sábado, 19 de marzo de 2022

CARTA A MARIANA, CON LA PALABRA FIN

Querida Mariana: el 15 de marzo de 2022 me enteré del fallecimiento de don Rafa Pascacio López. Fue una noticia triste. Vos sabés que he sido cinéfilo toda la vida. La vida de don Rafa está íntimamente ligada con la historia del cine en Comitán. Fue dueño del Cine Comitán, del Cine Montebello y de los Cinemas Galaxia 2000. Los cinéfilos amamos las cintas que se proyectan, y, asimismo, amamos las salas cinematográficas. Las salas nos dieron alas. El cine ha honrado al propio cine, al filmar historias de artistas, de directores de cintas y, por supuesto, historias donde las salas son las protagonistas. Todo mundo recuerda la película italiana que obtuvo el Óscar a Mejor Película Extranjera: “Cinema Paradiso”. Muchas horas de mi infancia y adolescencia transcurrieron en las salas de don Rafa. Ahí lo conocí. Su oficina, pequeña, estaba al lado del vestíbulo del Cine Comitán, así que era común verlo parado en la puerta, pendiente de lo que sucedía. Cuando me enteré de su lamentable fallecimiento, un chubasco de imágenes me mojó el recuerdo, porque, insisto, la vida de don Rafa está íntimamente ligada con la historia del cine en Comitán, y como mi vida está tocada con esta historia, la vida de don Rafa está ligada a la mía. ¿Qué sucede cuando una cinta termina? Aparece la palabra FIN (THE END). Los cinéfilos se paran, se desperezan como gatos levantando los brazos, se ponen el suéter, toman el paraguas y abandonan la sala. La palabra FIN es como la orden para desalojar. El 15 de marzo de 2022 apareció la palabra FIN en la película personal de don Rafa. Su espíritu abandonó la sala de la vida, para siempre. Te he platicado que en los años sesenta exhibían dos películas; al final de la primera había un intermedio, para ir a la dulcería a comprar tortas o taquitos dorados (exquisitos, inigualables). Al término de la segunda película concedían otro intermedio y después de minutos iniciaba la transmisión repetida de la primera película. Había cinéfilos que no abandonaban la sala, porque algunos habían llegado tarde al inicio y veían el principio de la cinta o, eran tan fanáticos, que repetían. Cuento esto, porque ahora, todo mundo sale de la sala al término de la cinta. En aquellos maravillosos años había algo llamado “Permanencia voluntaria”. ¿Mirás qué concepto tan genial? ¡Permanencia voluntaria! Ésta se terminaba cuando ya las exhibiciones concluían y era la hora de cerrar la sala para abrirse hasta el otro día. Muchos cinéfilos en Comitán se quedaban dormidos, empleados del cine llegaban a despertarlos. Al final, las salas quedaban vacías. En los años sesenta, los domingos, los dos cines (el Comitán y el Montebello) se llenaban de cinéfilos. El cine, en ese tiempo, era la máxima diversión en el pueblo. En Semana Santa, por ejemplo, exhibían películas alusivas al tema de la crucifixión, las filas para comprar boletos eran inmensas, daban la vuelta. Pero siempre, llegaba el momento en que las butacas quedaban vacías. El silencio se apoderaba de las salas y, posteriormente, la oscuridad. El milagro de la luz entraba en pausa. La pantalla que había recibido los haces y dado vida a las escenas parecía bajar la cabeza y cerrar los ojos. Las salas quedaban silenciosas, oscuras. La palabra FIN había presagiado el cierre. A don Rafa le tocó vivir en varias ocasiones este presagio fatal. En el mundo las salas cinematográficas comenzaron a perder la competencia con la televisión y posteriormente con las video cintas. Comitán no fue la excepción. Don Rafa vio en el horizonte la palabra FIN y cerró el Cine Comitán y, posteriormente, el Cine Montebello. Don Rafa, con la colaboración de su hijo, el arquitecto Rafael, construyó las salas Galaxia 2000, al lado del bulevar, que se inauguraron el 6 de marzo de 1985. Don Rafa dejó de trabajar en los cines en 1999, cuando el mundo veía aparecer el letrero FIN de milenio. ¿Sabés cuándo llegó don Rafa a Comitán? En una entrevista que le hizo Paty Espinosa y que fue publicada en la gaceta Kujchil, don Rafa comentó que llegó en 1962; es decir, los años que dedicó al cine en Comitán fueron más o menos 37 años, 37 años en que estuvo pendiente de entregar diversión al pueblo comiteco. Por supuesto que los años relacionados con el cine fueron muchos más, porque él inició como cinéfilo desde chico, en Tuxtla Gutiérrez, y luego trabajó en el Cine Rex. En marzo de 1985, don Rafa inauguró