jueves, 13 de enero de 2022

CARTA A MARIANA, CON RASGOS HUMANOS

Querida Mariana: en la televisión vi y escuché una declaración del famoso cantante Juanes, dijo que odia las redes sociales, pero reconoció que su pareja las ama. Las Redes Sociales son el puente de comunicación de estos tiempos. Ya te conté que el día que me suscribí al Facebook me espanté, igual que Juanes dije: ¡ahí se ven!, pero alguien comentó: no te vayás, habrá marimba. ¡Y me quedé! Porque en ese momento supe que las redes sociales eran un importante medio para comunicarse con el mundo, y para cruzar el pantano sin mancharse el plumaje no debía ceder a la tentación de curiosear en vidas ajenas. Vos sabés que las redes sociales permiten ir de un muro a otro y comenzar a hurgar en vidas que no son las de tu entorno, sino de personas que viven en otros lugares y que jamás has visto en toda tu vida. Esto es aterrador, pero, de igual manera, es un atractivo apasionante, sobre todo para quienes somos escritores. Y a esto voy, los usuarios de las redes no debemos olvidar que ahí, en esas ventanitas hay seres humanos que comparten su mundo. ¿Alguien comparte algo más interesante que otro? No lo sé. Es difícil decirlo. Alguien podrá decir que no le interesa saber qué comió fulano de tal. Pero, pienso, a los expertos en nutrición les puede resultar de gran ayuda este tipo de información. El experto puede buscar qué comieron cien personas y tener datos interesantes para la elaboración de un ensayo científico. Las redes sociales nos permiten hallar mucha información sin tener que salir de casa o ir a molestar a los posibles informantes. No a todo mundo le gusta responder cuestionarios, pero sí todo mundo disfruta compartir lo que le gusta. Siempre estoy pendiente en una plática, llega el instante donde la persona que comparte conmigo el instante arrebata la palabra y no la suelta. Eso me encanta, porque a mí me gusta escuchar historias, me gusta ver lo que hacen los demás en el mundo. La gente disfruta hablar de sí, y esto lo comprobamos en las redes sociales, donde los usuarios comparten de todo en sus muros, ¡de todo!, qué comen, dónde descansan, qué piensan, a qué aspiran. Digo que los escritores tenemos, como nunca en la historia de la vida en la tierra, la oportunidad de estar en una pasarela donde el mundo camina frente a nosotros, con todos sus deseos, frustraciones, penas, alegrías, deseos, logros, corajes, disgustos. En el Facebook hallamos historias fascinantes, ¡todas! En el Comitán de los años sesenta hubo la costumbre de hurgar lo que sucedía en la calle a través de un ventanillo (¿aún existe la costumbre de andar chismeando así?) Era un entretenimiento maravilloso, respondía a una de las primeras motivaciones de los seres humanos: chismear en vidas ajenas. Pero era una visión limitada, porque se hurgaba en la vida de los que por ahí pasaban o los vecinos y no más (ahora, las cámaras que se colocan en la calle cumplen esta función). Pero, lo que tenemos en la pantalla, gracias a ser integrantes de esta comunidad, nos entrega una visión muy amplia. Entramos a las casas de amigos que radican en otras comunidades de México o de otros países y con ello miramos comportamientos diversos y nuestra vida se enriquece con las otras vidas, porque en esas ventanitas están sintetizados los sentimientos de los hombres y mujeres de estos tiempos, ahí están resumidas las motivaciones de estos tiempos de pandemia. Mientras te escribo esta carta abro mi Facebook y encuentro una serie de publicaciones que son como un muestreo del acontecer de este momento. Ahí hay personas, todas son mis amigas en esta red, algunas las conozco desde hace mucho y he convivido con ellas, pero con otras jamás he tenido un trato personal, nos conocemos e identificamos a través de este puente virtual. A menudo lo cruzamos y nos saludamos. Las orillas ya no son tan distantes. Como vos y como millones en el mundo, abro el ventanillo y miro lo que pasa en la calle, en esta inmensa avenida. Posdata: no olvido que ahí hay personas, hay vidas. Tengo abierto mi Facebook y leo lo que aparece en diez ventanitas, así como si estuviera frente a un edificio y viera de abajo hacia arriba lo que viven mis vecinos: José Ramón dice “Nuestro barrio” (en una foto tomada en dron, donde aparece el templo de Guadalupe); Edgar comparte un texto de Elena Poniatowska titulado: “El amor de la editora Cristina Urrutia a los libros infantiles”; Maricruz compartió una Arenilla en el muro de “Imágenes históricas, leyendas y personajes de Comitán”; Maricruz desea feliz cumpleaños a su hermana Yoli; Ari hace una recomendación dominguera: Caso 63, una historia en Spotify original; Rosaura pide compartir la información de un perrito perdido; Fernando desea un feliz cumpleaños a su papá; Sofía comparte una crónica escrita por Luis, acerca de un mural pintado en Yajalón y que fue destruido; Ricardo compartió un recuerdo: la presentación del desfile de la Colección Raíces y Colores Chiapanecos; y Gaby da gracias a todos por preocuparse por su salud: “aún me duele el porrazo, pero estoy bien, gracias, gracias”. Posdata: ¿mirás cuánta vida en apenas diez ventanas? El edificio que tengo enfrente tiene muchas ventanas, muchísimas; y en la red hay millones de edificios, millones de ventanas. No debemos olvidar que en el Facebook hay historias de vida de personas. De las diez publicaciones que copié nadie puede decir cuál es la más importante y cuál la intrascendente. Todas y cada una muestra una figura que completa el álbum alucinante que ahora conformamos con nuestras publicaciones diarias. Si nos detenemos tantito y reflexionamos observamos que ahí hay manos que se extienden para saludar, para abofetear, para tirar cosas, para acomodarlas, para pedir auxilio. Acá está la vida. La saludo con emoción cada vez que entro a mi muro y encuentro manifestaciones de vida. No tengo que salir de casa, basta abrir mi ventanillo y mirar el grandioso espectáculo de la pasarela de la vida. Juanes odia las redes, muchos con él; su pareja ama las redes, muchos con ella. Algún día dividiré el mundo en dos: entre los que aman el Face y los que lo aborrecen. Todo es manifestación de vida.