a sus casas. Ese hinojo tenía la bendición del santo y lo empleaban en tés para curar sus males. Antes de la pandemia aún vi que los participantes de la Entrada de Flores hacían lo mismo, llevaban ramitos de hinojo como una prenda sublime. En mi casa de infancia hubo una gran mata de hinojo, crecía frente a la entrada de la oficina de mi papá. En los años sesenta, mi papá fue corresponsal del Banco de México, la Corresponsalía estaba ubicada en la casa, a media cuadra del parque central. Ahora, esa casa funciona como casa habitación y el patio trasero como estacionamiento de autos. La casa está ubicada frente al Súper del Centro. He tenido el privilegio de entrar a mi casa de infancia sin restricción alguna, estaciono mi auto y camino por el patio que me vio jugar carritos, muñequitos y recibir el abrazo de mi papá y de mi mamá. Busqué en Internet y hallé que el hinojo tiene uso medicinal y gastronómico, es una planta silvestre aromática. Todo me encantó, sobre todo esto último: planta silvestre aromática. Lo silvestre siempre lo relaciono con lo sencillo, lo que se da en forma natural, lejos de los jardines planeados, nacen como nace la esperanza, al aire libre; y me encanta que se reconozca su aroma, porque es lo que recuerdo. Jugaba carritos cerca de esa inmensa planta de hinojo, casi lo veía como un arbusto generoso, así que aspiraba su aroma y eso me daba tranquilidad y me despojaba del terror que me daban los gusanos que ahí caminaban. Nunca corté un ramito de hinojo, porque los gusanos me daban pavor, a la vez que me seducían. ¿Vos has visto los gusanos que crecen al amparo del hinojo? No sé si sean exclusivos, pero son gusanos bellísimos. En ese tiempo no sabía que de esos animales brotaban las hermosísimas mariposas con el mismo colorido. Recuerdo los gusanos hechos con trozos de color verde pistache, moteados con negro y amarillo. ¿Tenés un problema estomacal? Tranquila, tomá un té de hinojo, te curarás, seguro. El hinojo nos llegó de España. Allá preparan muchos guisos donde lo emplean por su sabor y su aroma. El otro día me contó mi mamá que en una ocasión llegaron dos españoles a la casa, necesitaban hacer algún movimiento bancario. La oficina de mi papá estaba en un nivel inferior al piso del corredor. Uno de los españoles bajó los dos escalones, se sentó frente al escritorio de mi papá y solicitó lo que necesitaba, mientras el otro español admiró el jardín del patio central. Pienso que ninguna sucursal bancaria, de ahí en adelante, tuvo la belleza de la Corresponsalía del Banco de México que atendió mi papá. Mi mamá estaba sentada en una silla, bordaba. El español le preguntó si podía cortar una ramita de hinojo, mi mamá dijo que sí, que cortara todo lo que quisiera, entonces ella vio que el español cortó un ramito, lo frotó en sus palmas, lo olió y luego lo llevó a su boca. Mi mamá vio que el español lo masticó como si fuera uno de los más ricos alimentos del mundo. Cuando el otro español subió las dos gradas y llegó al lado de su amigo, el primero le contó y volvió a pedir permiso para tomar otras ramitas de hinojo, mi mamá sonrió y dijo que sí, adelante. Los dos españoles hicieron el mismo ritual y algo como una mariposa salida de esos gusanos aleteó en sus rostros. Cuando me lo contó mi mamá me sorprendí. Yo comía flores de begonia, pero jamás probé ramitas de hinojo, ya dije que me causaban horror los gusanos. Los españoles conocían la bendición gastronómica de esta ramita, regalo de la naturaleza, don de los dioses que acá bendice Tata Lampo. Posdata: un día cerraron la Corresponsalía y abrieron la primera sucursal del Banco Nacional de México en una esquina del edificio donde ahora está el Teatro de la Ciudad. Mi papá fue reconocido por su trabajo y don Gonzalo Muñoz fue el primer gerente, don Gonzalo, años después, se convirtió en suegro de Gonzalo Ruiz Albores, quien fue presidente municipal de Comitán y me dio el privilegio de ser el primer director de la Biblioteca Pública Regional Rosario Castellanos. Ahora, las sucursales bancarias no tienen patios luminosos, sus clientes no tienen la oportunidad de llenarse con el aroma generoso del hinojo.

