sábado, 6 de junio de 2009

JUEGOS DE POLVO



Toda obsesión comienza como un juego. Al principio reunió postales de casas viejas. Ya luego se hizo de una cámara y recorrió la ciudad para tomar fotos de casas antiguas, a punto de derrumbe. No le fue difícil hallarlas. En todos los pueblos hay casas abandonadas. Por esto, cuando consideró agotados los senderos de su ciudad, subió a un camión, o un tren y viajó a pueblos cercanos. Su colección se incrementó de manera considerable.
De tanto tomar fotografías de paredes húmedas y llenas de moho, su piel comenzó a contagiarse. Cada vez se le veía más viejo, su cuerpo tomó un color apergaminado.
¿Hay algún símil entre una casa y un cuerpo? Siempre se dice que los ojos son las ventanas del alma. Descubrió que comenzaba a perder la vista, como si sus ventanas fueran invadidas por telarañas ¡todo se le hizo nebuloso!
Un día llegó a un pueblo y, en medio de su niebla, alcanzó a ver algo como un templo. Enfocó (es un decir) y tomó la foto. Cuando llegó a casa, su sobrino Armando (quien es el hombre que ahora le ayuda a descifrar las fotos y, de vez en vez, lo acompaña a sus recorridos) le dijo que no era un templo. Regresaron al lugar y gente nativa les dijo que eso había sido un silo, un espacio para guardar granos.
Desde hace tiempo no se le ha vuelto a ver. Armando dice que su tío está recluido en su habitación. Sólo de vez en vez abre la ventana que da al jardín de la casa, se sienta en una silla de mimbre y le pide que le ponga sobre una mesita circular las fotos más antiguas. Repasa sus dedos en cada foto y, como si estuvieran fijadas en braille, las "lee" una por una.
Armando dice que el otro día, en el rostro de su tío, halló algo como polvo de ladrillo.