sábado, 10 de enero de 2009
LOS TOLERANTES
¿Cuándo escuché la palabra Tolerancia por primera vez? Cuando era niño ningún adulto comiteco la empleaba.
Yo tenía mis juguetes y no me gustaba prestarlos a nadie. Mi mamá era mía y de nadie más (soy hijo único). Tal vez por esto cuando tengo un afecto quiero que sólo sea para mí (y la vida se encarga, siempre, de demostrarme que ellas pertenecen al mundo que, a su vez, no pertenece a nadie). Tal vez, entonces, por esto ahora soy tolerante.
El mundo actual es lo más intolerante que puede existir en el universo y, sin embargo, la palabra tolerancia se ha vuelto muy famosa.
Los políticos dicen que habrá Cero Tolerancia para la Violencia y los violentos -imagino yo- rezan todas las mañanas el rezo que dice: "Cero tolerancia para todo mundo pacífico". Y así la llevamos.
En fin, lo que quiero confiarles es que en casa, de un tiempo a la fecha, nos hemos vuelto tolerantes (tal vez de más, tal vez ya casi estamos dispuestos a poner la otra mejilla). La Paty tolera mis excesos y yo tolero los de ella y así, entre excesos tolerados, creamos un clima que para otros puede parecer ficticio, pero que a nosotros nos da un cielo limpio de nubes oscuras. Tal vez este clima ha contagiado a medio mundo y el guasú (cotorrita australiana) y el Misha (gato enorme sin pedigree) han olvidado sus tendencias naturales. Ambos animalitos son poblanos y se adaptaron perfectamente al clima de Comitán. El gato todas las mañanas sale al patio, se esconde debajo de una maceta y espera los pajaritos para perseguirlos de manera infructuosa; la cotorra permanece en su jaula elevada y tiembla cuando el gato, desde abajo, se relame los bigotes. Pero cuando Paty saca al guasú y lo acerca al gato, éste se vuelve tolerante y permite que el pinche cotorro se pasee a sus anchas por su territorio.