martes, 14 de abril de 2009

Los puntos perdidos


A veces molesto a mi mamá. Soy como el gato que tira el florero. Mi mamá, que me quiere mucho, tolera mis excesos. El otro día estaba tejiendo y yo, como un pinche gato jodón, le jalé tantito una de las agujas. "No -dijo mi mamá- voy a perder el punto". Mi mamá es una mujer hermosa y delicada. Come como si fuera un pajarito y cuando la abrazo se queja porque no dosifico mi entusiasmo. Sucede que ella es como una tacita de porcelana, como una nube de esas que cuelgan de los cielos donde mora el Espíritu Santo.
A veces la veo suspender su labor para contar los puntos. Como si fuera una mujer china la veo repasar su dedo torcido sobre el entramado de hilaza, como si contara sobre un ábaco menos rígido. Sí, mi mamá tiene los dedos torcidos, una reuma ingrata los convirtió en ramas torcidas. Es lo único que tiene torcido. La bendición de Dios debe ser ésta: tuerce algún dedo a fin de que el espíritu sea una línea vertical llena de luz. Mi mamá es una mujer que me ama mucho. Yo también la amo. Si la molesto, de vez en vez, es porque no puedo eludir mi vocación de gato.
No sé, ¡yo qué voy a saber!, cómo es que una mujer pierde un punto a la hora del tejido. Tal vez cada línea de estambre debe tener un número determinado de "puntos". Tal vez por esto mi mamá se la pasa cuenta y cuenta, teje y teje, cuenta y cuenta. Cuando yo era joven le decía a mi mamá que tenía vocación de araña, porque se la pasaba teje y teje. ¡Qué tonto era yo! Ahora sé que su vocación es ordenar los puntos en que el universo tiende sus líneas más tenues. Ahora sé que si mi mamá pierde un punto algo del universo comienza a inclinarse como si fuera la Torre de Pissa. Como ahora lo sé bien, procuro molestar a mi mamá sin que sea una gran molestia, como si simplemente yo fuera un gato y alargara una pata y la tocara leve, sólo para decirle que estoy con ella, para hacerla sentir amada. Sé que es difícil entender esto, pero soy un convencido de que cada hombre tiene sus muy particulares formas de decir: ¡te amo! Ella, mi mamá, que me quiere mucho, tolera todos mis excesos, todos mis particulares modos de decirle que la amo, que doy gracias a Dios por tenerla a mi lado, por estar con ella. A fin de cuentas, a veces también ella se vuelve gato y se pone a jugar con las bolas de estambre y éstas se le caen y la veo, divertida, mover su manita con sus dedos torcidos jugando un juego en donde los puntos son esas cosas maravillosas con que ella diseña el universo día a día.
Mi mamá es una mujer delicada, es como una tacita de té, de esas que la Nao de China traía hace años. Mi mamá nació en Huixtla, tal vez de por ahí le viene la herencia de ser una bella obra de arte hecha con marfil.