lunes, 22 de noviembre de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE EL PRODIGIO

Querida Mariana: el prodigio aparece a la vuelta de la esquina, en cualquier instante; puede aparecer al frente o en el cielo o en el piso. Acá está una placa de bronce, oval, que está empotrada en el piso, donde trozos de laja forman figuras sorprendentes. Las figuras de laja ya son un gran hallazgo. Cualquier persona puede pararse sobre un piso con estas características y descubrir mil figuras. Este ejercicio es como el tradicional juego que realizan los niños cuando se tiran sobre el césped y ven las nubes del cielo y descubren que las nubes forman figuras instantáneas: ¡un conejo!, ¡un león!, ¡una jirafa gigante!, ¡un barco!, ¡un avión!, ¡el abuelo con barba! La sustancia del aire es etérea, las figuras de las nubes se difuminan y pierden su esencia, lo que era trompa de un elefante se adelgaza y se vuelve una flauta de carrizo. Todo lo que ocurre en el cielo es efímero. Al contrario, las formas en el piso son más duraderas. Los trazos en la arena de las playas también desaparecen cuando llega la ola y las borra con sus vestidos húmedos, pero, las líneas que el viento ha formado durante siglos en la piedra ahí siguen, retando la fragilidad del tiempo. Lo mismo sucede con las figuras que forman estos fragmentos de laja. No obstante, una mañana, la mano del hombre modificó el trazo original, abrió un hueco e insertó esta placa de bronce. La placa, orgullosa, llegó con sus bordes precisos y se incorporó al diseño original, que no fue pensado por el albañil que pegó esos fragmentos en el piso. Si uno ve con atención observa que en la parte superior hay un borde de cemento rebosado, cuando la placa fue colocada cumplió el principio físico y desplazó el cemento por las orillas y un poco de esa mezcla también se incorporó al diseño. Como sucede siempre con los prodigios, acá hay muchos tiempos amalgamados: el de siglos de la piedra, el del cemento cuando pegaron los fragmentos de laja, la mezcla más reciente del día que pegaron la placa, el tiempo del bronce y los zapatos del espectador. La mirada niña del espectador siempre hallará figuras en todas partes: en las paredes húmedas, en las telas, en las piedras, en las nubes, en las arrugas de la abuela, en el iris del ojo, en los vellos, en la sombra del quinqué. Casi todas las figuras son volátiles, se extinguen como fantasmas. Las de la piedra son más duraderas, asimismo las que el genio del ser humano plasma en bronce. Luis Aguilar, genial escultor, hace en plastilina el diseño y luego, jugador de tiempos, sueña con hacerlo eterno en la maqueta del bronce. A veces no nos damos cuenta que la vida de todos los días tiene muchas semejanzas. En el día a día no son fragmentos de lajas, son personas las que se unen y forman figuras, conforme se mueven las personas, las figuras cambian. El observador que los ve de lejos puede, como si viera nubes en el cielo, admirar esas figuras cambiantes, a veces, esos grupos forman mariposas, dragones, buques, serpientes, leones, escorpiones. A veces, los grupos forman burbujas afectuosas, la llegada de una persona modifica esa figura y puede desinflarlas. Lo mismo sucede con el entorno, cada acción rompe el equilibrio y si el cambio no fue meditado afecta para mal la estructura del mundo. Esta placa está en el piso. Algunos peatones se detienen y leen, otros peatones (los apresurados) nunca la ven, nunca se detienen, la pisan, la ignoran. Los apresurados ignoran las figuras que dibujan los fragmentos de laja, no saben que la mariposa del prodigio vuela en cualquier momento, en cualquier esquina; a veces está en el cristal que tenemos enfrente, a veces está en el pájaro que vuela y, en otras ocasiones, como gusano, se arrastra por el suelo. Posdata: me gusta ver hacia el frente, a veces no le hago caso a la mujer de Lot y veo hacia atrás; me gusta ver el cielo, ahí descubro el vuelo, y, también, veo hacia el piso, para ver dónde coloco el pie y descubrir las huellas que dejó el paso del tiempo.