sábado, 20 de noviembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN PAJARITO ADENTRO DE UNA JAULA

Querida Mariana: esta fotografía la tomé en 2018. Lo que no recuerdo es si la tomé en Puebla o en la Ciudad de México. La tomé desde un autobús, en viaje de la Ciudad de México a Puebla. Pero bien puede ser escena de cualquiera de ambas ciudades. ¿Qué llamó mi atención? ¡Todo! Por supuesto, lo que más me sorprendió fue el árbol. Lo vi como sobreviviente que se negaba a morir, por un milagro, el árbol parecía haberse hecho un hueco en ese espacio para dar el tono de vida a todos los demás elementos inertes. En el momento que vi esta imagen pensé en nuestro Comitán, recordé que en los años setenta del siglo pasado, las imágenes que veían los comitecos estaban plenas de verdes, porque las casas tradicionales tenían un patio central donde había muchas plantas con flores y uno o dos árboles, de ornato o frutales; pero, además, tenían un sitio, un enorme traspatio donde los árboles crecían en forma generosa. A los niños les encantaba treparse a los árboles para cortar duraznos, jocotes, lima de pechito, chulules (ah, los riquísimos chulules), aguacates, mandarina, guayabas, naranjas agrias (que eran solicitadas por las mamás para la salmuera de las costillitas de cuch), níspero, limones (que eran solicitados por los papás, no para hacer limonada, sino para ponerle a las latas de cerveza). Ahora, qué pena, Comitán se parece más a Puebla o la Ciudad de México, porque las paredes le van ganando terreno a los árboles. Ya comentamos el otro día, cómo los sitios de esas casas majestuosas, poco a poco fueron cediendo su espacio y se convirtieron en viviendas. Los hijos, que antes volaban y buscaban hacer su nido en otros lugares, ahora se quedan a vivir con los papás, éstos les donan un pedazo de terreno del sitio para que ahí construyan sus casas. Donde estaba el durazno ahora está el cuarto del pichito, el terreno de la guayaba se convirtió en sala y el árbol de lima fue tumbado porque ahí ahora los dueños tienen el sanitario y la regadera. Vi esta imagen, saqué el celular y tomé la fotografía, desde el autobús. Digo que no recuerdo si fue en una calle en la salida a Puebla o ya fue en una calle a la llegada a la Angelópolis, pero digo que esta imagen es común en ambas ciudades. Las dos ciudades han crecido en forma desaforada, mucho más la capital de la nación. Este crecimiento poblacional ha exigido que los terrenos donde había árboles se conviertan en multifamiliares. Los reglamentos de construcción están más interesados en marcar que los edificios tengan estacionamientos que áreas verdes. Las áreas verdes de las ciudades son tratadas con desprecio, como si lo importante fuera la vivienda y no el entorno. Siempre que pienso en ello digo que en nuestro país hay rasgos culturales que son minimizados por el hambre económica. Al dueño de un terreno le importa aprovecharlo al máximo en viviendas, porque ello significa dinero en rentas. Mientras más departamentos más capital económico. ¿Cuántas veces no hemos visto cómo en la noche alguien manda a talar dos árboles que estorban lo que será la entrada al estacionamiento de un edificio? Hace algunos días, los mandatarios de los países más ricos del mundo se reunieron para analizar el problema del Calentamiento Global. Los expertos explicaron que las medidas acordadas fueron “tibias”, por lo que el futuro se vislumbra que “hervirá”. Los científicos responsables advierten que si el mundo continúa ignorando la señal de alarma y minimiza los efectos del Calentamiento, el porvenir será dramático para la raza humana. ¿Ya viste imágenes donde se dice que si los glaciares se deshielan provocarán grandes inundaciones? La península yucateca desaparecerá bajo el agua. ¡Dios mío! Pero, si apenas en los años setenta del siglo pasado cuando alguien decía que el fin del mundo estaba cerca nosotros respondíamos, con acento yucateco: “No importa, me voy a Mérida”. ¡No!, dicen actualmente los expertos, Mérida se inundará antes del fin del mundo. En la fotografía que tomé vi cercado el árbol, como si estuviera en una jaula, con apenas una puertita abierta. Imaginé que era ese árbol y pensé que si mis ojos estuvieran viendo hacia el edificio pintado de amarillo mi vida sería triste. Mi tristeza no sería compensada con las caritas