sábado, 15 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO

Querida Mariana: acá está una fotografía que Juan Ramón Ríos compartió en redes sociales. Identifico el lugar sin problema. Los ciudadanos de mi generación también identifican el sitio. La multitud está de pie en la calle que separaba el parque central del palacio municipal. Tal vez te ayude a identificar si digo que donde están las chicas con uniforme (alumnas de la Escuela Secundaria del Estado) ahora está, más o menos, el monumento donde izan la bandera nacional. Las casas del fondo de la fotografía ya no existen, eran parte de la llamada Manzana de la Discordia, que fue demolida para la ampliación del parque, para dejarlo como está actualmente. La multitud comiteca está congregada porque llegó un visitante distinguido. ¿Mirás las pancartas con el retrato de un personaje? Es la fotografía de Adolfo López Mateos, quien fue presidente de la república de 1958 a 1964. ¿De qué año es la fotografía? Juan Ramón no lo dijo. Me atreveré a hacer una deducción. En la Mediateca del INAH existe una fotografía donde aparece López Mateos en una calle de Comitán, en julio de 1961. La foto es muy bella, porque camina al lado de comitecas que lo llevan del brazo, detrás caminan muchas personas y otras observan su paso desde las puertas o balcones de casa. La calle está regada con juncia fresca. En esa visita ya era presidente de la república. ¿Y en esta fotografía que compartió Juan Ramón? Parece, sólo digo que parece, vino a Comitán en campaña presidencial. Era candidato del PRI y, en ese tiempo, todo mundo político pertenecía a ese partido. La gente ve hacia el balcón del palacio municipal. ¿El candidato se presentó ante la comunidad comiteca desde el balcón presidencial? Sólo estoy haciendo una suposición. Digo que su presencia es como candidato porque cuando estos personajes ya eran presidentes la gente no portaba pancartas ni manifestaban su adhesión a través de mantas. En una de las mantas, colocada sobre el alto de la fachada donde estaba la tienda de dulces ARA, de don Arturo Rivera Alfaro, se alcanza a distinguir que dice: “… con Adolfo López Mateos”; es decir, alguna agrupación asegura que López Mateos es ¡su gallo! Si lo que digo es cierto, la fotografía corresponde al año de 1957 o, más seguro, 1958, porque el Internet señala que López Mateos fue designado candidato a la presidencia en noviembre de 1957 y ganó la elección en julio de 1958. En ese lapso realizó su campaña por todo el país. ¿Tuvo oposición? Sí, el candidato del PAN, que fue Luis Héctor Álvarez Álvarez. Por ahí aparece un dato interesante. López Mateos fue candidato de una coalición (sí, parece que desde entonces ya realizaban esa práctica): Fue candidato del Partido Revolucionario Institucional, del Partido Nacionalista Mexicano, del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, y del PP (Partido Popular). Esta coalición fue una aplanadora que arrasó al PAN. López Mateos obtuvo seis millones setecientos sesenta mil votos y Álvarez Álvarez setecientos cinco mil, don Adolfo lo superó en más de seis millones de sufragios. ¡Ni para qué pedir recuento de voto por voto! La figura de don Adolfo aparece ahora en las historias cotidianas, porque el gobierno actual promueve una Reforma Eléctrica. López Mateos fue quien ¡nacionalizó la industria eléctrica! Pero, si robé la foto de Juan Ramón para mandártela es por dos motivos: el primero, comentar algo del Comitán de fines de los cincuenta y principios de los sesenta; y lo segundo es algo que tiene que ver con libros, objetos culturales que han estado a lo largo de mi vida, que han enriquecido mi vida. En estos tiempos de pandemia provoca sentimientos opuestos ver este tipo de imágenes donde nos reuníamos sin mayor problema, nada de cubrebocas ni sanas distancias, ¡no!, el amontonamiento era algo simpático. Siempre ha llamado mi atención cómo algunas personas convocan multitudes: cantantes y políticos. Los primeros convocan multitudes en forma natural; los políticos lo hacen en forma artificial. En ese tiempo los líderes de agrupaciones convocaban a sus agremiados y los hacían llevar pancartas (ahora hasta reparten tortas, refrescos, un billetito y la promesa de que la Revolución les hará justicia, aunque sea la colita deshilachada). No lo creerás, o tal vez sí, muchas de las personas se peleaban por los carteles donde aparecía la figura del candidato, los llevaban a sus casas y los colgaban en alguna pared de la sala, era una