martes, 2 de noviembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON EMOCIONES DESBORDADAS

Querida Mariana: los últimos tiempos han sido difíciles para todos. La pandemia ha quebrado muchos cristales de ventanas y por esos huecos no corre aire limpio. Pero el fin del mes de octubre de 2021 me emocionó. Preparé mi mesa de dibujo, vi y escuché el concierto de la OFUNAM, en la Sala Nezahualcóyotl. Entonces fui testigo de un momento inolvidable, con aforo reducido, después de mucho tiempo, el concierto fue presencial. ¡Hubo público! ¿Mirás? Ya quedó para la historia. Dejé de dibujar, porque un grupo de cuerdas interpretaba una obra de Shostakóvich, todos los intérpretes usaban cubrebocas con el logotipo de la OFUNAM. Digo que dejé de dibujar porque, antes del inicio, la conductora mencionó que Shostakóvich cuando compuso esa obra le dijo a un amigo: “Cuando yo muera nadie escribirá una obra en mi memoria, así que la escribo yo mismo”. Ahora, cada vez que en el mundo un grupo de intérpretes toca esa obra musical se honra la memoria del compositor. Vi el protocolo y me emocioné. Al inicio del concierto, una voz en off dio la bienvenida: “La UNAM les da la más cordial bienvenida a la temporada de otoño 2021”, y pidió que los asistentes se pusieran de pie para brindar “un minuto de silencio en memoria de las víctimas de la Covid-19” y el silencio fue un ave suspendida. ¡Qué emoción!, querida mía. Los ejecutantes tenían los cubrebocas bien puestos, así como tienen bien puesta la camiseta de la UNAM, del arte, de la vida, de la esperanza. ¡Qué emoción!, querida mía, cuando al término del concierto, los ejecutantes agradecieron los aplausos de la audiencia y alguien comenzó a gritar el ¡Goya, goya, goya, cachún, cachún ra ra ra, cachún cachún ra ra, goya, universidad! Jamás este grito tuvo tanta resonancia. En un espacio de arte, el grito tuvo la luminosidad que tiene cuando los aficionados al fútbol soccer lo gritan en el estadio universitario. ¡Qué emoción!, querida mía. Luego cambié de canal y vi una manifestación de miles y miles de personas congregadas en el Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México, presenciando el Desfile del Día de Muertos. La vida al lado de la muerte. Las imágenes de los esqueletos, con sus dentaduras peladas, burlándose de la vida, sabiéndose vencedoras siempre. La vida es la esencia frágil, la muerte es la eterna triunfadora. Vi a miles de personas, con cubrebocas o sin ellos, disfrutar un desfile donde la protagonista principal fue la muerte, esta pinche vieja asquerosa que se volvió la actriz principal durante esta pandemia. Lo que vi en la televisión no me transmitía la realidad en su completa dimensión. Parecía como si la pandemia ya no existiera y ¡sin embargo! Los vivos miraban pasar frente a ellos representaciones de la muerte, sin tener cabal conciencia que ésta, la muerte cabrona, sigue pavoneándose en el desfile de todos los días. Ella sonríe, porque ella es la triunfadora. Tuve que reconocer que el pueblo mexicano es un pueblo especial y ese desfile lo reafirmó; nos comemos la muerte en calaveritas de dulce y salimos a celebrarla, aunque exista el riesgo de que nos atrape y, como boa constrictora, nos asfixie para siempre. Sí, comprobé que los mexicanos, en relación malsana, amamos la muerte. No es raro que exista una devoción a la Santa Muerte; no es raro que los mexicas hicieran muros con cientos de cráneos; no es raro que escribamos calaveritas literarias. La muerte es juego, un juego de ruleta rusa. ¡Qué emoción!, querida mía. Vi, desde la pantalla del televisor, una gama de colores llenos de vida, de esperanza. Muchas personas sólo vieron los colores que forman el arco iris, yo, ya me conocés, también observé unas nubes negras que volaban como cuervos sobre esas multitudes. Pensé que me gustaría imaginar que la pandemia ya pasó, que esa manifestación de júbilo en Paseo de la Reforma, era como cuando el mundo salió a las calles para celebrar el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero ¡no! La pandemia continúa, fue un espejismo lo que ocurrió, lo que vi. Posdata: me emocioné. Mariposas húmedas aletearon frente a mis ojos. Pedí que esas imágenes ya sean permanentes para siempre, pero el conserje del edificio pesimista me dijo que el optimismo aún no tiene cabida en el mundo. La conductora del programa de Tv UNAM cerró su participación con una frase que, dijo, fue escrita por Gabriel García Márquez: “Que la idea de la muerte no me distraiga de lo que estoy haciendo, porque lo que va a quedar es lo que uno haga de vivo”. Ese último domingo de octubre de 2021, el mundo de acá pensó lo mismo: la vida no se distrajo con la muerte, a pesar de que la muerte era la principal protagonista no sólo en el escenario sino en el campo de batalla. La guerra continúa. Qué pena.