jueves, 31 de marzo de 2022
CARTA A MARIANA, CON CASAS QUE NO EXISTEN
Querida Mariana: somos las casas que habitamos. La vida y obra de Rosario Castellanos se vio tocada por las casas donde vivió. En nuestro pueblo están identificadas dos casas donde Rosario vivió de niña y de adolescente. La primera casa es donde ahora está el restaurante ‘Ta bonitío; la segunda está frente a la entrada del Pasaje Morales. Ambas casas tienen unas placas que dan testimonio de ello.
¿Y luego? Cuando Rosario fue a radicar a la Ciudad de México, lugar de su nacimiento, vivió en un departamento en la colonia Roma (Bonifaz dice que fue en la calle Bajío, en la colonia Roma Sur). Ella nació en una casa ya demolida, en la calle Insurgentes. Tal vez el edificio de la calle Bajío sigue intacto, más deteriorado, pero todavía de pie.
La que ya no está de pie fue la casa que compró el ingeniero César Castellanos, en la Ciudad de México, una casa con un entorno maravilloso, porque estaba frente al Bosque de Chapultepec. En su pueblo, por fortuna, en las dos casas donde vivió Rosario hay placas que la recuerdan. En la Ciudad de México ¡no! Si está de pie el edificio de la Roma Sur no tiene una placa que diga: “Acá vivió la excelsa escritora comiteca”. Y en la casa que fue propiedad de la familia, donde ella vivió y donde creció su hijo ¡tampoco!, porque ya no existe. Fue demolida, igual que la casa donde nació. ¡Claro! La gloria de su nombre está garantizada, porque ella está enterrada en la Rotonda de las Personas Ilustres (a pocas cuadras de donde fue su casa en vida), y escuelas, calles, plazas y bibliotecas llevan su nombre. Además, cada vez que uno de sus lectores abre uno de sus libros su nombre ¡resplandece! En este momento, vos y yo la nombramos y es como prender incienso en memoria de ella, porque la recordamos. Acá no hablamos de su obra ni aventamos teorías literarias, ¡no!, nuestra plática es modesta, sencilla, sólo advertimos que ella, como todos, estuvo marcada por las casas que habitó.
Es una lástima que ya no exista la casa frente al Bosque de Chapultepec. Esa casa era como extensión del bosque, lugar donde se posó el ave Castellanos. Esa casa era un testimonio vivo de la vida de Rosario. Esa fue su casa durante muchos años, los de cuando fue estudiante de la UNAM, de cuando se casó, de cuando nació su hijo. Ahí vivió hasta que recibió el nombramiento de Embajadora de México en Israel. Sin duda, fue la casa donde mayor tiempo vivió. Existen fotografías donde Rosario camina por una terraza, se acoda en un murete y mira el bosque de Chapultepec. ¿Imaginás ese privilegio? Pocos. Bueno, ahora muchos más tienen ese privilegio, porque, parece, donde fue la casa de Rosario ahora hay un edificio. En ese edificio muchas personas ven, desde los ventanales, el bosque que se abre ante su mirada. Ah, qué bendición.
¿Existe una placa en ese lugar que dé testimonio que Rosario vivió ahí? No. Al derruir la casa también se eliminó la constancia de ello. Por la trascendencia del personaje, ahí debería colocarse una placa que dijera que ahí vivió la gran escritora Rosario Castellanos, para que cuando pasen los peatones la rememoren, para que pueda servir de tema de conversación: ¿No es la que escribió el poema que está en Tlatelolco, por lo de la masacre del 68? ¡Sí! Es ella, la que escribió la novela “Balún Canán”. ¡Sí! Mi abuelo me cuenta que ella escribía en el periódico Excélsior, él leía sus artículos.
Sí, siempre es así, cuando un peatón se topa con una placa, se prende una lucecita, una lucecita que (nunca se sabe) puede ser sólo la chispa de un instante o un camino que abra otras ventanas. En el lugar de la masacre existe una estela que tiene un fragmento del poema “Memorial de Tlatelolco”, cuya autora es Rosario Castellanos. Las palabras que escribió Rosario son como una veladora permanente para los caídos y una reflexión constante acerca de los abusos del poder. Sus palabras fueron elegidas para perpetuar ese tiempo de horror.
Digo que es una pena que derruyeran la casa donde vivió. Ese acto fue como talar un espléndido árbol del bosque. ¿A nadie se le ocurrió que esa casa podría ser como una casa museo, un lugar de lectura, de creación? ¿A nadie se le ocurrió que ese lugar donde ella dio a luz tantas obras literarias podría ser un lugar donde se honrara su memoria, se honrara el fuego del arte?
Posdata: la casa estuvo en Constituyentes número 171. Si uno entra al Google Maps (genial herramienta tecnológica) puede hacer un viaje en el tiempo. En ese lugar puede verse una imagen de 2008, se aprecia la casa que ahí había; hasta 2017 se conservaba esa casa. En noviembre de 2018 ¡ya no está! Sólo se advierte una barda que impide ver las obras en construcción que se realizan en ese espacio. La imagen que se ve en 2008 ¿corresponde a lo que fue la casa de Rosario Castellanos? No lo sé. Quienes conocieron la casa de la escritora pueden decir con certeza.
El 30 de marzo de 2022 falleció alguien que estuvo muchas veces en esa casa: la poeta Dolores Castro, amiga íntima de Rosario; otra Lolita también conoció esa casa, ahí vivió un tiempo: Dolores Albores, nuestra paisana.