manera de tener cerca a esa figura relevante en la historia del país, porque, hemos platicado la obviedad muchas veces, sólo hay un presidente de la república (ahora lo buscado es la selfie al lado del presidente). La niña que está en primer plano, la del cabello colochito, estudiante de la Secundaria del Estado, tenía doce o trece años de edad. Si la foto es de 1958, ella tiene actualmente setenta y seis o setenta y siete años de edad. Su testimonio sería sensacional, sería maravilloso tener los testimonios de los testigos de ese momento histórico. ¿En alguna pared todavía está, descolorido, ajado, el cartel que acá portan, recién sacado de la maleta del camión? En el edificio de dos pisos estuvo Nevelandia en la parte baja, y en el segundo piso, por un momento, en los años setenta, estuvo la primera radio comercial de Comitán, la famosa XEUI, aprovechaban el balcón (generoso, acá se logra ver algo) y hacían un concurso de cantantes aficionados, frente al edificio, en el parque; se veía una imagen similar a ésta, la audiencia se amontonaba y miraba hacia arriba, como acá se ven muchos rostros viendo hacia el balcón, viendo a López Mateos, quien, no sólo nacionalizó la energía eléctrica, sino también creó algo que fue sensacional: la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos. Cuando entré a la gloriosa Escuela Fray Matías de Córdova, para estudiar la educación primaria, una mañana de 1963 entró el director a nuestro salón y, a cada alumno, nos entregó dos libros, uno era un cuaderno de ejercicios y el otro, más pequeño, decía en la portada: “Mi primer libro de primer año”, escrito con letra manuscrita. Dicho libro tenía una pintura de David Alfaro Siqueiros (en ese momento no sabía quién era Siqueiros), con lienzos en rojo, blanco y verde, y los rostros de Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Francisco I. Madero (tampoco sabía quiénes eran esos personajes). ¿Mirás? El libro que recibí en mi primer año tuvo la imagen de quienes ahora se mencionan como iniciadores de las tres transformaciones anteriores a la que ahora vivimos: los iniciadores de la Independencia, de la Reforma y la Revolución. El presidente López Mateos y Jaime Torres Bodet (secretario de educación) son los dos nombres que registra la historia como fundadores de ese proyecto que hasta el día de hoy permite que millones de estudiantes reciban sus textos gratuitos en la educación primaria de este país. Ah, qué emoción sentimos al recibir esos dos libros. El maestro Óscar nos dijo que en casa debíamos forrarlos. Mis papás, igual de emocionados, como los demás papás de mis compañeros y de las otras escuelas, compraron pliegos de papel manila y los forraron en la mesa del comedor donde había tijeras y cinta adhesiva. Mi papá, con su letra maravillosa, bien bonita, llenó los espacios vacíos donde quedó consignado lo siguiente: “Yo soy alumno de la escuela Fray Matías de Córdova. Mi nombre es Alejandro Benito Molinari Torres. El nombre de mi maestro es Óscar Pascacio. Este es mi libro de primer año”. Ya te conté que mi tía Emelina me obsequiaba libros, así que éste no fue en término estricto el primer libro que tuve entre las manos, pero sí lo fue para muchos de mis compañeros, sigue siendo para muchos niños mexicanos cuyos padres no les compran libros, por mil motivos. Recuerdo que en las primeras páginas venía un cuento, ¡un cuento! ¡Genial! Ya me conocés, mi memoria es pichancha, no sé qué contaba, pero lo que sí quedó para siempre en mi memoria fue el dibujo que ilustraba el texto, un puesto (muy colorido) donde había venta de juguetes: aviones, muñecas, guitarras, caballitos, pelotas y una rueda de la fortuna. El primer ejercicio que hicimos (con letra titubeante, pero dibujada) fue la frase: Ese oso se asea. Posdata: dije que al escribir dibujábamos las letras para formar las palabras, unidas, no como ahora que son separadas (por eso le llaman letra de imprenta). Ya dije el otro día que algunos compañeros no tenían la gracia para redactar sus textos y (como confiesa Rosario Castellanos) su letra era horrible; pero quienes tenían la gracia redactaban unos documentos maravillosos, cercanos a lo artístico. La verdad no sé cómo es el juicio crítico de los historiadores acerca del periodo presidencial de López Mateos, pero yo, pichito que recibió su libro de primer año, de manos del maestro Víctor, el director de mi escuela, bendigo ese logro gubernamental, porque aprendí que ese oso se asea y también que mi mamá me mima.