sábado, 23 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA MEMORIA GENIAL

Querida Mariana: te mando copia de portada del libro “Memoria del Museo Arqueológico de Comitán, 1983 – 2013” Si alguien menciona la palabra memoria de inmediato pensamos en la primera acepción que da el diccionario: “Facultad psíquica por medio del cual se retiene y recuerda el pasado”, pero todo mundo sabe la validez del dicho: “Más vale tinta pálida que brillante memoria”; es decir, lo que se pone por escrito tiene mayor seguridad que la memoria personal. Por ahí también circula una máxima latina que, traducida al español, dice: “Lo escrito permanece, el verbo vuela”. Por eso, se celebra un libro que es memoria, porque, como es el caso, nos permite a los lectores tener a la mano datos mínimos de una historia, personal o institucional. En este libro nos enteramos que el 28 de agosto de 1993 se inauguró el Museo Arqueológico de Comitán, que está ubicado en el edificio donde anteriormente funcionó la gloriosa Escuela Federal Doctor Belisario Domínguez, institución donde estudiaron muchos niños, en los años sesenta. Estos alumnos tuvieron el privilegio de contar con una puertita que los llevaba a la cancha de básquetbol, que servía para los torneos locales y tenía tribunas, la famosa cancha J. Pantaleón Domínguez, que luego se convirtió en el Gimnasio Municipal Roberto Bonifaz Caballero, donde se celebraron encuentros deportivos de grata memoria. ¡Mirá, ya apareció otra vez la palabra memoria! Vos sabés que tengo una memoria escasa; entre los dones que me otorgó el destino, la memoria me llegó por pringues, pero trato de valorar ese chisguete y honrarlo, porque la memoria es la flor más hermosa del jardín de la mente. Así digo que en esa cancha una tarde, al lado de cientos de espectadores, presencié un acto espectacular: la participación de los famosos Harlem Globetrotters (que en mi escaso inglés traduzco como los trotamundos de Harlem), que era un equipo de basquetbolistas estadounidenses que poseían una gran destreza en el manejo del balón. Verlos era un deleite, eran todo un show. Un día, cancelaron la puertita de la escuela a la cancha, ésta fue techada y se convirtió en el gimnasio municipal, y la Escuela Federal estrenó nuevas instalaciones y el edificio se utilizó para la Biblioteca Pública Regional Rosario Castellanos Figueroa y para el Museo Arqueológico de Comitán. Pero dije que el museo se inauguró en 1993, ¿por qué entonces la Memoria tiene como inicio el año de 1983? Ah, porque todo tiene un inicio. Esta Memoria da cuenta de cómo se llega al momento de la inauguración del museo. Es una historia fascinante. No sé cuántas personas de Comitán jamás han entrado a conocer este museo. Siempre es así, en todos los pueblos del mundo. Cuando viajamos se nos hace visita obligada acudir a algunos museos, porque las guías turísticas lo sugieren. En la Ciudad de México es imposible visitar todos, porque son muchos, muchísimos. Pero, cuando estamos en nuestros pueblos perdemos esa capacidad de turistas e ignoramos esos espacios geniales. Nuestro Museo Arqueológico de Comitán es de gran belleza. En esta Memoria nos enteramos de la historia para su creación y de la importante labor de difusión cultural que ha hecho, porque en el transcurso del tiempo no sólo ha puesto a disposición las salas de exhibición permanente, sino que ha realizado una formidable cartelera con charlas, conferencias y exposiciones temporales. No recordaba, pero ahora que hojeé la Memoria mi cabecita se alumbró con la luz del recuerdo. ¡Sí! Tuve el privilegio de visitar la exposición que se llamó “La plumaria de Brasil”, donde los espectadores vimos una serie de objetos que artesanos brasileños realizan con las plumas de aves de la Amazonia. Mi vista se llenó de colores y diseños. Esto que te cuento da una idea de la importancia del Museo Arqueológico en nuestro desarrollo cultural. Esta Memoria ha refrescado esa impresión. El libro es modesto, pero es una síntesis soberbia de muchos de los actos culturales realizados hasta 2013. Algún día aparecerá la Memoria que dé cuenta de los años más recientes, porque la difusión no ha cesado. ¿Por qué 1983? La Memoria dice que en 1970 iniciaron los trabajos de reconstrucción y limpieza de la zona arqueológica de Chinkultic, pero en 1983, se abrió la oficina del INAH en Comitán. María Trinidad Pulido Solís (quien laboraba en la Casa Museo de Morelos, en Ecatepec, estado de México) y Jorge Pineda Martínez (quien laboraba en el Museo de Antropología, de la Ciudad de México) se trasladaron a Comitán y se hicieron cargo de la oficina. Ese fue el inicio de la historia. De entonces a la fecha han pasado ya 48 años, han pasado muchos funcionarios. María Trinidad Pulido Solís ya falleció. El 1 de junio de 2018, la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar y la Casa Museo Doctor Belisario Domínguez reconocieron sus aportes a la cultura comiteca y le realizaron un homenaje póstumo con la develación de una placa que permanece en la Sala de Arte Carlos J. Mandujano García. La memoria, así, con minúscula, es un gran aliado para la historia de los pueblos, para la identidad de las sociedades. Debería escribirse con mayúscula. Acá, en esta carta, he usado la mayúscula para designar el libro que da cuenta de los actos culturales realizados, son muchos. Digo que el inventario de actos ha continuado, pero el recuento de veinte años de funcionamiento del museo da cuenta del trabajo de esta institución. Lo que comparto con vos es la relación que aparece en la Memoria del Museo Arqueológico; la verdad, es de gran riqueza, porque consigna todo lo que este Museo ha hecho en favor de la cultura de la región. Ahí están sus salas, riquísimas en elementos prehispánicos de la zona. Digo que quien no conoce este museo ha perdido una buena oportunidad de acrecentar su conocimiento. Ahora que se conmemoraron quinientos años de la caída de Tenochtitlán en manos de los conquistadores españoles también apareció el debate de la brutalidad de ese hecho histórico, pero, asimismo, afloró el deseo de conocer más acerca de nuestro pasado prehispánico. Ya mirás que ahora, en el Paseo de la Reforma, de la Ciudad de México, en el lugar donde estaba una estatua de Cristóbal Colón ahora colocarán la réplica de la “Joven de Amajac”, obra prehispánica que a inicios de este año fue descubierta por el INAH en una zona de Veracruz. Ya dijimos que México es mezcla de la cultura prehispánica y la cultura que trajeron los españoles. No podemos negar ninguno de estos elementos, porque sería tanto como mutilarnos. Comitán, de igual manera, está conformado por la cultura maya y la cultura española. Nuestro lenguaje es un dialecto del castellano, pero tiene palabras de lenguas indígenas. Cuando vamos al Museo Arqueológico de Comitán y vemos la grandeza de las obras que realizaron las personas que habitaron esta zona antes de la llegada de los conquistadores reconocemos la luz que desde siempre nos ilumina. Entendemos su cosmovisión y admiramos, sólo como ejemplo, las urnas funerarias que modelaron en barro. La memoria da cuenta de una exposición fotográfica de templos de Chiapas; de una conferencia del sitio arqueológico Tenam Puente; de una exposición de nacimientos tradicionales (ah, los nacimientos, ahora tan escasos, porque ya en todas las casas ponen árboles navideños); de una conferencia de Yaxchilán (ya te conté que cuando conocí esta zona quedé maravillado, ninguna otra zona arqueológica me había impactado de tal manera); de una exposición fotográfica del México antiguo; de una exposición de calaveras literarias; de una conferencia acerca de los dioses de Bonampak; del festival cultural que se efectuó en Tenam Puente; de una muestra de un entierro prehispánico; de una exposición de los monumentos funerarios del panteón municipal (nuestro panteón tiene muchos elementos arquitectónicos de gran riqueza); de una exposición de orquídeas; de una muestra fotográfica de reinas de la feria de agosto de Comitán; de fotografías de haciendas de Chiapas; de… Uf. Es imposible en esta carta dar cuenta de todos los actos consignados en esta Memoria. Por eso, digo, es importante consignar en papel los recuerdos. Cuando, después de veinte años, hacemos una revisión de lo hecho, el mundo toma otra dimensión. Hay un trabajo continuado a favor de la cultura. Posdata: Vos y yo tuvimos oportunidad de platicar una vez con el maestro Carlitos Navarrete, quien fue el iniciador, por parte del INAH, de la zona arqueológica de Chinkultic. En este museo hay una muestra de piezas que él rescató de la Cueva de Los Andasolos. Es una muestra genial del arte prehispánico. Este museo es una joya de Comitán.

viernes, 22 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 11)

