miércoles, 9 de marzo de 2022

CARTA A MARIANA, CON OBJETOS DE UNA MAÑANA

Querida Mariana: las personas despiertan en las mañanas y se activan. Con ellas, los objetos también salen de su letargo nocturno. El día se llena de vida con el movimiento de las personas y de los chunches. Mirá esta imagen. Fue tomada una mañana de marzo de 2022, desde un auto. La señora, con los brazos cruzados, vio a quien le tomaba la fotografía. Ella esperaba a sus clientes. Los habitantes de Teopisca, maravilloso pueblo, saben su nombre. El auto pasó, como muchos otros. Pero, a veces, algunos se detienen en el puesto y mitigan el hambre. En los pueblos son famosas las señoras que, desde temprano, ofrecen antojitos para el desayuno. Se ponen en espacios públicos, plazas, terminales de autobuses, o, como en este caso, a la orilla de la calle. ¿Cómo se llama la señora que atiende este puesto, desde quién sabe cuántos años? Ella, con gran dignidad, con los brazos cruzados, con el mandil puesto, ve el movimiento de la mañana, el paso de los autos con la gente y espera a los clientes. A las cuatro de la mañana este espacio estaba vacío. En algún momento de la mañana, la señora de Teopisca llegó con las mesas, anafres, ollas, recipientes de plástico, manteles de plástico. Tal vez el “diablito” que acá se ve sirvió para transportar parte de los objetos. Me encanta cómo en la jornada laboral se junta el diablito con el ángel de la guarda de las mujeres trabajadoras. Pero este arribo fue el fin de un ciclo y principio de otro. Fue el fin del ciclo de preparación, desde la casa; y el inicio del ciclo de venta, de la espera de clientes. No sé a qué hora inicia la jornada de esta señora, no sé si labora todos los días. Hay señoras que trabajan de lunes a domingo. La necesidad obliga. No hay descanso. Por eso, mientras los clientes llegan, esta señora bonita de Teopisca se cruza de brazos y ve la vida pasar enfrente de ella. La vida apresurada. Ella está sosegada, pero quién sabe a qué hora comenzó su trajín en casa. No sé a qué hora se levantó para preparar todos los ingredientes de los antojos. ¿Qué vende? ¿Qué hay en esas dos ollas que están en los anafres? ¿Atolito, café, arroz con leche? ¿Vende tamalitos, tortas, tacos dorados? ¿Tiene salsa ese frasco de color amarillo? ¿En el contenedor de plástico hay pan? ¡Cuánta dignidad en el rostro de la señora bonita de Teopisca! Me gustaría pasar una mañana, hacer una pausa en el viaje y bajar para tomar un atole. ¿Ya viste el banquito con asiento circular? Estos banquitos me encantan, son los asientos aliados de la libertad. Los asientos con respaldo o con descansa brazos siempre tienen un rasgo autoritario, suenan a la voz del maestro cuando indica: ¡siéntate! En cambio, estos banquitos dejan que uno ponga su sentadera viendo hacia el Sur o hacia cualquier punto cardinal. Si tuviera la dicha de bajar (me conocés) no me sentaría en ese banquito que está en el arroyo vehicular, pediría permiso para sentarme del otro lado de la mesa, así vería lo mismo que ve la señora y podría platicar con ella. Me gustaría mucho recabar su testimonio de vida, para luego compartirlo con vos. ¿Alguien de Teopisca ha hecho este ejercicio? Estos testimonios completan la identidad de los pueblos. Espero que sus guisos sean exquisitos, que sean un grato recuerdo para quienes ahí pasan. ¿Cuántos años lleva en esa misma posición? ¿A qué hora instala su puesto? Sin duda que sale de su casa cuando todavía no asoma el sol. Las calles de Teopisca también despiertan con el traqueteo del diablito que lleva la mesa, los anafres, las sillas y el banquito. A la hora de la foto ya había sol, pero quien está sentada al lado de la señora bonita lleva una sudadera con la capucha puesta (debe ser del mismo equipo del Molinari, que en plena playa lleva suéter). Teopisca no es tan frío como San Cristóbal, pero sí es más frío que Comitán. De hecho, Teopisca está en la falda de las montañas para llegar a San Cristóbal. El Internet dice que Teopisca está a 1,800 metros sobre el nivel del mar, Comitán hermoso está a 1,600 metros sobre el nivel del mar (por eso tiene ese clima maravilloso) y San Cristóbal de Las Casas está a 2,200 metros sobre el nivel del mar (por eso hace frío sabroso). Cuando los viajeros van muy temprano a San Cristóbal o a la capital chiapaneca pueden disfrutar un cafecito caliente (pero con pan). Posdata: hay miles de señoras bonitas que colocan sus mesas al paso de los viajeros. Se levantan muy de madrugada, para brindar un atolito caliente que mitigue el frío. Ese atolito o café calientan el cuerpo y, también, el espíritu.