jueves, 20 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 16)

Querida Mariana: ¡seguimos! Con esta serie de cartas honramos a doña Lolita Albores, le agradecemos el testimonio que nos legó, su conocimiento profundo del Comitán auténtico, dicharachero, simpático, ingenioso, genial; y acá agradecemos su mirada acerca de una personalidad relevante del Siglo XX: Rosario Castellanos. ¿En qué quedamos? En el párrafo donde habla de María Escandón (María Abarca), quien fue la cargadora de Rosario niña y luego compañía en los últimos años de los papás de la escritora (enfermera, incluso) y cuidadora de Rosario mayor, hasta que la dejó ya casada con Ricardo. Muchos estudiosos de la vida de Rosario han hablado de María Escandón, a esos datos se une el testimonio de doña Lolita. Bueno, sigamos. En las siguientes líneas de la crónica intitulada “Sí conocí a Rosario Castellanos”, publicada en el Boletín Imaginarte, en agosto de 2002, doña Lolita dice lo siguiente: “Cuando por televisión Juan José Arreola dio la noticia de la muerte de Rosario en Tel Aviv, vinieron a mi recuerdo muchas cosas vividas con ella y pensé: ¡qué bueno que se adelantaron sus papás!, no hubieran resistido perderla, así como nunca se les olvidó la muerte de Benjamín”. ¿Mirás? ¡Qué dato tan simpático, dentro de la tragedia! Doña Lolita se enteró de la muerte de Rosario a través del escritor Juan José Arreola. La mayoría del mundo se enteró por notas periodísticas, radiofónicas o televisivas expresadas por periodistas. Arreola no era periodista, pero en ese tiempo salía en programas televisivos, siempre fue muy hábil para el manejo de la palabra, así que doña Lolita prendió la televisión y en la pantalla apareció Arreola lamentando el fallecimiento de nuestra paisana, la gran Rosario. En la edición del 8 de agosto de 1974, el periódico “El Nacional – Diario al servicio de México”, colocó un cintillo en la parte superior: “Murió la destacada escritora y embajadora de México en Israel, Rosario Castellanos”, y en la parte de abajo, pero en portada, una nota ilustrada con una foto de Rosario, de perfil, sonriente, con el siguiente encabezado: “Piden que sus restos descansen en la Rotonda de los Hombres Ilustres” (así se llamaba entonces lo que hoy es Rotonda de las Personas Ilustres). Doña Lolita se enteró del fallecimiento de su amiga en un comentario del gran escritor jalisciense. Parecería poca cosa, pero ¡no! Hubo un acto mágico en esta ventana. Arreola fue amigo de Rosario, así que doña Lolita, amiga de Rosario, supo de la muerte de la escritora a través de un amigo. Cuando doña Lolita prendió la televisión fue como si tomara el teléfono y Arreola le dijera: ¡Rosario murió! En 1964 Rosario escribió un extenso análisis de la novela “La feria”, de Arreola, comentó que Juan José era reconocido como cuentista, pero que su irrupción en la literatura mexicana con esta novela era una buena noticia, mirá qué escribió: “Nunca, ninguna novela mexicana había desbordado tal gracia como la que se regala en La feria”. Pucha, qué elogio tan sublime, tan bien medido, tan generoso, tan actual, por siempre. Hemos platicado que Arreola vino a Comitán. Lourdes De La Vega, bien jovencita, llevó a Arreola a Los Lagos, en el carro de su papá, don Ramiro. Doña Lolita dice que cuando se enteró de la muerte de Rosario llegaron a su recuerdo muchas cosas vividas con ella. ¡Por supuesto! Y luego una reflexión que iba en el sentido de lo esperado en la vida: la muerte de los mayores. Doña Lolita, ese día, pensó que los papás no habrían soportado la muerte de la hija, no habrían soportado la muerte de sus dos hijos. Pero, los papás de Rosario habían muerto en 1948, con apenas días de diferencia. La reflexión de doña Lolita trató de compensar la balanza. Sabemos que los papás de Rosario no habrían dudado entre la vida de Rosario y la del hermanito. Posdata: el testimonio de doña Lolita es muy personal; con sencillez nos transmite su pensamiento. Sabemos que, ante una ausencia, los seres humanos tenemos múltiples sentimientos y éstos nos conducen a senderos llenos de piedras. Doña Lolita pensó ¡qué bueno que se murieron sus papás antes, ellos no habrían soportado la pérdida de su hija!