Querida Mariana: tiene rato que escribí la parte 10 de esta serie de cartas que tiene el título: “Yo sí conocí a Lolita Albores”, en alusión a la crónica que escribió doña Lolita y que tituló: “Sí conocí a Rosario Castellanos”. Ya ni recordás en qué quedamos, pero no te preocupés, ese es mi oficio. En la parte 10 comentamos que doña Lolita cuenta que Rosario y ella paseaban en el Bosque de Chapultepec que estaba enfrente de la casa de los papás de la escritora. Pero dije que entraríamos a un tema impresionante. Mirá qué escribió doña Lolita: “Los papás de Rosario guardaban una devoción enorme a Minchito. Tenían los restos que vinieron a traer a Comitán en un cofrecito y en otro más grande el retrato del niño siempre con flores y veladoras”. ¡Qué devoción! A ver lo desmenucemos, hasta donde se pueda. En el Museo Rosario Castellanos existe un mural con el título: “Hijito de quién sos”, pregunta que hacemos los comitecos para saber por dónde andan las raíces de la persona que está frente a nosotros. Ahí está parte del árbol genealógico de Rosario Alicia Castellanos Figueroa. Aparece, por supuesto, el nombre de su hermanito Mario Benjamín Eugenio Castellanos Figueroa, quien, en forma afectuosa, doña Lolita llama Minchito (costumbre comiteca de asignar diminutivos a las personas queridas). Mario Benjamín nació el 12 de octubre de 1926 y murió el 7 de julio de 1933; es decir, falleció cuando tenía la edad de seis años con nueve meses. ¡Dios mío, murió pichito! Todo mundo sabe que tenemos palabras para nombrar a quien se queda sin pareja por fallecimiento, a quien pierde a su papá o mamá, pero no hay nombre para los padres que se quedan sin un hijo. Hay viudos, viudas, huérfanos y huérfanas, pero ¿cómo se dice a quienes se les murió un hijo? Quienes han perdido un hijo cuentan del indecible dolor moral, aseguran que es el golpe más brutal de la vida. En el caso del fallecimiento de Minchito el impacto para los padres fue devastador. Rosario, en la novela “Balún Canán”, cuenta que la nana le asegura a la madre que su hijo morirá porque los brujos de la hacienda Chactajal lo están comiendo. La madre golpea a la nana, la corre; pero una mujer que echa las cartas confirma el dato. Apesadumbrada, la madre acude al sacerdote y le confía su pena, pero el padre le dice que acepte la voluntad de Dios y la respuesta de la madre es cruel: “Si Dios quiere cebarse en mis hijos… ¡pero no en el varón! ¡No en el varón!” Esta declaración quema la conciencia de la niña protagonista. Los lectores de la obra de Rosario sabemos que ella está hablando en primera persona, sus papás habrían preferido que muriera ella y no el varoncito. Cuando Minchito falleció fue enterrado en el panteón municipal de Comitán. Esto es un pendiente del rompecabezas, nadie sabe precisar con exactitud en dónde estuvo ubicada la tumba; pero cuando la familia quemó sus barcos en Comitán y viajó a la Ciudad de México para radicar allá, exhumaron los restos y ahí está como constancia el relato de doña Lolita, don César y doña Adriana conservaban los restos en un cofrecito, en su casa de la avenida Constituyentes, frente al Bosque de Chapultepec. Al lado de ese cofrecito estaba la fotografía del niño (otro pendiente, yo no conozco un retrato del hermanito de Rosario) que siempre tenía una veladora y flores. Los expertos en cosas de la iglesia católica establecen que ésta ya permite la cremación de los restos humanos, pero pide que las cenizas se coloquen en un lugar de oración y no en las casas. Ahora, en el templo de San José están construyendo una serie de nichos para que quienes lo deseen y tengan la paga coloquen ahí las cenizas de sus personas amadas. Cuando falleció una ex alumna muy querida, que se llama Mariana, igual que vos, su familia invitó a los amigos y parientes viajar a Tziscao, lago donde fueron esparcidas sus cenizas, fue un acto muy bello, muy noble, muy natural. No sé qué pensás vos, pero lo que hacían los papás de Rosario demuestra el grado de obsesión que tenían por su varoncito, como bien dice doña Lolita le guardaban una devoción enorme que tocaba terrenos de pesadilla, de niebla oscura. Posdata: los papás de Minchito le tenían reservadas las haciendas, pero el destino tiene formas extrañas de manifestarse: la muerte se llevó la vida del hijo varón y el presidente Cárdenas les quitó las haciendas.

jueves, 21 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON SAVIA DE LA CEIBA

Querida Mariana: esta fotografía es de 2021. Quienes aparecen fueron mis compañeros en la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz. Acá, en primera fila están Julio Gordillo y Pedro Avendaño; en la segunda fila Tony Guillén y Luis Ortiz; y en la tercera fila están Rosa Elena Pulido y Carlos Conde. ¿Por qué están en el templo de San Sebastián? Porque asistieron a una misa de agradecimiento por volverse a reunir después de cincuenta años del egreso del Colegio. En el mismo espacio, cincuenta años antes, estuvieron en este templo, para agradecer a Dios por concluir la educación secundaria. Dije cincuenta años en forma muy apresurada. Ahora hago una pausa, tomo aire y repito las dos palabras: cincuenta años. ¡Padre mío! Medio siglo, que tuvo un pie en el siglo XX y el otro en el XXI. Por eso se reunieron, porque los expertos en vida nos recuerdan a cada rato que ésta es apenas un instante en el tiempo del universo. Fueron más compañeros quienes asistieron a la convocatoria que lanzó mi amiga María de Lourdes Guillén De León. Julio vive en Comitán; Pedró viajó desde Tuxtla Gutiérrez; Tony y Luis radican en nuestra ciudad, asimismo Rosa Elena, pero Carlos viajó desde la capital de la república, lugar donde radica. Cuando vi la fotografía recordé que de alumnos algunos preferían sentarse en la fila de atrás, procurando pasar desapercibido a la hora de las preguntas, pero acá (cincuenta años después) los integrantes de la fila posterior no se esconden, al contrario, se hicieron hacia el centro para salir bien en la fotografía. Carlos nunca eludió pregunta alguna, él, junto con Marcolfo Guillén, fue uno de los alumnos que siempre obtuvieron diez en todas las materias. ¡Cincuenta años después! Por eso asistieron a misa, para dar gracias a los espíritus divinos por la cuerda de la vida. Algunos compañeros de generación no asistieron esa mañana por la pandemia, otros porque ese día tuvieron alguna celebración especial (por ejemplo, Luis Molina, cuya hija se casó ese mismo día en la Ciudad de México o Elsita Barrios, quien estaba puesta y dispuesta para asistir en compañía de su esposo Armando Pérez, pero días antes del acto falleció su mamacita) y algunos más porque ya no llegaron con vida a este momento. Siempre que veo fotografías generacionales recuerdo con precisión la escena donde el maestro de la cinta “La sociedad de los poetas muertos” dice a sus alumnos varones que se acerquen a las vitrinas donde están fotografías de generaciones pasadas, les dice que son muy semejantes a ellos, jóvenes repletos de hormonas, invencibles, no obstante, todos están en el terreno donde las raíces toman su savia: la tierra, están muertos. Los muchachos abren los ojos al entender que la vida es apenas un guiño de luz. En ese instante les pide que se acerquen más y que escuchen las palabras que son la herencia que les dejaron: ¡Carpe diem!, que en buen español significa que se debe aprovechar el momento. La vida es suma de instantes, luminosos algunos, ominosos otros. Nadie tiene la certeza de la longitud de su cuerda individual. Estos seis muchachos, savia de mi árbol colectivo, acudieron a la reunión donde celebraron cincuenta años de finalizar la educación secundaria en nuestro amado Colegio. Esta fotografía consigna un instante previo a la ceremonia religiosa. ¿Qué ave volaba en ese momento por sus mentes? ¿Quién sabe los pensamientos que tuvimos cincuenta años antes en ese mismo espacio? Posdata: dentro de cien años algunos muchachos se acercarán a esta fotografía y un maestro dirá a sus alumnos que se acerquen y escuchen las voces de estos seis muchachos y escucharán el mensaje de siglos: ¡Carpe diem, aprovechen el instante! El instante se diluye. Fue apenas ayer que, muchachos, jóvenes, terminamos la secundaria y nuestro horizonte era lejano. Hoy, la vida nos acerca cada vez más al final, cada paso nos bota dientes, nos quita cabellos, nos pone arrugas, nos injerta los clásicos achaques. Bueno, no todos, ahí está Carlos que tiene una cabellera de chavo setentero. Carpe diem. La vida se agota. Eso lo saben muy bien estos muchachos, por eso volvieron a reunirse, a darse un abrazo, en plena pandemia, porque la vida, siempre, está por encima de la muerte, hasta que ésta llega y volvemos al polvo de donde provenimos.

