sábado, 4 de abril de 2009
¿QUÉ SE SIENTE?
Hoy cumplo cincuenta y dos años de edad. ¿Qué se siente?
No recuerdo qué sentí cuando cumplí dieciséis o treinta y cuatro, pero, tal vez, la sensación es la misma. Si cuando cumplí diecisiete sentí lo mismo que siento hoy ¡debió haber sido maravilloso!
En principio diré que no duele nada, duele más un piquete de zancudo o un pinchazo en un laboratorio. Es como si el viento conjurara la luz para envolverte en una nube suave.
Cumplir cincuenta y dos es tener la plenitud al alcance de la mano.
Es la etapa en que la duda ya es certeza.
No hay una sola nube de incertidumbre.
Tal vez, debo consignarlo, debe ser porque a esta edad Dios ya no es una mera metáfora ni una demanda de ayuda. Debe ser porque Dios ya es el pan de todos los días, la orquídea del jardín, el vuelo del ave, la sonrisa de la niña que camina en la banqueta de enfrente, el hombre que ofrece helados, la mujer que vende piña en el mercado, la estudiante que lee por encargo, la muchacha bonita que se sabe admirada.
¿Qué se siente? No se siente nada y se siente todo. Porque Dios es el Todo de la Nada.
Pero la pregunta no es ¿qué se siente? sino ¿qué se ha sentido y si lo sentido tiene sentido? El inicio de respuesta es, precisamente, comenzar a andar por los cincuenta y tres, así como hoy lo he iniciado.
Pero, por encima de todo, debo consignar: cumplir cincuenta y dos no duele, al contrario, es como si comieras un dulce, como si vieras el cielo a las dos de la madrugada, como si tu mamá (siendo vos niño) te abrazara Y dijera: "No pasa nada". Y vos abrieras los ojos y vieras que la sombra de la noche ya dio paso a la luz de la mañana.
No duele, es un placer, un gozo. La bendición de la vida, la esperanza anhelada.