viernes, 17 de abril de 2009

LA CASA DE TODOS LOS DÍAS


¿Qué es una casa? ¿Exagero si digo que es algo como la caricia de una madre? No sé ustedes, pero cuando llego a casa, cuando estoy en ella, yo siento mucha tranquilidad. Fuera de casa debo estar pendiente de no resbalar en las banquetas o de evitar los autos que pasan desenfrenados o de no pisar sobre una cáscara de plátano o de mango (a mis paisanos les encanta botar las cáscaras sobre el suelo). En mi casa todo -dentro de su modestia y desorden- está limpio y ordenado. Dedico varios minutos al día a conocer mi casa. Desde el día que llegué (hace ya casi un año) comencé por la pared que colinda con el terreno de a lado. Es un muro de esos que llaman divisorios, divide mi propiedad con la del vecino (¿existen muros que no sean divisorios?). Del lado de mi casa está pintado de amarillo, entiendo que mi suegro mandó a pintarlo de ese color y yo lo he respetado (en parte porque no tengo dinero para cambiarle el color y en otra parte porque dicho color me recuerda que muchas cosas están embarradas de sol, de oro). Cada día reviso un pedazo, me voy apropiando de él poco a poco. El ejercicio pareciera inútil, pero no lo es. A veces me coloco al lado de la pared, en medio de las macetas con orquídeas, y miro el cielo y pienso en la sensación del hombre que estuvo así, igual que yo, frente al Muro de Berlín, por ejemplo. Es en ese momento que pienso que soy un hombre libre y sé que esta libertad me la otorga estar en el patio de mi casa. En una pared de mi cuarto existe una mancha de humedad. Esta mancha la vi crecer y me sentí fascinado, hasta que Paty me dijo que debíamos evitar su crecimiento, me dijo que las manchas en las paredes conforme crecen tragan el barro de los ladrillos y llega el momento en que los dejan sin calcio y los muros se van a pique como si fueran trasatlánticos en medio del mar. Debí llamar al maestro Odulio (quien es un albañil muy responsable) para que revisara la causa de la mancha. Subió a la azotea y después de unos minutos me dijo que esa mancha crecía por la humedad del tanque de agua. Al tanque le faltaba un flotador. El derrame de agua humedecía la pared. Desde el día que Odulio arregló el desperfecto la mancha dejó de crecer. Paty insiste en que debo pintarla, pero yo me resisto por el momento. Paty no sabe que, a veces, me dan ganas de treparme sobre la cama y "chochonear" con un trapo húmedo un pedazo de pared. Siento, no sé porqué, que el dibujo quedó incompleto. Conforme lo vi crecer la mancha tomó una forma. A veces era como un dinosaurio, a veces era un mamut de proporciones gigantescas. Era bonito despertar, prender la luz y hallar ese animal prehistórico a mi lado, como si hubiese emergido de mi sueño.
Para mí no es un ejercicio inútil. Todos los días dedico un tiempo a conocer de manera más cercana las partes de mi casa. Es un poco como pararme frente al espejo y mirar mis canas, los dientes que me faltan, las arrugas que me brotan como hongos. me gusta mi casa, me gusta mi cuerpo, me siento a gusto con ambos. En ellos vivo y doy gracias a Dios por ello.