miércoles, 20 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON IMAGEN DE LOS AÑOS SESENTA

Querida Mariana: a la derecha está el palacio municipal; a la izquierda ahora está el Restaurante ‘Ta Bonitío. Se alcanza a ver una de las torres del templo de El Calvario. Comencé esta carta con estos puntos de ubicación para que sepás que se trata de la actual avenida central, la que da directo al parque central, de hecho, el auto que encabeza esta manifestación ya está a punto de llegar a la vueltita donde está la escultura “Día marcado”, del escultor comiteco Luis Aguilar. Ya te di ubicación geográfica, ahora toca dar referencia temporal. La fotografía fue tomada del archivo del INAH federal y corresponde a la visita que hizo Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la república, en junio de 1968. Muchas personas que ven la fotografía comentan que meses después el gobierno de Díaz Ordaz mandaría a reprimir en forma brutal a los estudiantes en la matanza de Tlatelolco. Deseo mencionar dos detalles que llaman mi atención de la fotografía y que aportan elementos para ver cómo era la sociedad de entonces. El primer detalle es la manifestación de júbilo que se percibe. No sé si vos, en estos últimos años has visto una manifestación similar. ¡No! Si ahora me obligás a hacer un ejercicio mental digo que no. La más reciente visita de un presidente de la república se dio el pasado agosto, el presidente vino para encabezar el acto conmemorativo del Bicentenario del Acta de Independencia de Comitán. Fue tiempo de pandemia, tiempo que obliga a no realizar manifestaciones multitudinarias, pero aunque no hubiese tal restricción esta multitud no se habría dado, porque ahora los grupos que se encargan de la seguridad presidencial no permiten esta cercanía, ahora acostumbran colocar vallas, delimitar el espacio por donde caminará el presidente. Acá mirás que el presidente Díaz Ordaz viaja en un automóvil abierto y la gente está a dos metros de él; hoy, el presidente viaja en un automóvil cerrado, blindado. Los tiempos son otros. La cercanía que se ve en esta foto otorgó un carácter que hoy ya no tiene nuestra sociedad. Los estudiantes eran llevados a hacer valla y los sindicatos obligaban a sus agremiados a asistir a la recepción. Las vallas eran humanas, no metálicas. Mucha gente era de la llamada acarreada, pero, no sé qué digás vos, veo en esta fotografía que la gente recibe al presidente con júbilo. Hay una luz que indica que Comitán reconoce al visitante distinguido. Ese día, ¡nadita!, estuvo en Comitán el presidente de la república, un personaje que ostenta un cargo que nadie más en el país. Diputados, senadores, gobernadores forman grupo, presidente de la república es unidad, la máxima unidad. Quienes están en los balcones del edificio municipal, sin duda, son empleados o parientes cercanos que tuvieron el privilegio de ver al presidente de la república desde un palco que hoy se llamaría VIP. Pero, las personas que están en la banqueta es gente del pueblo, también very importan people, pero sin blasón. ¿Ya miraste, en la esquina derecha, donde está un cartel, dos sombreros que se blanden en el aire? Esos modestos sombreros son de dos personas que se los quitaron y agitaron para saludar al visitante VIP. Eso, disculpá, nada tiene que ver con el acarreo, porque a esas personas no les dieron instrucciones, ¡no!, en la emoción del momento, esas dos personas se quitaron los sombreros y los abanicaron para saludar a Díaz Ordaz. No sólo fue muestra de algarabía, también fue muestra de respeto. Antes, en este pueblo, las personas que usaban sombrero se descubrían la cabeza cuando pasaban frente a un templo católico o cuando había homenaje a la bandera nacional o cuando saludaban a alguien de respeto. Posdata: el segundo detalle es la belleza de los festones tendidos en las fachadas de las casas. El festón es símbolo de alegría y de festejo. Se engalanaban las fachadas o los interiores de las residencias cuando había un acto celebratorio: un cumpleaños, primera comunión, una boda, un bautizo, quince años de la muchacha bonita o la visita de un visitante distinguido. La mañana de esta fotografía, Díaz Ordaz entró por la calle del Hotel Los Lagos (la que hoy es 3ª calle norte poniente), pasó a la Escuela Fray Matías de Córdova, llegó a la esquina con la avenida central hasta llegar a este momento sublime. Si alguien hubiese tomado una foto en cualquier momento del recorrido habría conseguido una fotografía similar. Las banquetas estaban llenas de personas que aplaudían, aventaban confeti, saludaban con las manos o con sombreros al presidente de la república. Esa mañana fue una mañana de júbilo popular. Hubo miles de acarreados, pero todos ellos vivieron el momento con emoción, sabedores que eran testigos de un momento histórico: el presidente de la república estuvo en Comitán esa mañana.

