domingo, 20 de marzo de 2022

CARTA A MARIANA, DESPUÉS DE DOS AÑOS

Querida Mariana: hace dos años, en marzo de 2020, la Secretaría de Educación informó que se suspendían clases, antes del periodo vacacional, por la inminente presencia del Coronavirus. El periodo vacacional de Semana Santa fue de cuatro semanas en lugar de dos. Y todo mundo fue a su casita, como El Jibarito, loco de contento. La frase de despedida fue: nos vemos dentro de un mes. Y cuando se cumplió el mes, el mundo mostraba un rostro apabullante. La pandemia arrasaba en el mundo. Miles y miles de contagiados y miles y miles de personas fallecidas. Lo que se había previsto como un chipichipi se convirtió en un aguacero, en una tormenta, y ya no bastó el paraguas. En muchos países del mundo se dictaron normas de confinamiento y la gente permaneció en sus casas. Los patios, los restaurantes, las calles, las plazas, los cines, los cafés y todo espacio público quedaron vacíos. Por primera vez en el siglo XXI hubo fotografías de capitales del mundo donde todo estaba desierto. Y el regreso a las escuelas no se dio de manera presencial. Por primera vez las clases se volvieron virtuales. Los alumnos permanecieron en sus casas, igual que los maestros, y el proceso de enseñanza aprendizaje se dio a distancia. El patio de la escuela, espacio social por excelencia, quedó sin los gritos, carreras, risas y juegos de los alumnos. Todo presentó un rostro triste. Los medios de comunicación buscaron en sus archivos y nos presentaron imágenes del siglo pasado donde pandemias provocaron similares destrozos. Y ya van dos años de pandemia y, como dice mi amigo Marco Polo: a esto no se le ve el fin. ¡No! La pandemia continúa. Los expertos acuñaron un término: nueva normalidad, para designar los tiempos que se viven en medio de la emergencia sanitaria; ya explicaron que el virus llegó para quedarse. No se irá. Con el tiempo (no saben predecir el lapso) el virus será endémico; es decir, ya no causará los millones de contagios ni los lamentables millones de fallecimientos. Ellos explican que, eventualmente, alguien dirá: murió por contagio del virus, serán fallecimientos ya sin las grandes cifras que se dieron en estos dos terribles años. Las escuelas han vuelto a clases presenciales. Lo han hecho en forma escalonada y con diversas estrategias. Los expertos han manifestado que estas pandemias serán recurrentes en el futuro. Los países deben preparar sus organismos de salud y de educación, para enfrentar dichas emergencias. Lo mismo con todos los demás servicios que mueven el mundo: la producción de alimentos y distribución; la actividad empresarial, el comercio. En estos dos años quedó de manifiesto que el mundo no estaba preparado. Dos años después ya existe un aprendizaje, que no todos han recibido. Muchas personas han ignorado las duras enseñanzas. Quienes quedaron en casa reconocieron el trabajo de muchas personas que, en motocicletas, bicicletas o autos, han llevado los productos a casa; asimismo, en todo el mundo quedó de manifiesto la importancia de la cultura en el proceso vital, porque la vida se vio afectada, pero continuó. Millones han muerto, pero muchos más millones seguimos vivos, gozando el aire, purificando los espíritus, agradeciendo la vida. Los chunches tecnológicos han hecho menos dramática esta situación dantesca. La cultura ha sido ventana para que entre el aire y la esperanza. Ha sido emocionante tomar cursos por zoom, ver conferencias, asistir a congresos desde casa, ver películas en plataformas, comprar libros electrónicos y leerlos, disfrutar conciertos. Bueno, con decir que esta pandemia, a diferencia de las anteriores, no ha sido tan extenuante gracias a que las personas pueden comunicarse con sus afectos a través de mensajes por WhatsApp o en video llamadas. La ciencia y la cultura han sido ventanitas para poder cortar frutos sanos. Por mi parte, todos los días te he enviado cartas, para poner una hierbabuena en tu corazón. Agradezco a Dios esa bendición, qué bueno que existen los chunches tecnológicos que me permiten estar en comunicación con vos, con otras personas. Cuando el mundo cayó en la cuenta de la situación tan dramática pidió el milagro de una vacuna. Una mañana el mundo se enteró que la vacuna había aparecido, pero no fue lo esperado. La vacuna protege (pero no impide el contagio). El contagio continúa, pero ya no causa los estragos iniciales en personas que han recibido las dos dosis más la de refuerzo. Al principio muchos paisanos queridos, valiosos, fallecieron. Hoy continúan los contagios, pero, gracias a Dios, muchos, muchísimos, conocidos y amigos se cuidan en casa y logran superar la enfermedad. Algunos presentan secuelas, porque el virus es agresivo, letal, pero, las terapias logran que la vida tenga un rostro menos de piedra. Posdata: ¿Y ahora? ¿Cuándo terminó la pandemia de la peste? No existen datos precisos. Pero, como dicen los optimistas, siempre que llovió ¡paró! Ojalá esto cese pronto; ojalá la vida retorne; ojalá la nueva normalidad sea la normalidad de antes. Mientras tanto, los patios de las escuelas han vuelto a tener vida con la risa y las carreras de los alumnos, han recuperado su vocación social y abren los brazos para abrazar la existencia. Los cubrebocas siguen estando presentes, nos recuerdan que esto no ha terminado, nos dicen que esto sigue, dos años después. Hace dos años pensamos que la cosa sería pasajera. Lo fue, lo es, ha pasado, pero sigue pasando. Este tren tiene muchos vagones, no termina de pasar, como viejo tren sigue contaminando nuestros cielos con su vapor pavoroso.