lunes, 10 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON EL ROSARIO DE JAIME (primera parte)

Querida Mariana: Jaime fue amigo íntimo de Rosario. Cuando Rosario murió, Jaime escribió un poema. Quienes buscan biografías de Rosario Castellanos no piensan en Jaime como biógrafo de ella. Pero, ahora te pregunto, ¿no pensás que en el poema que le escribió, Jaime nos dijo mucho de la personalidad de su amiga? Al principio le dice tonta, se lo repite. ¡Pucha! ¿Quién se atreve a decirle tonta a una de las mejores escritoras mexicanas del siglo XX? ¡Jaime! ¡Su amigo Jaime! Y lo hace porque, eso lo consigna al final, lo escribe en un estado donde el enojo le hace vomitar palabras que en otras condiciones resultaría ofensivo. ¿A quién le gusta que lo llamen tonto? Al final del poema, Jaime dice: “Ya no estoy enojado. Hace mucho calor en Sinaloa. Voy a irme a la alberca a echar un trago”. Ahí está Jaime de cuerpo completo. Vomitó su dolor, su coraje, ante la muerte de la amiga y luego, más sosegado, va a tomar su santo trago, el gran mitigador de las penas indecibles, otro gran amigo del poeta bohemio. En el segundo verso, Jaime dice que “sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara”. Su enojo le hace reclamarle a su amiga haberse muerto en un accidente tan casero, tan ínfimo; pero, en el primer verso nos da una opinión personal acerca de la vida de Rosario. En el primer verso, de entrada, la trata de tonta, pero explica el porqué: “sólo una tonta podía dedicar su vida a la soledad y al amor”. ¿Mirás? Ahí hay un rasgo biográfico contundente. Jaime le dice a su amiga que él siempre la vio hipotecar su vida en el recorrido de dos senderos donde la luz está ausente: la soledad y el amor. Rosario, después de todo, fue hija única desde el fallecimiento prematuro de su hermanito y quedó huérfana a edad temprana. Su soledad fue acompañada con el amor que le destinó a Ricardo, que fue como decir ¡nada!, porque Ricardo fue ojito alegre y no tuvo mayor atención para su compañera. Acá pues, en apenas un verso (privilegio de ojo poético) Jaime define a su amiga Rosario y la llama tonta por dedicar su vida a ese río seco. Y va más allá. Le dice: “…desperdiciada lámpara de día eras tú”. Es una imagen contundente. ¿De qué sirve una lámpara prendida cuando hay luz de sol? ¡De nada! Al contrario, es gasto de energía eléctrica. Acá, Jaime le dice que gastaba su energía personal en el recorrido de esos senderos. ¿Mirás? Apenas llevamos tres versos del poema de Jaime Sabines y ya nos descubrió parte importante de la personalidad de Rosario. En el siguiente verso, Jaime ya es un caballo desbocado, ya no se detiene ante el muro de dolor, lo salta y no sólo tonta le dice a Rosario, sino que, como Cornelio Reyna, se trepa a la nube más alta y le dice: ¡retonta!, “…rechayito, remadre de tu hijo y de ti misma”. ¿Es sólo el dolor lo que motiva a Jaime? Sí, la verdad es que sí, pero él tiene a Rosario como un espejo, la ve frente a frente y le habla a través de la grieta del enojo: “Huérfana y sola como en las novelas, presumiendo de tigre, ratoncito, no dejándote ver por tu sonrisa, poniéndote corazas transparentes, colchas de terciopelo y de palabras sobre tu desnudez estremecida” Jaime la conoce bien, le dice ratoncito y advierte que se escudó a través de su sonrisa, de corazas, de colchas bordadas en palabras, pero que, al final, no era más que una mujer con “desnudez estremecida”. Posdata: los amigos nos conocen más allá de corazas, de los estatus. Con los amigos nos quebramos cuando nuestros cristales están fracturados y con ellos recogemos los pedazos para tratar de unirlos.