martes, 23 de junio de 2009

SÍNDROME CORTÁZAR


Julio Cortázar decía que a veces le daba como "una cosquilla de cuento" y se ponía a escribir. A mí me da como una cosquilla de leer a cada rato. Para no quedar mal con nadie ¡me pongo a leer!
El otro día, José Antonio llegó a la oficina con "Mal de amores", de la Mastretta. "Prestámelo, vos", le dije. Cuatro días después José Antonio me prestó el libro. Como que se dio cuenta que tenía yo la cosquilla de leer a la Ángeles.
En efecto, más tardé en llegar a la casa que en comenzar a leer el libro. Una, dos, tres páginas y, de pronto, el "Síndrome Cien Años de Soledad" comenzó a rondarme.
Ya se sabe que el Síndrome Cien Años de Soledad es el que me ataca cuando el inicio de un libro me parece deslumbrante y a las pocas páginas más adelante se convierte en algo como un "nembutal".
Ayer le regresé el libro a José Antonio.
Antes terminaba un libro aunque no me gustara. Hoy ya no pierdo mi tiempo, si un libro no me atrae lo boto con toda la calma del mundo y busco otro que me resulte más interesante.
Este síndrome tiene mucho que ver con mi competencia de lector. Millones de lectores en el mundo consideran a "Cien Años de Soledad" una obra maestra. ¡Yo no! El principio es deslumbrante, maravilloso, pero luego -según yo- cae en un bache donde la magia del inicio se convierte en un río de aguas tranquilas. Ya se sabe que no hay peor agua que la estancada.
En fin. Debe ser que estoy contagiado con el "Síndrome Cortázar" que es este mal que me aqueja en donde "Rayuela", por ejemplo, es una novela que leo y releo con gran placer.
Que el mundo se quede con sus "Cien Años de Soledad" o con su "Mal de amores", yo me quedo con el "Bienamor" de Julio y su "Rayuela".