miércoles, 3 de junio de 2009

EL AGUA DEL YAYAGÜITA



"Polo ya vive en Comitán”, me dijo José Antonio, y yo, de inmediato, traduje: “El agua del Yayagüita llueve por acá”. Días después corroboré el dato: Leopoldo Borrás vive en Comitán y, además, es jefe de asesores del Ayuntamiento Municipal. No sé si regresó al lugar donde está sembrado su “mushuc”, porque aunque él asegura que nació en este pueblo, algunos insisten en decir que nació en Chicomuselo. Pero, bueno, uno es el espejo donde a diario se encuentra.
Conocí a Polo, hace muchos, muchos años. Como a la mayoría de gente interesante que he conocido, a Polo también lo conocí trepado en un estante (de madera de cedro, en este caso, un pequeño mueble de no más de tres tramos).
En los años setentas iba, por las tardes, a casa de Miguel (q.e.p.d). Ahí escuchábamos música o íbamos al sitio a darles de comer a un par de conejos. Los conejos acercaban su naricita a la malla, golpeaban las tablas de la jaula y nosotros les dábamos lechuga y, con nuestro dedo índice, les hacíamos cariños en sus trompas. Luego nos sentábamos en un pretil de ladrillo y yo prendía un cigarro mientras la tarde se escondía detrás de la barda. Doña Anita nos llamaba, servía café con pan y, a veces, el papá de Miguel, don Rogerio Román, se sentaba con nosotros y nos platicaba de fútbol o de política (Era un apasionado de la política y en su plática, de una o de otra manera, presagiaba el caos que hoy vivimos).
Una de esas tardes conocí a Polo. Buscábamos un libro para hacer una tarea cuando, como si fuera una cucaracha, un libro breve asomó su cara entre dos tomos gordos de una enciclopedia. Lo saqué del estante y vi que era un libro de cuentos de un tal Leopoldo Borrás, con una dedicatoria para don Roge.
Ya en ese tiempo tenía yo el mal que me persigue hasta ahora: el vicio de la lectura. Abrí tantito el libro de Polo, era una edición del Injuve (si no recuerdo mal), eso significaba algo como Instituto Nacional de la Juventud. Una palabra del libro me brincó para siempre: Yayagüita, estaba prendida como un trapo limpio sobre la rama de un árbol. A mi compa le pedí prestado el libro y esa misma noche, ya en la sala de mi casa, al amparo de una lámpara personal, lo leí con emoción. ¡Esa noche conocí a Polo!
Ahora, ya también lo conocí en persona. En los últimos tiempos, cuando José Antonio tiene algún asunto que atender me jala para que lo acompañe al edificio de la presidencia. Ahí, en una oficina del segundo piso, está el territorio Borrás. En dos ocasiones me ha tocado saludar a Polo. Él, después de darme la mano, me reclama que soy escaso, que no paso a saludarlo, a platicar con él. Me da pena, pero debo aceptar que soy escaso por naturaleza (casi tímido). Quienes me conocen de tiempo atrás saben que siempre he sido así.
La segunda vez que entré a su oficina, Polo andaba muy afanoso en un proyecto: la Escuela Nacional de Oratoria que pronto, muy pronto, abrirá sus puertas en esta ciudad. Sobre el escritorio desplegó una serie de papeles con información suficiente y habló, emocionado, del proyecto.
La presencia de Polo dentro del equipo del Ayuntamiento Municipal augura siembra en ese terreno que algunos llaman Cultura.
Él dice que es de Comitán, yo siempre lo he visto como el hijo mayor del Yayagüita. Que su estancia en este pueblo sea como un brazo de ese río maravilloso que alentó su imaginación hace muchos años. ¡Que así sea!