viernes, 25 de marzo de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE HAY UN GAJO DE LUNA

Querida Mariana: desde 1926, cada 25 de marzo se festeja el cumpleaños de Jaime Sabines. En los primeros años, el festejo fue en su casa, con piñata, dulces y pastel; cuando fue adolescente el festejo fue con sus amigos en una mesa donde circulaban las cervezas; luego, ya mayor, celebró con su Chepita; y ahora, todo mundo lector de poesía, celebra su cumpleaños con la lectura de su obra. Jaime ya falleció, pero, como dicen los clásicos, sigue vivo a través de su poesía. En nuestro pueblo, no sé si en algún otro cuerpo del mundo, una amiga tiene tatuado un poema de Jaime en la espalda. Su amado la lee todas las noches. Qué elogio para Jaime. En Comitán agradecemos a Jaime el poema que dice: “¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán?” En el pueblo decimos: ¿Cómo puede nombrarse a Jaime en un amanecer? Mi amiga no necesita buscar, ella es el camino, ella es la palabra. ¿Cómo puede nombrarse a Jaime en un atardecer, a mitad de la noche, en la madrugada? La única manera correcta de nombrarlo es leyendo sus poemas. ¿Qué poeta se asoma a su balcón en intento de dedicarle un poema? ¡Nadie! Es un atrevimiento bobo querer volar al lado de un águila; ¿quién es el osado de jugar a ser río al lado del Suchiate? No se puede ser piedra cuando la condición obliga a sentirse orgulloso de ser minúsculo grano de arena. Mi amiga y su amado tienen el rosario en sus manos para nombrar a Jaime, cada huesito de la espalda femenina es una de las cuentas para contar la noche, el cielo y las cintas de luz. Pero, ¿y las muchachas bonitas que no tienen poemas tatuados en la espalda, cómo celebran a Jaime? Hoy que Sabines ya reposa en la tierra, ¿en qué oratorio le prenden veladoras? ¿En qué patio riegan la juncia fresca? ¿En qué cielo hacen los rituales para bendecir el aire? Porque en Comitán, Jaime bebió el aire, antes de beber su trago, antes de sentarse a la sombra de un pino en su rancho Yuria, en el glorioso municipio de La Trinitaria. ¿Cómo puede decirse Jaime en medio de la piedra, en el camino de la hoja seca? La comunidad de Jaime crece, en cada lectura su árbol se hace más inmenso. El festejo en su cumpleaños seis reunió a quince amigos, doce primos, ocho tías, una mamá y cuatro fantasmas de ancestros libaneses y tuxtlecos; al cumplir veintidós, el festejo se acompañó con música de una rocola, con música de Lara, ocho amigos (cuatro poetas, dos narradores y dos críticos literarios), nueve amigas (todas ellas amantes de la palabra, de la poesía, de las manos grandes, de los ojos claros, de las voces roncas, del ron y de la noche intensa). Su cumpleaños 73, ¡qué mierda!, lo pasó solo, en su tumba. No hubo una Rosario Castellanos que le escribiera un recado después de su muerte, una Rosario que dijera: ¿Cómo puede nombrarse a Jaime en la nube del éter? De acá en adelante ya no habrá festejo en el patio de su casa, no habrá la piñata colgada de una viga; ya no habrá más mesas de cantina ni camas de burdel; ya no habrá más recitales en Bellas Artes ni lecturas en cuartos en penumbra. De acá en adelante sólo el aire podrá llevar la palabra hasta su tumba, la palabra pronunciada por sus lectores, en cualquier parte del mundo, porque Jaime es nombrado cada vez que un lector bebe sus poemas en salas, en aulas, en reuniones con tufos intelectuales, en bodegas de mercados, en autobuses, en el Metro, en bardas, en paredes, en puertas de sanitarios públicos. ¿Y en Comitán? Como ya dije, acá, mi amiga abre el libro de su espalda y deja que su amado lo lea con la misma pasión desbordada con que Sabines escribió cada uno de sus poemas. Y ¿los demás? Qué hacen las muchachas bonitas que se sublimaron a la hora que el maestro universitario, con el libro abierto, leyó: “Los amorosos callan / El amor es el silencio más fino…” Posdata: todos los 25 de marzo hay marimba en la casa del lector de Sabines, hay trago, hay gozo. En Comitán no lo coronamos, como en su Tuxtla de nacencia; en Comitán le ponemos su reja de papel de china y bebemos comiteco en su honor; ya entonados damos las gracias por el poema que nos regaló, ese poema bonito que dice: “¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán?”