jueves, 11 de junio de 2009

LOS CIELOS COMO ESPEJOS


"Esto es un juego", me dijo. Yo debía mirar el primer cielo y luego el segundo cielo y decir qué contenía cada uno. El juego de Los Cielos Divididos siempre me gusta jugarlo, así como me gusta jugar el juego de El chunche extraviado, porque siempre el chunche se esconde en los lugares más íntimos de la pareja. Así pues, me senté en una grada del parque y observé. "Qué fácil", dije. En el primer cielo (que era el que delimitaba el primer arco) estaba parada una paloma. En el segundo cielo no había nada.
"¿Ya miraste bien?, me dijo. Sí, yo había mirado bien. Pero, de pronto, la paloma dejó de "mirarnos" y voló. Los dos cielos quedaron, en apariencia, vacíos. Pero luego, no sé porqué, los vi completos.
En la vida todo es como este juego. Cuando fragmentamos el todo no vuelve a completarse hasta que las piezas recuperan su vocación original. A veces, como en esta ocasión la paloma, hay algo que interrumpe su natural.
Claro que estos juegos no se pueden hacer todos los días ni en todas partes. Este juego lo hicimos una mañana limpia, con aroma de framboyán y vuelo de zanate, en el pueblo de Soyatitán. Antes habíamos pasado a desayunar a Schpoiná (un lugar donde hay una cascada de agua que mueve una turbina y que antes proveía de energía eléctrica a Comitán).