viernes, 1 de julio de 2022

CARTA A MARIANA, CON MEZCLAS SUBLIMES

Querida Mariana: ¿has pensado cómo los extremos pueden unirse? A veces, las mezclas más excelsas provienen de la unión de esos extremos. Antónimo de frágil puede ser fuerte. Te he contado muchas veces que a mí me fascinan esos cercos de piedra que aún, gracias a Dios, existen en algunos lugares. Cuando fui niño, en la ciudad había muchos terrenos que tenían esos muretes prodigiosos. En los años sesenta Comitán era una ciudad tranquila, maravillosa, sigue siendo una ciudad maravillosa, pero ya no es tranquila, a veces la intranquilidad, boba, se sienta en un butaque como si fuera la dueña de nuestros destinos. ¡Asquerosa! Cuando pienso en la fragilidad y en la fortaleza la imagen que aparece es el cerco de piedra. ¿Qué cosa puede ser más fuerte que una piedra? Pocas cosas, la piedra es de gran fortaleza; pero, a la vez, ¿qué puede ser más frágil que ese derroche de piedras encaramadas, sin argamasa que los una? A mí me fascinaba la barda que rodeaba el corredor externo de la Escuela Preparatoria de Comitán. Estaba hecho con piedra y con celosía de ladrillos, la clásica celosía de triángulos. Era un “cerco” resistente, permitía que los muchachos nos acodáramos en él o, incluso, que nos trepáramos para sentarnos ahí. Desde ese mirador observábamos la calle, las mujeres con rumbo al templo o al mercado, el nevero, el que ofrecía tacos dorados o el que vendía raspados, las niñas con su pasito coqueto. Ese murete, con una altura apenas mayor a un metro, nos regalaba la imagen de la fortaleza, a pesar de tener vacíos en su celosía. Pero, los cercos de piedra, a pesar de estar hechos con una materia tan dura, son la viva imagen de la fragilidad. Sin embargo, también son la imagen del prodigio, porque, precisamente por su fortaleza, se mantienen “bien armados”. Sólo demuestran su fragilidad cuando alguien, por maldad, empuja alguna piedra de la parte superior. Camino por senderos donde me maravillo ante ese derroche de la mezcla más fantástica del universo: lo frágil con lo duro. Cuando estoy frente a un cerco de piedra siempre me detengo más de un minuto. Si me es posible me acuclillo tantito, tantito dije, recordá que ya mis piernitas no tienen la flexibilidad de las tuyas. Me detengo a observar la belleza de las texturas de las piedras, de los tonos que adquieren al paso de los años, pero, sobre todo, observo ese increíble equilibrio que mantienen. No da mi cabeza. No logro comprender cómo se da esa magia. Sí sé que, como dictaría el sentido común, las piedras más grandes las colocan en la base y conforme sube el muro las piedras son más pequeñas. Los muretes de piedra son de una fragilidad extrema y, sin embargo, se mantienen orondos, venciendo a la gravedad. Cuando fui niño caminé en algunos lugares rurales con mi papá, él siempre, igual que yo, se sorprendía con estas construcciones humanas y fue él quien indicó esa mezcla fabulosa, la dureza de la piedra con la fragilidad de la estructura. Cuando caminábamos siempre me decía que estuviera pendiente del momento en que aparecería una lagartija por los huecos. Jamás falló el universo, siempre aparecía una cabecita de lagartija a nuestro paso y luego la carrera del animalito. Señalaba y mi papá sonreía, como si dijera que él era mago y había logrado la bendición. A veces quise hincarme para husmear por los huecos, pero mi papá no lo permitió, decía que mi mamá se enojaría al ver manchadas las rodillas del pantalón. Ahora pienso que, además, él no lo permitía porque los niños somos imprudentes, tal vez pensaba que al hincarme e irme hacia adelante buscaría apoyo y mi mano empujaría el murete y éste se iría hacia abajo, abriendo un enorme hueco en el aire, un hueco indescifrable, misterioso. Posdata: siempre que un papá pregunta cuál debe ser la forma ideal para educar a un hijo, nada digo, porque yo qué voy a saber, pero en lo interno pienso que debería ser algo como esta mezcla entre la dureza y la fragilidad, la dureza sería algo como firmeza y la fragilidad algo como ternura. Qué difícil unir extremos que parecerían paralelas eternas. La grandeza sólo se da en estos muretes fantásticos.