viernes, 15 de julio de 2022

CARTA A MARIANA, CON COINCIDENCIAS CULTURALES

Querida Mariana: quienes aman viajar hablan un idioma especial. La comiteca que viajó a París este año o el anterior tiene una coincidencia cultural con la sueca, con la hindú, la japonesa y la rusa que también estuvieron en esa maravillosa ciudad y visitaron el Louvre, caminaron por la orilla del Sena y estuvieron en Montmartre. Nuestra paisana posó su mirada en los mismos espacios donde las miradas de ellas también hicieron un nido instantáneo, claro, sus lecturas fueron muy especiales y únicas, pero si las sentáramos juntas, frente a una mesa con fotografías de los tres espacios, una cinta de luz las uniría, como si hablaran el mismo lenguaje. No sólo reconocerían los espacios que ya serían comunes, sino que, también, las uniría el tiempo compartido, un tiempo de pandemia, que modificó la rutina. Las cinco mujeres, a pesar de sus diferencias culturales, sobre todo del idioma, compartirían una experiencia cercana. Esta cercanía no sólo se da en quienes trepan a aviones, autos, ferrocarriles, yates o burros, ¡no!, también aparece en quienes comparten gustos en diversas manifestaciones del arte. Quienes aman el cine y son fanáticos, por ejemplo, de la obra de Fellini, hablan el mismo idioma, sin importar en qué lugar del mundo vivan. Lo mismo sucede con la danza, con la pintura, con la literatura, con la música. Hay una cercanía inmediata en los seguidores de las canciones de Maná o de Santana o de Who o de Beethoven o de Mozart o de Los Tigres del Norte. He viajado a París a través de la literatura, del cine y de Google Maps, pero jamás tendré el referente cultural de quien ya caminó esa ciudad. No obstante, sí tengo cercanía con los millones de personas que han leído “Rayuela”, de Julio Cortázar. Imaginá un salón donde hay diez lectores que han leído y releído “Rayuela”, porque es una novela que les gusta mucho y que los diez lectores son hablantes de lenguas diferentes. Las diez personas tendrían una incapacidad natural para comunicarse en forma oral. Imaginá que estás frente a un hablante de japonés, de ruso y de polaco, idiomas que desconocés, ¿cómo entender lo que ellos dicen? La posibilidad de comunicación es muy difícil. Imaginá estar frente a un libro escrito en chino. ¡Pucha! Te sorprendería la belleza de los ideogramas, pero nada entenderías. Sin embargo, y es lo que deseo expresar, los lectores de “Rayuela” tienen una hermosa coincidencia cultural. El que habla español o francés podría, perfectamente, abrir el libro en el famoso capítulo 7, ¿lo recordás?, el que dice: “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca…” Vos sabés hablar inglés, yo no, sin embargo, si estuviera frente a la versión gringa o inglesa y leyera: “I touch your mouth, with one finger I touch the border of your mouth…”, entendería de inmediato, porque es un puente que he recorrido varias veces y juro que abriría el texto en japonés y al ver los primeros ideogramas, sin saber ni papa de ese idioma, “sabría” que ahí, de derecha a izquierda, dice: “Toco tu boca…” Es una obviedad lo que digo, pero a mí me sorprende, porque ahí hay un punto de contacto, como el primer paso para cruzar un puente inalcanzable. Los viajeros que han estado en los mismos lugares tienen ese punto de contacto, es como si hubieran leído el mismo capítulo, esta cercanía les permite coincidir, ser hermanos de estrella. Posdata: es posible que seás amiga de un lector apasionado de la obra del brasileño Paulo Coelho aunque, sin duda, te llevarás mejor, digo yo, con un lector apasionado de la obra del brasileño Rubem Fonseca. Las coincidencias culturales son huellas de las personalidades. La vida es un poco como señalaba Chico Che: “los nenes con los nenes, las nenas con las nenas”; es decir, los amantes de Mozart con los amantes de Mozart; los amantes de los Cuisillos con los amantes de los Cuisillos. Puede existir amistad entre un fan de Mozart con un fan de los Cuisillos, pero habrá mayor entendimiento entre pares: “los Cuisillos con los Cuisillos, los Mozart con los Mozart”. Posdata: la fórmula es sencilla, si a vos no te gusta el cine de terror, será difícil ceder ante la permanente invitación por parte de tu pareja que sí es fanático de ese género cinematográfico. Los buscadores de oro en minas tienen pocos puntos de contacto con quienes, todas las noches, buscan estrellas en el cielo.