martes, 11 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON EL ROSARIO DE JAIME (segunda y última parte)

Querida Mariana: el poema “Recado a Rosario Castellanos”, de Jaime Sabines, es un testimonial de la vida ante la muerte. En la primera parte del poema, Jaime nos entrega un vitral luminoso de la personalidad de su amiga. Ya, más sosegado, después de llamarla tonta, ¡retonta!, Jaime deja en segundo plano la imagen desnuda de Rosario y comienza a desnudarse él, da imágenes de lo que siente; en primer lugar le manifiesta que la quiere y que le duele “pensar que traen tu cuerpo” y, ya, poeta después de todo, grandísimo poeta se pregunta: “¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible rasparla de la lámpara, recogerla del piso con una escoba?” Los lectores sabemos que Jaime escribe este poema en Sinaloa, en algún lugar donde hay una alberca, desde ahí, lejos del Chiapas de ambos, insiste en su dolor y describe el protocolo a que fue sometido el cadáver de su amiga: “¡Cómo duele, te digo, que te traigan, te pongan, te coloquen, te manejen, te lleven de honra en honra funerarias!” Jaime, en tres versos, nos regala la imagen del vaivén que provocó ese “ratoncito”, falleció el 7 de agosto en Tel Aviv, el día 8 de agosto llegó su cuerpo a México (en un avión de belgian world Airlines), el nueve de agosto hubo un homenaje en el Palacio de Bellas Artes y ese mismo día fue enterrada en lo que se llamaba Rotonda de los Hombres Ilustres (hoy se llama Rotonda de las Personas Ilustres). En medio de una tarde lluviosa, de la multitud bajo paraguas o sacos cubriendo las cabezas, su ataúd fue conducido por seis cadetes del Heroico Colegio Militar. La entrada a la Rotonda está en Avenida Constituyentes, la misma donde ella tuvo su residencia. Jaime pide que no le hagan a él “esa cosa de los Hombres Ilustres, con una chingada”. A Rosario sí se lo hicieron, sus restos mortales reposan en la Rotonda. Jaime fue enterrado en el Panteón Jardín, de la Ciudad de México, sus biógrafos dicen que él pidió ser enterrado al lado de sus padres, el Mayor Sabines y doña Luz. Ningún lector interesado en la vida de Rosario buscaría datos de ella en un libro de poesía de Jaime; sin embargo, en la primera parte de este poema, Jaime la retrató de cuerpo entero. Rosario, dice Jaime, dedicó su vida a la soledad y al amor, por eso fue una tonta; y fue retonta por desvalida, por inerme, “por estar ofreciendo tu canasta de frutas a los árboles, tu calor al desierto, tu agua al manantial, tus alas a los pájaros” Y sin embargo, los lectores del mundo sabemos que los árboles recibieron sus frutos, el desierto se ennobleció con su calor, el agua de Rosario se incorporó al manantial de agua limpia y los pájaros volaron más alto. El “ratoncito”, que presumía de tigre, se abrió paso en medio de la jungla y se volvió árbol y manantial. Posdata: Jaime la conoció a cabalidad, fue uno de sus íntimos amigos. Su poema tiene el trato coloquial que se dispensa al cercano. Jaime padeció la muerte de Rosario Castellanos. Al final poeta, Jaime retrató a Rosario con un trazo bordado con palabras. Le habla a la amiga muerta, como si estuvieran sentados frente a frente, ante una mesa, bebiendo una cerveza y comiendo botanitas chiapanecas.