martes, 6 de enero de 2009

Recado para doña Lolita Albores



Querida doña Lolita, leí el blog del maestro Melgar y me enteré que hoy "cumple" usted tres años de estar en la otra región. ¿Cómo le va? Imagino que allá no existen estas broncas de cambio climático o de recesión. Imagino que allá no hay esto de las tortillas con asiento o de los panes compuestos. Imagino que allá tampoco existe esto que acá llamamos crónica. Allá, imagino, todo es como una luz infinita, como un sin estar eterno. Hoy escribo esto como un recuerdo a su memoria.
¿Sabe qué privilegio me reservó Comitán ahora que regresé de mi estancia de diez años por Puebla? ¡Vivo en una calle que lleva su nombre! ¡Sí, juro que es cierto! En la casa de la esquina hay una placa de color azul con letras blancas que dice: "Avenida Dolores Albores Solórzano", pucha, qué orgullo, ¿no? Y lo más bonito es que es la quinta avenida. ¿Se acuerda del poema que escribió y que así se llama?
Una vez me pidió que yo le dijera uno de "mis poemas", yo le dije que debía leerlos y usted, sorprendida, me dijo: ¿Cómo es posible que no te acuerdes si tú eres el autor? Ay, doña Lolita de todos los chimbos, de todos los africanos, de todos los turuletes, usted creía que todo mundo era como usted. No, no, en el mundo hay pocas memorias privilegiadas. Por esto, el otro día oí decir a alguien que en el mundo no hay personas insustituibles, y yo estoy de acuerdo, pero, ¿sabe qué? Usted hace falta en nuestro Comitán.
Un abrazo, querida doña Lolita, donde quiera que esté. (¿De verdad, allá no existe esto que acá llamamos Jocoatol?).