lunes, 3 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON DOS PREGUNTAS

Querida Mariana: vos y yo jugamos, jugamos con imágenes, con palabras, con recuerdos. A veces jugamos a brincar la cuerda o saltar sobre una rayuela (avioncito); a veces nos vendamos los ojos y jugamos a descubrir texturas (a veces metemos las manos en vasijas con arroz, con agua tibia, con frijol, con arena, con hormigas –de esas que no muerden). Hoy, sólo por jugar, te planteo dos preguntas. La primera es: ¿conocés a José Antonio Albores Pascacio?, y la segunda es: ¿qué ves en la imagen? Ambas preguntas tienen relación. José Antonio y yo coincidimos en aula del Colegio Mariano N. Ruiz, él era estudiante y yo maestro. De eso hace ya años. No obstante el tiempo, él (siempre generoso) me prodiga su afecto, que es bien correspondido. Si ponés atención, su apellido materno está relacionado con un apellido ilustre que tiene un lugar especial en la historia de las salas del cine de nuestro pueblo. Y digo esto, porque vos siempre estás interesada en el tema de las salas, de los directores, actores, actrices, y de las producciones cinematográficas. José Antonio es nieto de don Rafa Pascacio, el propietario de los cines Comitán, Montebello y Galaxia 2000. Don Rafa es el cimiento básico de la historia del cine en Comitán. Dije que ambas preguntas tienen un hilo que las une y el hilo es precisamente ¡el cine! Pregunté qué mirás en la imagen. ¿Qué dijiste? Cuando se la enseñé a Efraín dijo: ¡panes compuestos! ¡No, lo siento mucho, pero no son panes compuestos! Esta imagen es una imagen genial, porque es fotografía de seis tortas, pero son tortas especiales, porque están hechas con la receta sensacional, única, exclusiva, riquísima, con la que en los años sesenta y setenta y parte de los ochenta: ¡las tortas que vendían en el Cine Comitán, en el Cine Montebello y en los Cinemas Galaxia 2000! Te he contado que los taquitos y las tortas que vendían en las llamadas dulcerías de los cines eran una delicia. Todos los cinéfilos los disfrutaban y había personas que pedían permiso al boletero para entrar, “sólo a comprar tacos o tortas”. ¡Eran una delicia! Pues hace días, José Antonio Albores Pascacio me sorprendió diciendo: “Te traigo estas tortas, son hechas con la receta auténtica”. ¡Dios mío, qué bendición! Ahora, cuando vas al cine comprás palomitas, nachos, helados, gomitas y otras botanitas. Comés lo mismo si entrás a una sala en la Ciudad de México o en una sala en Monterrey o en Comitán. Los que asistimos al Cine Comitán, experimentamos la gloria gastronómica de productos únicos, exquisitos, originales. Cuando vi estas tortas supe que eran “las tortitas del Cine Comitán”, la mente envió mensaje a mi boca, ésta salivó y regresó el impulso eléctrico a mi mente para decirle a mi espíritu que ahí estaba una esencia sublime, amada, siempre estimulante. Muchos cinéfilos y degustadores de ese tiempo creímos que doña Lola (la que atendía la dulcería) era quien hacía los taquitos y las tortitas. Vivimos engañados. En noviembre de 2013, don Rafa Pascacio reveló la verdad en una entrevista que concedió y fue publicada en la gaceta Kujchil: “la gente pedía permiso para comprar tacos dorados, autoría de mi esposa. Mi esposa, que en paz descanse, los preparaba en la casa y se iban al cine semidorados, en ollas, para que allá se acabaran de dorar conforme el cliente los iba pidiendo. Por eso eran rápidos. Las tortas también se preparaban en casa”. ¿Mirás? Don Rafa dijo que las tortas también se preparaban en su casa. José Antonio, el nieto que honra la memoria de su abuela, al rescatar la receta original de las tortitas, dijo que en casa de sus abuelos había una cocina especial para preparar estas delicias que gozamos los asistentes al cine, en los años sesenta, setenta y parte de los ochenta. Posdata: un personaje de la novela “En busca del tiempo perdido”, de Proust, activa su memoria con el sabor de una galleta. Proust sabía que muchos recuerdos permanecen dormidos y brincan en automático con un aroma, con un sabor, con una cinta de luz. En las salas de hoy, todos los cinéfilos de México disfrutan los mismos sabores. En el Comitán de parte de la segunda mitad del siglo XX, los que acá vivimos disfrutamos recetas únicas que hicieron la diferencia en nuestro gusto, en nuestra vida. José Antonio le dio una torcedura al reloj y regresó el tiempo feliz, exquisito, sublime.