domingo, 7 de noviembre de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 12)

Querida Mariana: conocí a Lolita Albores, antes que una avenida de Comitán llevara su nombre (qué coincidencia, ahora vivo en la avenida Dolores Albores Albores); la conocí antes que el Ayuntamiento Municipal designara al 25 de agosto de cada año como fecha oficial para celebrar el Día de la Crónica en Comitán (es el 25 de agosto, porque doña Lolita nació ese día en el año 1918); y ahora, gracias a una iniciativa ciudadana existe un proyecto para colocar una estatua de ella en el atrio del templo del Calvario. Así que diré que la conocí antes que fuera estatua. Esta serie de reconocimientos es muestra del cariño que el pueblo le sigue profesando. En esta serie de cartas he desmenuzado fragmentos de una de sus crónicas, la titulada “Sí conocí a Rosario Castellanos Figueroa”, escrita en 2002. En la parte 11 te pasé copia de las líneas donde doña Lolita contó acerca del comportamiento de los papás de Rosario con respecto a los restos mortales de Mario Benjamín, hermanito de Rosario. Acá te comparto el fragmento completo: “Los papás de Rosario guardaban una devoción enorme a Minchito. Tenían los restos que vinieron a traer a Comitán en un cofrecito y en otro más grande, el retrato del niño siempre con flores y veladoras. En un relicario tenían la foto y un mechón de cabellos que se lo ponían en la ropa de día y se lo cambiaban en la ropa de noche; fue hasta cuando enterraron a doña Adriana, que en el mismo cajón pusieron los restos del niño. Después de la muerte de don César creo que Chayito se liberó de este recuerdo que fue durante toda su niñez y juventud un culto al hermano muerto”. Tremendo, ¿verdad? Ya dije que Mario Benjamín Eugenio Castellanos Figueroa nació el 12 de octubre de 1926 y falleció el 7 de julio de 1933. Cuando falleció fue enterrado en el panteón municipal de Comitán (hay familiares que afirman que fue en una tumba propiedad de la familia de la mamá), pero acá doña Lolita nos dice que “los restos los vinieron a traer a Comitán”, los exhumaron y los llevaron a la Ciudad de México. En diversos testimonios, los lectores de la obra de Rosario nos enteramos de la tragedia que significó la muerte de Minchito para los papás. Fue una doble puñalada del destino, porque perdieron un hijo, pero, a la vez, perdieron al varoncito. Rosario tuvo que cargar con esa losa: pensar que, tanto la mamá como el papá, hubieran preferido que falleciera ella, pero no el varón. Así que ese dolor desmedido los obligó a llevar los restos del hijo a su lado. Doña Lolita llegó a vivir a la casa que don César compró en Madereros (hoy Avenida Constituyentes) frente al Bosque de Chapultepec. Ahí, doña Lolita vio cómo los papás veneraban los restos del hijo. Además, fue testigo de un ritual especial. Gracias a doña Lolita sabemos que ambos, a la hora de vestirse para el trajín del día, se ponían un relicario con una foto del hijo fallecido y con mechones de su cabello (que no sé vos, pero imagino fino, delicado); y a la hora de acostarse, el relicario lo colocaban en su ropa de noche. ¡Dios mío! El relicario siempre los acompañaba, tal vez sólo los abandona a la hora de bañarse. A la hora de dormir ¿no lo dejaban sobre una cómoda? ¡No! Lo colgaban en su ropa de noche. Tal vez, en algún momento del día o de la noche, don César y doña Adriana llevaban la mano a su pecho en búsqueda del relicario, en busca del retrato del niño, de su cabello; en busca de su espíritu y le seguían llorando, como cuando iban al panteón municipal de Comitán; le seguían hablando. Doña Adriana murió de cáncer, los biógrafos de Rosario dicen que un poco antes de que la escritora cumpliera 23 años, que cumplió el 25 de mayo de 1948. Doña Lolita nos da un dato interesante que cierra esta historia trágica: cuando entierran a doña Adriana, en su cajón colocan los restos de Minchito. Por supuesto que quedan muchas interrogantes: ¿en dónde quedaron los relicarios? ¿Rosario los conservó o los echó al fuego? ¿Quién tiene una fotografía de Minchito? ¿El sobrino Gabriel conserva algo de su tío malogrado? Estas son preguntas. Doña Lolita sí fue puntual al decir que ella cree (así lo escribió) que Rosario se liberó de ese recuerdo, después de la muerte de don César, quien tuvo un paro cardiaco después de la muerte de doña Adriana. Posdata: hay historias similares, de personas que sufren la pérdida de un ser amado y no logran desprenderse de esos cuerpos fallecidos. Hay escenas morbosas en cuentos y novelas (reflejo de la realidad) que aluden al tema. En el cuento “Una rosa para Emily”, del gran escritor William Faulkner, los vecinos sienten un olor nauseabundo que proviene de la casa de Emily, cuando llegan encuentran el cadáver del supuesto prometido en la cama de la señora. Ella se acostaba al lado del cuerpo ya putrefacto. Es sólo un ejemplo. Es ficción. Lo de Rosario sí fue real.