lunes, 13 de abril de 2009

CARTA A ALBERT EINSTEIN


Dear Albert. Sé que es muy pedante que te tutee y que inicie esta carta en inglés, pero así como el tiempo es relativo, también lo es la pedantería (y también relativo mi conocimiento del inglés porque sólo sé decir Dear Albert. Hace como diez años Mariana me envió una postal desde Irlanda y le puso Dear Alejandro. Supuse entonces que el Dear significa algo como querido, como inolvidable, como afectuoso, y esto es precisamente lo que quiero decirte. Así pues, disculpa que te tutee y que comience esta carta diciéndote Dear Albert).
En fin, mi querido Albert, ahora sé que estás preguntándote por el motivo de esta carta. Es simple. Mariana (sí, la misma que hace diez años me envió la postal, quien ahora ya está más crecidita en todos los sentidos y radica en Comitán) me dijo el otro día que la poesía de Fabio Morábito la hace volar más rápido que la velocidad de la luz. ¿Lo imaginás? Esto entonces más que carta es como una pregunta en el salón de clases: ¿Es posible que la palabra logre este prodigio? Según vos, si el hombre lograra viajar a una velocidad más allá de la velocidad de la luz su tiempo se alteraría. Mientras los demás mortales envejecerían al ritmo del tiempo normal y contabilizarían su vida en años, el viajero interespacial lo haría en minutos o días. ¿Así es o me equivoco?
¿Quiere decir esto, Beto, que mientras Marianita lee poesía ella permanece como una mota de polvo eterno y yo, mirándola, me hago más viejo de lo que soy, igual que los demás mortales? ¿Es posible que la palabra (la palabra exacta, la palabra precisa de la poesía) sea como la fuente de la eterna juventud?
No sé, puede ser sugestión, pero te juro que desde el día que Mariana dijo esto, yo la veo como más resplandeciente, como más limpia de niebla. Hace como dos meses distinguí en su rostro una línea arrugada y ¡ahora ya no la tiene! ¿Esto es posible? ¿La palabra puede, incluso, revertir el proceso de envejecimiento? ¿Si Marianita sigue leyendo poesía regresará al tiempo en que era niña, volverá a enviarme postales desde una Irlanda pasada en este presente?
Ahora bien, Albert, ¿por qué miles de lectores de poesía envejecen? ¿No se supone que debería sucederles lo mismo que le sucede a Mariana? ¿Acaso no todo mundo tiene la sensibilidad para hallar la puerta exacta donde se vuela a la velocidad de la luz e incluso se rebasa?
Tal vez cada lector deba hallar al poeta que lo haga volar. Dicen, yo no lo sé, que hay mujeres que tienen el misterio contrario. Son como hoyos negros que absorben toda la luz de sus amados. Por esto, tal vez, durante siglos y siglos se ha demostrado que la lectura de poesía es menos perniciosa que la lectura de los signos en la piel de las muchachas bonitas. Pero parece que ya me salí del tema. No creo que vos tengás mucho conocimiento en esto último. ¿Qué ecuación se logra cuando un hombre diseña un fractal sobre el seno de una muchacha?
¿De dónde sale la luz, de dónde la palabra? ¿Por qué los humanos nos empecinamos en darle un origen al universo? ¿Vos, nunca pensaste en que el universo es eterno y por lo tanto no tiene principio ni fin? Es difícil para el simple pensamiento humano considerar esta teoría, ¿verdad?
Me da gusto que Marianita esté cada vez más llena de vida, pero, al mismo tiempo, me preocupa que ella sea lectora de un solo autor. El mundo no se concentra en la palabra de Morábito, ¡hay más! Antes, a Marianita le gustaba leer mis textos, ahora, ¡claro, es comprensible!, ya no los lee.
Leía a Octavio Paz, a Carlos Fuentes, a Sor Juana, a Navokob, a Yourcenar, y ahora ya no lee a nadie más que a Fabio. ¿Será que está enamorada de él? Y pensar que yo mismo le indique el camino. Así sucede en esta vida, Albert.
Bien, ya me despido. Resulta simpático pensar que te quité un poco de tu tiempo, a vos, que dedicaste todo su tiempo al estudio del mismo.
¿Puedo esperar tu respuesta? Mariana, ¿descubrió algo valioso o es una simple ocurrencia, una simple treta para hacerme obvio su enamoramiento? ¿Te digo algo, por último? Me caen mal las muchachas que se entregan a un solo poeta, ya no las tolero.