martes, 19 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON DELIRIOS

Querida Mariana: a veces deliro. Vos sos el árbol donde prendo mis nidos. Ni modos. Eso te toca por ser mi amiga, mi encuache. Contaré algo que es cierto. El otro día, la actriz Angélica Aragón platicó que su papá Ferrusquilla compuso muchas canciones que fueron exitosísimas. Dos ejemplos: El tiempo que te quede libre (interpretada por Luis Miguel, María Dolores Pradera, Tania Libertad, Los Panchos), y La ley del monte (la que dice “Grabé en la penca de un maguey tu nombre”, interpretada por Antonio Aguilar y los famosos Fernández: Pedro, Vicente y Alejandro). Cuando oí lo de Grabé en la penca de un maguey tu nombre, pensé que en Comitán, sin duda, un enamorado hizo eso en los grandes magueyales que existían en el pueblo, de donde sacaban el aguamiel para hacer el pulque y luego el famosísimo comiteco. Esto que cuento es una posibilidad real, mi delirio comenzó cuando escuché que Angélica contó que entre todas las canciones famosísimas de su papá, hay una (perdón, no recuerdo el nombre) que es como himno para un pueblo. Acá volví a pensar en nuestra ciudad, en la canción “Comitán”, que escribió el tapachulteco Roberto Cordero Citalán, y que los comitecos consideramos un himno. Angélica contó una historia sublime, bien bonita. Dice que alguien le platicó que en ese pueblo, a las seis de la tarde, ponían la canción en un altavoz para que se escuchara en todas partes. Angélica fue una vez y comprobó ese prodigio, se sentó en una banca del parque y, a las seis en punto, escuchó que de la gran bocina aparecían, como palomas, las notas musicales que compuso su papá, que era tan bueno para componer canciones que las hacía con la misma facilidad con que tío Emilio repartía programas de cine. Acá fue donde comencé a delirar, porque pensé otra vez en Comitán y pensé algo que amigos mayores, de gran memoria, me han asegurado que nunca sucedió. Pensé (según yo recordé) que hubo un tiempo que el reloj del palacio municipal daba la hora tocando la canción que ya dije, la de don Roberto Cordero. Ahora mismo sigo escuchando las campanadas con la melodía: Ta ta tan, ta ta tan tan tan tan tan. ¡No! Me han dicho todos. Estás loco. No, loco no estoy. Sí reconozco que deliro de vez en vez. Hay una gran diferencia entre el delirio y la locura. La locura es un trastorno mental; en cambio, el delirio es una realidad alterada. Claro, también es un trastorno mental, pero, digo yo, es pasajero. Ahora ya lo escribí, y al rato, como siempre me sucede, lo olvidaré. Sólo insistiré tantito. Perdón. Según yo, una tarde, igual que lo hizo Angélica, me senté en una banca del parque central y cuando la manecilla del minutero tocó el doce, mientras la otra manecilla chocó con el seis, las campanas del reloj comenzaron a tocar ta ta tan, ta ta tan tan tan tan tan y mi cabeza tradujo: Comitán, Comitán de las flores… Mi mamá, botándose de la risa, dijo que no recuerda ese suceso y agregó: “si nunca servía el reloj”. Y tiene razón, ese famoso reloj, con delicado engranaje, estaba parado durante mucho tiempo o tenía equivocada la hora, por lo que no servía para lo que sirven los relojes. Era un reloj delirante, porque causaba confusión. Pero Arturo, que tiene más o menos mi edad (64 años), dijo que esto lo imaginé, porque en alguna ocasión escuchó que un presidente municipal tuvo el proyecto en mente, pero no recuerda que se haya realizado. ¿Entonces? ¿Todo es producto de mi imaginación? Cuando menos, lo que dijo Arturo me dio cierto sosiego. Hubo alguien que pensó hacer eso que yo doy por hecho. Posdata: el delirio es como mosca, movés las manos en intento de que se vaya y regresa y sigue molestando. Yo, te lo juro, vuelvo a recordar la tarde en que me senté en la banca del parque, miré el vuelo de pájaros en busca del resguardo nocturno y escuché la canción Comitán, con el toque de las campanas del reloj municipal. ¡Ya! Todos tienen razón, es producto de mi imaginación. Bueno, el que no tiene razón es el que insiste que es una locura lo que digo. No, no estoy loco. Deliro, de vez en vez, pero sólo poquito. A final de cuentas, digo, los escritores tenemos al delirio como uno de los cercanos asesores. Comitán, Comitán de las flores, a las seis de la tarde. ¡Genial!

lunes, 18 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE HAY NIETAS QUE HONRAN A LOS ABUELOS

Querida Mariana: imaginá que sos nieta de alguien muy famoso, por ejemplo: Gabriel García Márquez. ¿Qué harías? Imaginemos que sos materialista y que, de inmediato, hacés cuentas para ver cuánto tocará a la familia por las regalías de las ventas de la obra del Premio Nobel de Literatura; sin duda que la familia de García Márquez no tiene nada de qué preocuparse por la sobrevivencia económica de varias generaciones, casi tantas como las de la familia de José Arcadio Buendía, de “Cien años de soledad”. No da mi cabeza para imaginar la cantidad de paga que llega a los herederos de Gabo por las regalías. Todos los días, en todo el mundo, hay lectores que compran las novelas y los libros de cuentos de García Márquez. Toda su obra está traducida a muchísimos idiomas. Sólo para dar un dato portentoso, que abruma, diré un dato de hace diez años: de su novela “Cien años de soledad” se había vendido más de cincuenta millones de copias. ¡Qué maravilla! Si le pagaran peso por ejemplar, se habría embolsado cincuenta millones de pesos, pero como no fue escritor de a peso, si le agregamos un cero, entonces, la cuenta bancaria ascendería a quinientos millones de pesos, pero como tampoco era escritor de a diez pesos. ¡Dejemos ahí la cuenta! Pero imaginá que, siendo nieta de Gabo, no sos materialista, que sos más idealista, más solidaria (más de acuerdo con tu carácter, mi niña querida). Entonces, un día entrás a la recámara de los abuelos, abrís los enormes guardarropas y hallás cientos de prendas de vestir que ahí siguen, que quedaron después de la muerte de Gabriel y de su esposa Mercedes. Entonces, como sos amiga de Ofelia Medina, se te ocurre una idea que siembra tres pájaros en una sola semilla: ofrecer esas prendas que ahí están inservibles, dar oportunidad a que los coleccionistas y fanáticos de la vida y obra de Gabo tengan una prenda personal, y ayudar a comunidades indígenas chiapanecas, a través de la fundación de Ofelia. Además, las personas que lleguen a comprar las prendas tendrán oportunidad de conocer parte de la residencia que habitó el Premio Nobel de Literatura, en el Pedregal de San Ángel, en la Ciudad de México. Pues esto fue lo que pensó Emilia García Elizondo, nieta de Gabo. Y, mientras vos leés esta carta, ella recibe a personas en la residencia de Gabo y recibe paga a cambio de las prendas que fueron propiedad de sus abuelos. Sí, habrá que decir que la lógica indica que las prendas más peleadas serán las del escritor, pero no faltarán personas que atesoren un abrigo que haya usado la amada Mercedes Barcha. Alguien podrá pensar que es un absurdo comprar una corbata usada, pero otro será feliz al pensar que ese objeto fue propiedad de uno de los mejores escritores de habla hispana, en el mundo. La nieta abrió las puertas de la casa y organizó algo como una venta de garaje, un genial bazar que denominó: “Venta de ropa de Los Gabos”. Ah, Los Gabos, qué genialidad. La paga que resulte será entregada a la gran Ofelia Medina (actriz que recientemente recibió el Ariel de Oro, por su trayectoria) y ésta convertirá la paga en ayuda para comunidades indígenas chiapanecas. ¡Pura ganancia! ¿No? Puro acto noble. Esto de la ropa de los fallecidos resulta un problema para personas que tienen un guardarropa extenso. Muchas personas donan esa ropa para que las usen otras personas de escasos recursos económicos. Pero, en este caso, la chamarra que usó don Gabriel no es cualquier prenda, tiene un valor estimativo especial. Ese plus será empleado para brindar ayuda a comunidades que necesitan apoyos. La jugada es sensacional, generosa. Habla muy bien de la calidad moral de la nieta de Gabo y de Mercedes. Posdata: no dudo que muchas personas sólo llegarán a curiosear. No todos los días se puede entrar a la residencia de Los Gabos (ubicada en la calle Fuego 144, del Pedregal), pero, asimismo, muchas otras personas llegarán a comprar alguna prenda que usó el genial escritor; incluso, muchos llegarán para luego revender esas prendas, porque en casas de subastas el peine que fue propiedad de un famoso alcanza altísimos precios. Ahora te estarás preguntando qué pasará con la casa que habitó el famoso escritor. Al comentar la noticia del bazar, la nieta dijo que los herederos quieren convertir esa casa en un centro cultural, donde haya talleres de arte, en especial de literatura, periodismo y cine, tres de las pasiones de Gabriel. Sí, estoy seguro que si vos fueras nieta de Gabo harías lo mismo. Te conozco. Sin ser nieta de famosos vos abrís tu mano en forma generosa y sembrás luz en tu breve parcela. Sos una buena comiteca, por eso me siento orgulloso de ser tu amigo. Benditas todas las personas que siembran buenos actos pensando que la cosecha servirá para el prójimo. ¡Bendiciones para todos ellos! A veces, cien años de soledad, se convierten en días de grata compañía.

