martes, 12 de julio de 2022

MUJER SUBLIME

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que tienen el cuello de jirafa y mujeres que tienen cintura de hipopótamo. La mujer cuello de jirafa es la creación más sublime del universo. Todo mundo sabe que las extraterrestres más bellas tienen el cuello largo. Las terrícolas que gozan de este don son especiales. Esto lo supo Modigliani, por eso las mujeres que tuvieron la gracia divina de ser retratadas por el pintor genial supieron que eran las más bellas de esa época. Aún ahora, los artistas plásticos van a mercados, plazas y templos en búsqueda de la mujer cuello Modigliani para inmortalizarlas y, a la vez, volverse inmortales, porque la gracia divina de un cuello perfecto convierte en oro todo su entorno. Esta mujer es Midas, tiene el embrujo del Sena y la fragancia de una orquídea. La mujer cuello Gioacometti alarga la pasión, su cuello es como un cuento de las Mil y Una Noches, el amante siempre se queda con el deseo. Ella es amante experta, sabe que si alguien corta el fruto en forma temprana la sed se cancela. El amante de una mujer cuello de jirafa sabe que es el fruto más exquisito de la sabana, puede pasarse toda la vida buscando la ventana del sueño, el aroma del jardín renacentista. La mujer cebra es fabulosa para jugar rayuela o ajedrez vertical o para tocar una canción sencilla en un piano natural; la mujer león es la mejor pareja para jugar el interminable juego de la gacela o del venado a mitad de la noche; la mujer rinoceronte es la mejor rascadora de espaldas y de traseros; pero, la mujer cuello de jirafa es el mejor tobogán para jugar canicas, tubo de fantástico caleidoscopio, periscopio de submarino, submarino en el mar del aire. Una vez estaba en un café al aire libre y vi una mujer cuello de jirafa, homenaje a Modigliani. Ella estaba sentada en una mesa de enfrente, debajo de una sombrilla dorada. Cuando el mesero le sirvió una taza de café, ella se puso las dos manos en su cuello, sus brazos ocultaron sus pechos. Con las manos en el cuello levantó la cara hacia el cielo, cerró los ojos y comenzó a darse un masaje. Ella estaba olvidada del mundo, pero el mundo comenzó a recibir el aura de su fulgor. Un anciano que estaba en la mesa de al lado, dobló el periódico y dejó de leerlo, vio a la chica y su rostro tomó un brillo de vida que fue como si él recibiera ese masaje y las arrugas dejaran su condición de pantalón viejo. ¡Sí! El cuello de la chica brillaba como brilla la luz en una pista de antro, como baila la luna en el estanque a media noche. Al frotar sus manos un perfume apareció e inundó la calle, las ramas de los árboles, un colibrí se acercó y aleteó varios minutos, suspendido en el aire. El colibrí, igual que el viejo y yo, dudaba en acercarse más para recibir el dulce que, como rayo, brotaba de ese sol alargado, etéreo, fino y sensual. Esa mañana supe que había tenido la suerte de presenciar algo superior a un arcoíris en tarde lluviosa o a una parvada de gansos en un cielo azulísimo o las cascadas de Iguazú. La mujer cuello Modigliani es remo para el barco azul de la vida; es prima hermana de las gansas de los cuentos infantiles, hebra fina en la cama, bastón para el ánimo en su vejez, escenario, paso de danzón o de tango, cortinaje de teatro, luz de led, fibra óptica, ola de sueño, huella en la arena. Sus mejores sonrisas son en glorioso blanco y negro, mirada por encima de la barda, pasos armoniosos a mitad de laberinto. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que duermen en azoteas, y mujeres que esconden sus sueños adentro de almohadas.