miércoles, 1 de abril de 2009
MÁS QUE EL VIENTO
La palabra es más que una palabra, es mucho más que un cordel, más que una jacaranda.
A pesar de que los políticos, por ejemplo, la desgastan, la palabra sigue tan impoluta como un jarro de agua fresca.
A mí siempre me impresiona la capacidad de la palabra. Se estira hasta donde una liga se rompe, resiste más allá de donde una pena llora. ¿En qué luz reside el sol de la palabra?
Me sorprende cómo la palabra toma destellos en la voz de los poetas. Cómo da luz en medio de la penumbra, como adquiere el espíritu del agua a mitad del desierto.
Pero donde más me sorprende y me alimenta es en la hoguera de la seducción. Una simple palabra actúa como si fuera la mano más adiestrada para el tacto. Una palabra, bien dicha, en el momento preciso, puede “calentar” a una muchacha.
Una muchacha se moja y se abre con el sencillo prodigio de un abracadabra. Cuando una muchacha dice “Me calientas”, algo como una flor se abre en medio de la pausa.
La mujer puede estar, incluso, en el otro lado del mundo y si el amado tiene el tacto suficiente del verbo esa mujer puede sentir la caricia de la madrugada.
Sé que esto no es para todos los espíritus, si se me permite decirlo es sólo para espíritus exquisitos. No toda mujer se “calienta” cuando su amado le dice al oído “eso me calienta” y sus manos están amarradas, y sus pies están amarrados y su dedos están amarrados y su miembro amarrado. No todo mundo tiene la sensibilidad para acariciarse a través del tacto de una sencilla flama: la palabra.
El hombre lee un verso y ella dice “Me calienta”. Él, la oye, cierra los ojos, y, como si rezara, en voz baja, dice: “Tú también me calientas cuando dices que estás caliente”. Ella hunde sus manos en medio de sus piernas y siente el calor de esa palabra y sabe que ya está lista, “caliente”.
Y de pronto: ¡plop!
Sí, a final no son más que un pinche par de calientes.
¿Vieron? La capacidad de la palabra es infinita, también tiene el prodigio de bajar la calentura a los calenturientos.
Es la maravilla de la palabra.