domingo, 17 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON TRES PREGUNTAS

Querida Mariana: comparto con vos esta etiqueta que subió la Secretaría de Cultura. Conmemora que el 11 de octubre de 1990 Octavio Paz recibió la notificación de ser el elegido para recibir el Premio Nobel de Literatura de ese año. La noticia causó revuelo en el ánimo intelectual de México. La mayoría de los interesados manifestó júbilo. No faltaron los que se sobaron el brazo por la erupción de envidia que les asomó. Ahora, treinta y un años después de ese hecho, te hago tres preguntas. Primera: ¿te gusta la poesía de don Octavio? He leído poco, algunos poemas me gustan, pero coincido con quien dijo que su poesía es fría, muy intelectual, le falta savia, y la savia es la que da vida. Segunda: ¿te gustan sus ensayos? He leído poco, pero la mayoría de lo que he leído me gusta. Era un pensador soberbio. Se puede estar de acuerdo o no con sus ideas, lo que no se puede o no se debe hacer es ignorar a una de las mentes más brillantes de México, en el siglo XX. Y tercera: ¿qué te parecen estos cuatro versos? Los que saben dicen que es un fragmento mínimo del poema “Maithuna”. Es complicado sacar del Todo un cachito, porque el poema es un fruto que debe comerse completo y no en gajos. No obstante, se nota cuando en un poema hay caminos luminosos, y acá, la mera verdad, todo es común; es decir, no parece escrito por un poeta que obtuvo el máximo galardón de la literatura mundial. Y sí, ya Emilia (siempre crítica, qué bueno), me envió un mensaje por WhatsApp con esta etiqueta y luego con la letra de una canción que canta El Chapo, de Sinaloa. ¡Que nos bendiga la musa de todos los creadores! Octavio Paz escribió estas líneas mucho antes que el autor de la canción que se llama: “Tú, yo y la luna”, y que en una línea de la letra dice: “anoche en tu cama éramos tres”. La gran flauta. ¿Deben los herederos de Paz demandar por plagio? ¡No! Sucede que lo que Paz escribió fueron cuatro líneas comunes y corrientes. Pucha. Suena fuerte. No, en realidad, suena a pena. Yo no sabía lo que Emilia me dijo. A la hora que leí la etiqueta que subió la Secretaría de Cultura pensé que si un joven aspirante a poeta presentara estos versos en un taller de poesía, todos los compañeros, incluido el coordinador, le dirían que eso no era poesía, que eso estaba cerca de una declaración de telenovela. Y para corroborar lo dicho ahora sé que la famosa canción también la interpretan Los Tigres del Norte. ¡Dios mío! En lugar de decir que los Tigres tienen letras poéticas, podemos decir que, cuando menos en estos versos, don Octavio cayó a lo popular insulso. ¿Por qué la Secretaría de Cultura eligió estos cuatro versos tan de Chapo, de Sinaloa? ¿Lo quisieron hacer popular? Qué mala estrategia. La poesía, lo sabemos, es para espíritus exquisitos. Quienes leen a Paz no son consumidores constantes de la música de Los Tigres del Norte y viceversa, los escuchas de la música del Chapo, de Sinaloa, no andan con un libro de poesía de Octavio Paz debajo del brazo. Leí la etiqueta y me dio pena ajena. Cuatro versos desafortunados de don Octavio. Por ahí leí un día un poema que se llama “Niña” y cuyos versos iniciales dicen: “Nombras el árbol, niña. Y el árbol crece, lento y pleno, anegando los aires, verde deslumbramiento, hasta volvernos verde la mirada”. Creo que esto justifica un poco más la calidad de nuestro poeta. Lo otro parece escrito por un titubeante mozalbete: “Anoche en tu cama éramos tres: tú yo la luna”. Posdata: mi amiga poeta Marirrós me dijo un día que no siempre se saca diez. Es cierto, pero los grandes tienen prohibido pasar de panzazo. ¡Pucha!

sábado, 16 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON GRISES Y VERDES

