sábado, 26 de marzo de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN VIAJE ETERNO

Querida Mariana: falleció doña María Antonieta Alvarado de Utrilla. La pandemia ha sido una época aciaga. A todos los fallecimientos por contagio del virus se han sumado muchas otras muertes por causas diversas. Si la pandemia no estuviera, los fallecimientos normales habrían sido recibidos con pesar, pero con acompañamiento a los amigos y familiares. La pandemia ha hecho más nebuloso el camino. Como si fuera un cuento de terror, en el bosque no sólo hay árboles, también hay espíritus malignos; están detrás de los árboles esperando saltar al paso de los peatones. Murió doña María Antonieta y muchas personas, que en otro tiempo lo hubieran hecho, no pudieron acompañar a su familia en forma presencial, no colocaron un ramo de flores ante su féretro, no se persignaron ante el altar erigido en su memoria. Esto nos tocó vivir: tiempos aciagos. Esto le tocó vivir a doña María Antonieta. Ella, que fue una gran viajera, vivió en medio de la burbuja incierta de la pandemia. Su mirada también vio la vida un poco a distancia. Así, a distancia se inscribe su recuerdo, la memoria de sus actos. En la mañana del lunes 21 de marzo entré al Facebook y hallé la noticia lamentable de su fallecimiento: su nieta Lupita, destacada soprano, compartió su pesar. Tiempos difíciles. Para pasar el trago amargo que tenía en la garganta, tomé un sorbo del té de limón que acostumbro tomar en la madrugada. Recordé, entonces, una fotografía que compartió la escritora Clarita del Carmen Guillén donde aparece doña María Antonieta. Es la fotografía del recuerdo de los escritores asistentes al IV Encuentro Nacional de Escritoras “Rosario Castellanos”, que se celebró en abril de 1995, en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. La fotografía es un testimonio valioso del quehacer literario por parte de las escritoras chiapanecas. Es difícil un registro puntual, pero en la fotografía hay más de treinta escritoras, una de ellas es nuestra paisana. En Encuentros Nacionales posteriores hay más presencia comiteca, pero en esta fotografía de 1995, sólo están doña María Antonieta, Marvey Altuzar y Clarita. En años posteriores participaron María del Rosario Bonifaz, Lolita Albores, Marvey Altuzar, Leticia Román de Becerril, Lupita Alfonzo, Clarita Guillén y doña María Antonieta (en Comitán, de cariño le decimos doña Toñita). En la fotografía de 1995 está en la fila de atrás, tiene un peinado alto, elegante, característica de su personalidad. En la fila de adelante, justo delante de ella, está la poeta Dolores Castro, la gran amiga de Rosario Castellanos. Estos Encuentros Nacionales los coordinaba la poeta Socorro Trejo, Premio Chiapas, cuando laboraba en el Instituto Chiapaneco de Cultura, que dirigía el doctor Andrés Fábregas Puig. Esto que menciono es confirmación de la estima que provocó doña María Antonieta a nivel estatal. En abril de 1995, ella, Marvey y Clarita fueron embajadoras y representantes de Comitán en este encuentro de escritoras. El escritor Hernán Becerra, Premio Nacional de Periodismo, honró a doña María Antonieta al entregarle la Medalla Gloria Pino Ochoa, en 2016. Hernán Becerra fue más allá, en nombre de su Fundación instituyó la Medalla María Antonieta Alvarado Coello, presea que honra el nombre de la escritora recientemente fallecida y que en el año 2019 se entregó a la doctora Patricia Ramos Kelly (quien fue presidente de la Asociación Política Rafael Buelna Tenorio, de Sinaloa); a Lourdes Valdés Galán (fue presidente de la Confederación del Autotransporte de La Mujer); y a Alejandro Utrilla Alvarado (hijo de la reconocida y quien también, igual que su mamá, es escritor). El primer libro que leí de doña María Antonieta fue “Por los caminos de Europa”, donde caminé con ella y su esposo por calles de París. A doña Toñita le encantaba viajar. En cada viaje llevaba una bitácora y al regresar a Comitán daba forma a esas experiencias y las compartía con amigos y lectores. Doña Lety y doña Toñita coincidieron en sus nombres de escritoras, ambas emplearon los nombres de casadas, reconociendo los apellidos de sus esposos. Una firmó como Leticia Román de Becerril y la otra como María Antonieta Alvarado de Utrilla. Doña Toñita, en su libro “Viaje a Tierra Santa”, en un párrafo de la introducción dice: “Hoy, llena de nostalgia, describo este viaje que realicé en compañía de mi esposo, doctor Jorge Enrique Utrilla, con quien estuve casada durante sesenta años, quien siempre me apoyó desde el principio en mis inclinaciones literarias”. Hay un reconocimiento tácito de tres circunstancias esenciales en la vida de doña Toñita: la primera: su indeclinable vocación por el viaje; la segunda: su inclinación a plasmar por escrito sus testimonios vivenciales, con el agregado de la imaginación; y la tercera: el apoyo de su esposo para canalizar el deseo de compartir con los demás, a través de libros. El segundo libro que tuve en mis manos fue el libro “Cuentos de la abuelita”, que le editó el gobierno del estado de Chiapas. Ahí hubo una feliz conjunción: los cuentos de doña Toñita y las ilustraciones de Raúl Espinosa Mijangos, quien, actualmente, está reconocido como el caricaturista de Comitán. Un libro dirigido a la niñez. Luego me di a la tarea de conseguir el libro “De Chiapas al Oriente”, si ya doña Toñita me había llevado