de los niños que aparecieran en las ventanas o el eventual paso de una chica yendo al baño con sólo una tolla cubriéndole el cuerpo. Pensé que, si fuera ese árbol, al dios de la naturaleza, le pediría que me colocara los ojos al frente, aunque viera esas varillas coronadas con botellas de plástico o el negro panzón que conserva el agua, cuando menos tendría frente a mí una calle donde pasan autos, tráileres y autobuses (aunque avienten nubes negras contaminantes). Vería a la gente caminando por las banquetas o haciendo fila en la tortillería; escucharía las pláticas, los gritos de los niños, los pasos lentos de los ancianos. Vería la vida en forma más abierta. La vida que se concentra en los departamentos es muy parcial. A veces, en las ventanas de los departamentos sólo se ve a un anciano que está en silla de ruedas y que no hace otra cosa que ver hacia afuera. La necesidad de vivienda fue delimitando las áreas verdes; la necesidad de construir vías para el tránsito hizo que muchos árboles cayeran para dar paso a calles y avenidas que luego fueron insuficientes y necesitaron dobles pisos. ¡Señor de todos los cielos! Esos puentes viales son una gran amenaza para la convivencia. ¿Imaginás lo que sienten las personas que viven en un departamento de quinto piso y tienen ante su mirada una avenida donde transitan miles de autos al día y encima de esa avenida otra donde otros miles de autos avanzan en la misma dirección? ¿Cuándo comenzarán a hacer terceros pisos viales? Antes, la mirada se perdía en el horizonte, estaba matizada con verdes de los árboles y azules de los cielos. Hoy, los árboles van desapareciendo y los cielos son de color gris contaminado. Todo lo que acá se ve es signo de los tiempos. La gente necesita un espacio para vivir. Los constructores diseñan viviendas verticales. No es posible construir a la antigua, como se hacía en Comitán cuando los terrenos eran amplios y permitían casas de una sola planta. ¡No! Ahora los multifamiliares son los espacios que se construyen. La gente vive en departamentos minúsculos. A veces desde la ventana sólo se ve el departamento del vecino, quien, en muchas ocasiones, cierra la cortina, para no sentirse intimidado. En esos espacios no hay la suficiente intimidad. Cuando estudié en la UNAM, en los años setenta, me tocó vivir en varias casas de huéspedes; en la primera, la ventana del cuarto daba a un patio posterior donde había un árbol enorme, mi vista no extrañó tanto a Comitán. El cuarto que le tocó a mi amigo Miguel (que en paz descanse) daba a la calle y en el edificio de enfrente vivía la actriz Alma Muriel (que en paz descanse, también). Esta presencia hacía más atractiva la vida. A veces, ella salía a barrer el frente del edificio. ¡Era maravilloso ver a esa famosa actriz en un acto tan cotidiano, tan de mujer normal, tan alejada de la estrella que era! Luego viví en un departamento donde la ventana de mi cuarto daba hacia un llamado cubo de luz (que en realidad era cubo de sombra) y no veía más que una señora sentada ante una máquina de coser. Dejé mi etapa de departamentos y viví en dos casas que sí tenían patios, aunque la cantidad de huéspedes era tanta que las áreas verdes se convertían en cuartos hechos de madera. Extrañaba las casas comitecas. Ya te platiqué que la casa donde viví de niño (a media cuadra del parque central) era una casa enorme con un majestuoso patio central rodeado de cuatro corredores y un sitio donde me pasaba las horas jugando a los carritos y a los vaqueros. La casa que mandaron a construir mis papás (ahora es un hotel) era también muy grande y mis papás la llenaron con árboles. Hoy vivo en una casa pequeña, gracias a mi Paty y a mi mamá, mi mirada se topa con muchas macetas llenas de plantas. Ellas, amorosamente, han sembrado verde en medio del gris del cemento, pero no tenemos árboles, ni uno solo. Llegan colibríes a chupar miel de las flores, pero no hay una sola rama para que se columpien los pájaros. Posdata: el mundo se está quedando sin árboles. Las selvas están siendo taladas en forma indiscriminada. Nuestro Comitán pierde también su esencia. No hemos comprendido a cabalidad que debemos hacer una burbuja verde que detenga el Calentamiento. ¿Cuándo dejaremos de privilegiar el auto? ¿Cuándo se hará peatonal todo el centro para disminuir los contaminantes del aire?