Querida Mariana: Romeo dice que nos echamos a perder cuando comenzamos a preferir el gris y dejamos el verde. Lo dice porque hay muchos espacios encementados, y el cemento es gris. Cuando miramos un espacio gris sabemos que ahí hubo un espacio verde. Bueno, hablo de Comitán, porque en Kuwait, donde hay edificios hubo desierto. En el pueblo hemos ganado edificios habitables, pero perdimos los tradicionales sitios, los traspatios. Entiendo que la necesidad de vivienda hizo que los hermosos lugares llenos de árboles de jocote, de durazno, de lima, de naranja agria, de aguacate se convirtieran en la casita para el hijo que se casó y no tenía dónde vivir. Los sitios se volvieron vecindades. El verde se hizo gris. ¡Ni modos! Los tiempos cambian. Ahora, con el tema del calentamiento global, reconocemos la importancia de los espacios verdes. Vos mirás que cuando llueve, muchas zonas de Comitán se inundan. Antes, cuentan los mayores, no era así. ¡Pues no! Antes, el agua de lluvia se filtraba, había muchos espacios verdes que “chupaban” el agua. ¿Ahora? Ahora el agua corre y corre por las amplias avenidas encementadas. Rodrigo, que es medio payaso, dice que por eso está bien que haya muchos baches en las calles, porque son como respiraderos para la Madre Tierra. Te he contado que cuando estudié en la UNAM, en los años setenta, me la pasaba mucho tiempo en la Biblioteca Central, recuerdo, con emoción, que caminaba por la plaza que tenía una cuadrícula bella, andadores encementados y cuadrados verdes, con el césped bien recortado. Como fui un niño cuidadito, mi mamá siempre estaba pendiente que no caminara con pies descalzos, pero juro que cuando caminaba para ir a la biblioteca de la UNAM tenía deseo de descalzarme y, en lugar de caminar por los andadores donde caminaba medio mundo, caminar sobre el césped. Ahora que lo escribo imagino la diferencia de texturas. Imaginalo. Imaginá que caminás descalza sobre un andador de cemento y un andador con césped. Pucha, imaginá que lo hacés a las doce del día, con el cemento ardiendo por tanto sol; en cambio, el césped es fresco. Estuve a punto de hacerlo, de rebelarme a los dictados de mi amada madre. Total, ella no me estaba viendo, pero nunca lo hice. Sólo lo imaginé. En mi pensamiento llevaba los zapatos y calcetines en las manos y brincaba como niño de un cuadro verde a otro, como en el maravilloso juego de Rayuela, que acá en Comitán se llama Avioncito y en Monterrey se llama Bebeleche. Vos sabés que Ciudad Universitaria de la UNAM fue nombrada como Patrimonio Cultural de la Humanidad. ¡Pucha, nadita! Nombramiento bien sustentado, porque el conjunto arquitectónico es de gran belleza. Ahora que lo pienso digo que tal vez tenga el justo medio entre el verde de los jardines y el gris de los edificios (necesarios para los salones, auditorios, laboratorios, andadores, canchas de básquetbol, y, por supuesto, bibliotecas). Los grandes urbanistas contemporáneos estudian mucho este justo medio. Los espacios vitales deben incluir módulos habitacionales (gris) al lado de espacios llenos de árboles (verde). Recuerdo que la explanada de la Biblioteca Central tenía esa cuadrícula maravillosa, andadores grises y cuadros verdes. Para ir a mi facultad, bajaba y caminaba por la plaza que se conoce con el nombre de “Las islas” y funciona como un amplísimo andador para llegar a Medicina, Química, Arquitectura, Filosofía, Derecho y demás facultades. Siempre lo vi como el patio central de la gigantesca casa, me encantaba porque está rodeado de árboles y no tiene una sola línea de cemento. Siempre veía a jardineros de la universidad cuidando el césped. Tal vez se llama Las islas porque grupos de árboles forman islotes de sombra, o tal vez porque había círculos donde el césped se secaba. ¿Cómo vamos con el fomento del verde en nuestra ciudad? Bueno, si vemos una fotografía de mediados del siglo XX hallamos que había más verde, porque, ya lo dijimos, había más casas con sitios. Antes de la pandemia caminaba por el rumbo de la Cruz Grande y encontraba algunas casas con muretes de piedra y sitios llenos de árboles. Los tiempos de inseguridad pública han modificado nuestros comportamientos, antes, todas las casas permanecían con las puertas abiertas, todo mundo era respetuoso. Hoy en día la delincuencia obliga a tener las puertas cerradas. ¿Pequeños muretes divisorios? No, ahora hay que construir bardas altas, algunas incluso con gusanos metálicos para evitar que alguien desee brincarlas. Esto hace que la mirada ya no se tope con espacios verdes sino con muros grises. Dirás que es una bobera lo que diré, pero esto ha modificado nuestro carácter. Ya nos explicaron los expertos que somos lo que oímos, lo que tocamos, ¡lo que vemos! Ahora, nuestra mirada ha perdido la posibilidad de viajar como mariposa en medio de árboles y de plantas; ahora choca con paredes. Bueno, mirá lo que ha sucedido con las tienditas de la esquina, antes, las puertas tenían un barandalito de madera, ahora tienen rejas de fierro. Si ahora te pregunto a qué imagen te remite una reja de fierro sé cuál es tu respuesta. Sí, es una pena, pero como dijo un amigo el otro día en redes sociales: es lo que hay, es lo que nos tocó. Por esto, doy gracias a Dios que en casa, mi mamá y mi Paty cultivan un jardincito que llena de verde mi mirada. En estos tiempos de pandemia, para pintar, dibujar, leer y escribir, he improvisado mi estudio en la sala. Al lado del ventanal coloqué dos mesitas y ahí trabajo, esto permite que cada dos o tres minutos deje de ver mi objeto de trabajo y mire el jardín. Soy como el clásico vigía, porque cuando aparece el colibrí aviso, mis dos mujeres dejan de hacer lo que hacen y, en ocasiones, alcanzan a ver ese prodigio. Pienso que esta bendición se da porque hay plantas verdes y flores rojas, azules y blancas en casa. ¿Qué pasa con estas aves donde sólo encuentran gris? También se oscurece su vista. Si hiciéramos una encuesta rápida verías que una mayoría elige el color verde por encima del gris. Hay muchas personas que prefieren el gris, pero hay más que eligen el verde. El gran poeta Lorca nos heredó unos versos sensacionales: “Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas…” ¡Qué sonoridad, qué luminosidad! Gris que te quiero gris. Gris viento. Grises ramas. Como que no va, como que pierde espíritu. Bueno, parece que Romeo tiene razón, nos echamos a perder cuando comenzamos a preferir el gris por encima del verde. Digo que mi recuerdo antes de entrar a la Biblioteca Central era sentir que el gris era necesario para caminar, pero para mirar, para sentir, los diseñadores habían colocado cuadros con césped, que eran (son) muy agradables a la vista y al espíritu. Basta imaginar espacios verdes para sentir texturas frescas, iluminadas. En las escuelas se enseña que la bandera mexicana tiene tres colores y cada uno de estos tiene un símbolo. ¿Qué simboliza el verde? ¡La esperanza! Es la puerta de la vida. Posdata: recuerdo que en los años setenta del siglo XX había un campito agradable al lado del Puente Hidalgo. Doña Lolita Albores cuenta que al regresar de la visita al panteón, en Día de Muertos, muchas familias usaban ese campito para tender el mantel de cuadros rojos y blancos en el piso y comer la gallina con huevos duros, salsa molcajeteada, con tortillas hechas en comal. Ese campito se volvió calle y ahora circulan cientos de vehículos todos los días. Bueno, basta decir que todas las colonias que están en el lado poniente del bulevar fueron extensos campos sembrados con maguey. Los expertos nos explican que los magueyes son grandes generadores de oxígeno. La necesidad obligó a que poco a poco los dueños de esos magueyales vendieran y quienes compraron construyeron casas donde, ni modos, trataron de aprovechar al máximo el espacio para levantar habitaciones, bodegas, talleres, estudios, recámaras. Pocos, muy pocos, pensaron que del total del terreno un porcentaje debe destinarse para áreas verdes, tal como lo hicieron los diseñadores de Ciudad Universitaria de la UNAM. Posdata: a mí me encanta tu casa, porque tiene un jardín generoso. Ya no tiene el traspatio, pero la cochera tiene gran similitud con la explanada de la Biblioteca Central. Tu papá no hizo una plancha de cemento, apenas mandó a encementar la rodada de los autos y todo lo demás es verde, con dos jardincitos al lado de las paredes laterales, con arbolitos y muchas flores. El corazón de la casa no tiene el color del corazón de los seres humanos, el corazón de la casa es verde. Cuando este color se vuelve gris, aparece la niebla oscura. El colibrí ya no llega. Con la ausencia de mariposas, abejas y colibríes, el corazón del hombre se vuelve gris, se endurece.