las salas Galaxia 2000; 37 años después falleció. ¿Mirás las coincidencias en fechas? Parece de película. Treinta y siete años de su vida los dedicó al cine; y vivió el lapso de treinta y siete años del instante de inauguración de los cinemas hasta el día del adiós a la vida. En marzo de 2022 se apagaron las luces. La vida de don Rafa entró a la zona del silencio y de la oscuridad. El director supremo tomó el megáfono y dijo: ¡Corte! La palabra FIN apareció. Los comitecos deben continuar haciendo acopio de las historias particulares vividas en las diversas funciones del cine, esa será una manera de seguir aportando elementos a nuestra identidad. En este aporte deben aparecer los nombres de los personajes importantes en la vida del cine comiteco. La presencia de don Rafa es fundamental. En la entrevista que Paty le hizo, don Rafa compartió varias anécdotas, desde la vez que Juan Gabriel (el que llegaría a ser uno de los más grandes cantantes de México) entró a su oficina y se puso a llorar, porque no quería subir al escenario. Juan Gabriel era un jovencito que participaba al lado de los grandes artistas de la Caravana Corona; hasta la de los más asiduos cinéfilos comitecos. Oigamos la voz de don Rafa. Que sea una manera de honrar su vida, que sea una forma de agradecer su trabajo, trabajo que llenó de diversión a dos generaciones de comitecos. “Cuando estuvo el doctor Culebro como presidente municipal (años setenta) se prohibió a las personas fumar dentro del cine. Llegaba el doctor Culebro y era el primero que fumaba. Don Óscar L. Pinto no faltaba, llegaba todos los días al cine a las nueve de la noche, iba a sentarse solito, hasta atrás, sacaba su cigarro y se ponía a fumar. Cuando lo prohibieron ya no lo hacía, pero de repente veían el chispazo de luz y el policía le decía que apagara su cigarro. “Cuál cigarro, si no estoy fumando”. El policía lo dejaba en paz, porque no encontraban nada, pero al rato se volvía a ver el chispazo ¡y nada! Ya luego todos se dieron cuenta que don Óscar tenía un anillo de brillantes y, al limpiarse la cara, con el reflejo de la pantalla daba el chispazo y parecía que ¡estaba fumando!” Anécdota genial, ¿verdad? Don Rafa agregó más personajes comitecos que eran cinéfilos apasionados. Ya dijo que uno de los que no faltaban era don Óscar L. Pinto, quien fue un reconocido comerciante. Sus herederos siguen atendiendo la mercería, contra esquina del mercado Primero de mayo. Otra persona que no faltaba era el señor Crócker, quien atendía un negocio de venta de bicicletas y refacciones. No recuerdo haber visto a don Óscar L. Pinto, pero sí tengo en la memoria al señor Crócker a quien conocí en tiempos donde no estaba prohibido fumar en el interior del cine, porque recuerdo que se sentaba con el cigarro encendido y nunca prendía un cerillo, porque cuando el cigarro que fumaba estaba a punto de terminar prendía uno nuevo con la brasa del que tiraba. Pero dije que don Rafa, en paz descanse, en la entrevista con Paty mencionó más nombres. Mirá lo que dijo acerca de Ricardito: “Así también, don Ricardo Albores, quien, estuviera bebiendo trago con quien estuviera, a las cinco salía corriendo de la cantina o el lugar donde estuviera y se iba al cine, todas las tardes”. ¡Qué maravilla! Eran, por supuesto, otros tiempos. Comitán era una ciudad donde todo mundo se conocía. Mucha gente tenía una rutina dominical, donde el cine era parte esencial del descanso del trajín de toda la semana. Te he contado que iba a misa temprana, en Santo Domingo, ahí recibía el programa de los cines, corría por el parque, llegaba a casa que estaba a media cuadra (frente a donde ahora está el Súper del Centro), desayunaba tamalitos, con chocolate y pan; recibía la paga que me daban mis papás e iba al Cine Comitán, a la matiné, que terminaba como a las dos; otra carrerita, comer mole, con frijoles, tortillas y agua de lima; de nuevo la mano para recibir la paga para la entrada y los tacos dorados en el intermedio. Al salir del cine, como a las siete, dar vueltas en el parque central con los amigos. Muchos compas de mi generación, con algunas variantes, seguían esa rutina. Posdata: leí la noticia del fallecimiento lamentable de don Rafa, lo vi subir al escenario del Cine Comitán, pararse al centro, agachar su cabeza y agradecer. Vi a la audiencia, que ocupaba todas las butacas, pararse y aplaudir. Los reflectores se apagaron. Todo quedó a oscuras, todo en silencio. FIN.