a Europa de la mano, tuve ganas de que me llevara al Oriente. Es el privilegio que tenemos los lectores, sin hacer filas en los aeropuertos o cargar maletas en los amplísimos corredores, tenemos la posibilidad de caminar otras ciudades, aspirar aromas exóticos y maravillarnos ante culturas lejanas, tan lejanas como las que se alzan en el Oriente. Conseguí el libro y, de nuevo, la autora me llevó a conocer ciudades de culturas milenarias. ¿Algo más? Sí, en diciembre de 2019 asistí a la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez para la presentación del libro “Viaje a Tierra Santa”, en ese momento leía una novela de Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura, autor nacido en Turquía, tierra donde viajó la autora. De nuevo, doña María Antonieta me llevó a pasear. ¿Mirás todo lo que le debo a doña Toñita? Sé lo que implica realizar un viaje a Europa, otro al Oriente, uno más a Tierra Santa; sé el dinero que ella invirtió en dichos viajes, para darse el gusto de la vida, de su vida. Como soy escritor también sé que ella invirtió tiempo, mucho tiempo, en hacer apuntes del viaje, para luego volver libros esos apuntes y entregarlos generosamente a los lectores. Porque sé que ella, igual que doña Lety, no publicó libros para hacer dinero, ¡no!, ella invirtió paga para compartir sus vivencias con amigos y con sus lectores, amigos después de todo. Doña María Antonieta, así lo confesó, tuvo “inclinaciones literarias”; es decir, su vocación le exigía pasar a palabras las imágenes pepenadas en sus viajes; pasar al papel todas las sensaciones, todas las miradas asombradas. Su bagaje cultural le permitió tener una mirada disciplinada y a la vez virgen. Los mejores turistas son aquellos que poseen un archivo de imágenes entrañables, quienes se han apropiado de elementos de su cultura y de la cultura general y hacen una fusión exquisita, jamás advertida. Cuando estas personas viajan lo hacen con la convicción de que cada línea de luz ilumina un caleidoscopio para diversión de niños y grandes. Doña María Antonieta, generosa, no se quedó con ninguna nube en su maleta de viaje, con todas las nubes formó un cielo propio y lo compartió con nosotros, a través de la lluvia de la palabra. Doña Toñita, qué genialidad, halló muchas coincidencias culturales en sus viajes. En lugares distantes encontró huellas del genio humano que unían a las personas de culturas tan opuestas. Posdata: doña María Antonieta falleció. La despedida la hacemos desde el andén. Sabemos que ahora no podrá darnos el recuento de este viaje, porque es el fatídico viaje sin retorno. A sus familiares les deja un legado de orgullo, a sus lectores amigos nos deja su obra que repartió en forma generosa. Si me lo permitís, querida mía, envío un abrazo respetuoso a todos sus familiares. Abrazo con respeto a Lupita, su hija, porque un día la vi y escuché en el patio de la primaria cuando, en un acto cívico, cantó esa de “la patita, de canasta y con rebozo de bolita, va al mercado…”, sin saber que muchos años después escucharía cantar a su hija, la soprano Lupita Guillén, quien no sólo cantó en patios escolares sino que ha cantado en grandes salas de conciertos del mundo; abrazo a Alejandro, su hijo, quien llegaba a la oficina de la dirección de cultura, que estaba en el Pabellón Municipal, frente a su casa, para saludarme diciendo: ¡hola, tocayo, cómo estás!; abrazo a Javier, su hijo, quien, al ser presidente municipal de Comitán, en sesión de cabildo, me brindó apoyo económico cuando fui a estudiar literatura en la UNACH. Abrazo a Margot, nuera de doña Toñita, quien, siendo directora del DIF municipal, brindó apoyo a las iniciativas de mi mamá cuando fue presidente de las Damas Voluntarias de la Cruz Roja. Abrazo a su nieta Toñita, a todos sus familiares, hojas dignas de tan hermoso árbol. halló muchas coincidencias culturales en sus viajes. En lugares distantes encontró huellas del genio humano que unían a las personas de culturas tan opuestas. Posdata: doña María Antonieta falleció. La despedida la hacemos desde el andén. Sabemos que ahora no podrá darnos el recuento de este viaje, porque es el fatídico viaje sin retorno. A sus familiares les deja un legado de orgullo, a sus lectores amigos nos deja su obra que repartió en forma generosa. Si me lo permitís, querida mía, envío un abrazo respetuoso a todos sus familiares. Abrazo con respeto a Lupita, su hija, porque un día la vi y escuché en el patio de la primaria cuando, en un acto cívico, cantó esa de “la patita, de canasta y con rebozo de bolita, va al mercado…”, sin saber que muchos años después escucharía cantar a su hija, la soprano Lupita Guillén, quien no sólo cantó en patios escolares sino que ha cantado en grandes salas de conciertos del mundo; abrazo a Alejandro, su hijo, quien llegaba a la oficina de la dirección de cultura, que estaba en el Pabellón Municipal, frente a su casa, para saludarme diciendo: ¡hola, tocayo, cómo estás!; abrazo a Javier, su hijo, quien, al ser presidente municipal de Comitán, en sesión de cabildo, me brindó apoyo económico cuando fui a estudiar literatura en la UNACH. Abrazo a Margot, nuera de doña Toñita, quien, siendo directora del DIF municipal, brindó apoyo a las iniciativas de mi mamá cuando fue presidente de las Damas Voluntarias de la Cruz Roja. Abrazo a su nieta Toñita, a todos sus familiares, hojas dignas de tan hermoso árbol.