viernes, 15 de octubre de 2021

DONDE LA TIERRA ALCANZA PARA MÁS

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como tierra para jardín privado, y mujeres que son como almácigos para los sueños. La mujer almácigo para sueños es como hilo para bordar flores. Alucinante es la palabra que sacude todas las mañanas, la que cuelga en el tendedero, la que dibuja sobre el aire. Alucinante es la forma de su ventana, la de su buró, la de su cama. Hay veces que camina por la ciudad sin que alguien advierta su presencia, camina como si levitara, como si fuera un espíritu, como si, al regar las semillas de su genio, el aire levantara hojas secas del sendero. Cuando se pone los audífonos y escucha música en su iPad el tiempo se detiene y se vuelve un campo donde las mariposas suspenden su vuelo y las hormigas dejan de cargar hojas verdes y se convierten en monjes lamas. Cuando abre el clóset y busca qué blusa ponerse elige el color que más combina con el libro de su deseo; cuando se sienta ante una mesa del restaurante pide una bebida que combine con el espejo de su ideal; y cuando juega barajas con su amante deja que la reina de corazones rojos sea apenas un barquito de papel. La mujer almácigo para los sueños se coloca los lentes para el sol para no herir a éste con la luminosidad de su mirada; deja que su cabello caiga sobre sus hombros como cascada de edificios de cristal, porque las ciudades que más disfruta visitar son aquellas que obligan a elevar la mirada para ver la grandeza del genio humano. Le disgusta el paisaje de desierto, el que sólo permite los topes construidos con cactus; ama el rascacielos, las terrazas, los pent-houses. Esto es así porque reconoce que su árbol genealógico está formado con mujeres que siempre tuvieron alas, que aceptaron su vocación de vuelo, de ser colibrí en la burbuja del aire. Le fascina bautizar los objetos que le pertenecen, cada una de las cosas que la rodean y que le sirven en su día a día tienen nombres propios, con ello adquieren vida propia, se vuelven agua pura para saciar la sed de la nostalgia. La primera almohada que tuvo la nombró Lago azul; su primer radio se llamó Reflejo memorable; el cielo donde se convirtió en flor iluminada; y la ventana donde recibió una serenata se llamó Pez sin alas. No lo cuenta, pero ella, en su Diario, escribe los recuerdos con sus amantes alterando los nombres propios, así, sólo alguien con espíritu de Sherlock Holmes logrará descubrir la identidad verdadera. ¿Es cierto que estuvo una noche en el restaurante Maxim’s acompañada de Cuervo prodigioso? ¿Quién es Botero? ¿Quién Modigliani? ¿Quién Picasso? ¡No, no son famosos pintores! La mujer almácigo para sueños llama así a las nubes más afectuosas, a las que le sirven para matizar los azules cielos. Ella sabe que los sueños más sublimes se siembran cuando hay luna llena. Con pasión abre los surcos en medio de su cuerpo y, al lado de las orquídeas y de las bromelias, siembra las semillas que están regadas con el agua de sus amados. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como espejos quebrados, y mujeres que son como techos de casas a punto de derrumbe.

jueves, 14 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTO SUBLIME

Querida Mariana: esta fotografía llamó la atención en redes sociales. La tomó mi amigo Francisco Morales, en 2014. El templo que se ve es el de la Cruz Grande, donde se venera a Santa Teresita. La fotografía es sensacional porque Francisco hizo una selección sublime de elementos. La imagen no tiene más que el fondo de un cielo limpio, un haz generoso de verdes y dos construcciones, una que corresponde a los tiempos prehispánicos y otra a los tiempos presentes. Al fondo, arriba del espacio intermedio entre la torre izquierda y la cruz se advierte una breve pincelada horizontal que corresponde a una estructura preshipánica. El cerro y la zona arqueológica tienen el nombre de Junchavín. Algunos expertos dicen que la palabra Junchavín tiene el siguiente significado: Jun: uno y Chavín: guardián. Así pues, si Rosario Castellanos nos enseñó que el viento es uno de los nueve guardianes del pueblo, acá tenemos otro de los guardianes. Francisco nos obsequió una imagen maravillosa, unió, gracias a su talento, dos tiempos distantes, pero cercanos en nuestra identidad. Acá hay algo como una cuerda de luz que une dos cosmovisiones: la maya y la de los conquistadores. Ahora, a quinientos años de la caída de Tenochtitlan en manos de los conquistadores españoles, hay un debate en el país. Esta fotografía de Francisco en el siglo XXI demuestra que nuestra patria está hecha de ambas culturas. Somos un pueblo mestizo, mezcla de lo indígena y de lo español. Después de quinientos años nos sentimos orgullosos del pasado indígena. Los pobladores prehispánicos lograron edificar construcciones como la que se aprecia en el fondo de esta fotografía y como la soberbia zona de Tenam-Puente, sólo por mencionar dos espacios cercanos a nuestra ciudad; pero también nos enorgullecemos de lo que conforma parte esencial de nuestra identidad. Los comitecos católicos (que siguen siendo mayoría entre las diversas religiones de la ciudad) celebran a Santa Teresita y a la Cruz Grande. Los comitecos nos apropiamos (como muchos pueblos de Hispanoamérica) de la religión que trajeron los españoles y, sobre todo, atesoramos la lengua que ellos nos injertaron: el maravilloso idioma de Cervantes, la lengua española. La exquisita gastronomía comiteca es una soberbia mezcla de lo indígena con lo español. Muchos de nuestros platillos tienen ingredientes profundamente mexicanos, como el maíz, pero, asimismo, comemos tamales de azafrán; es decir, el maíz prehispánico recibe la especia llegada del otro lado del mar. La discusión de la brutalidad de los conquistadores sólo es válida si sirve para pintar una línea recta en el horizonte de nuestro destino presente. Los comitecos de estos tiempos estamos hechos a imagen y semejanza de los elementos de esta fotografía única de Francisco, de ahí venimos, nuestro árbol genealógico es un genial injerto de la cultura maya y la cultura española. Millones de mexicanos adoran a la Virgen de Guadalupe sin dejar de reconocer la belleza del mito de la Tonantzin. Nadie hace antorchas en homenaje a Tonantzin. La iconografía mexicana tiene a la Guadalupana como uno de los símbolos populares de este país, el cura Hidalgo tomó un estandarte con su imagen y gritó: “A coger gachupines”. Es parte del proceso de crecimiento de una sociedad, se niega la herencia para tratar de descubrir la identidad. Posdata: Francisco tomó una fotografía única. Tal vez, sólo digo que tal vez, jamás volverá a existir una imagen similar de este nuestro Comitán. ¿Cómo convocar de nuevo a esos maravillosos verdes que acá se ven? Me maravilla observar cómo se puede decir tanto con una imagen. Por eso vivimos en el siglo de la imagen. Claro, no todas las imágenes son tan valiosas como ésta.