viernes, 7 de agosto de 2009

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LOS GLOBOS TIENEN UN LÍMITE



Mariana, ¿qué sería el mundo sin las utopías? Sería ¡nada! Sería nada, porque el universo en sí mismo es una gran utopía. Tal vez esto que vivimos ahora es el sueño de “algo” que será en el futuro. ¿Quién te dice que no vivimos dentro del Big Bang que se ensanchará mañana? Y digo mañana por no decir dentro de mil millones de años luz, que para el universo es lo mismo. Tal vez el universo todavía no es y nosotros no somos más que parte de un sueño a realizarse.
Con tal creencia, don Antelmo sólo vende “utopías” en su cantina. Creo que vos no has entrado a ninguna cantina, pero cuando tengás tiempo y más edad, debés hacerlo. Debés hacerlo porque son microcosmos donde hallás el mundo como símil de un barco o mensaje adentro de una botella.
La cantina de don Antelmo es singular desde el nombre. ¿Sabés cómo se llama? “El Foco Fundido”. La cantina, al fondo del local, tiene una barra inmensa, de madera de cedro, tallada, con figuras tomadas del cine de Fellini. El local es amplio, en lugar de mesas y sillas tiene colchonetas y cojines donde se recuestan los parroquianos. Cuando entra un grupo de muchachos con muchachas eso parece un cuadro de Tiziano. El techo está pintado de color azul y de ese techo Van Gogh cuelgan unos racimos de nubes blancas. En la entrada de la cantina hay un letrero que dice: “Acá no vendemos tequila, ni mezcal, acá sólo servimos Martini, Fellini y utopías de sal”.
¿Por qué de sal?, le pregunté un día a don Ante. Él no dejó de dar brillo a la barra con un trapo rojo de seda y dijo: “Porque en El Paraíso hacemos las estatuas con sal”.
Y es que, en efecto, cuando entrás al Foco Fundido dejás atrás el mundo y más te vale no volver la vista. El horizonte es una pared cubierta de espejos que sirve como estante para todas las botellas, que tal como reza el anuncio de la entrada sólo son botellas antiguas de Martini. El color verduzco de las botellas contrasta con la luz ambarina que cae de las lámparas colgantes de las vigas de madera oscura.
La cantina no tiene rocola, en compensación, don Ante tiene un viejo fonógrafo de esos con una trompeta de enorme flor metálica y ahí coloca discos de tango argentino, de marimba chiapaneca o de acordeón francés. Cuando el viejo está de buenas pone la canción “Dios nunca muere” y sirve una ronda a cuenta de la casa.
“¿Cuál es tu utopía?”, grita don Ante cuando algún parroquiano entra a su cantina. Y ante la respuesta, el viejo abre una botella de Martini, sirve una onza en un vaso coctelero y luego mezcla otras sustancias, que varían dependiendo de la utopía del cliente. Con un exacto juego de mano, el viejo mezcla todos los líquidos y luego, con igual destreza, vacía el contenido en un vaso y luego llama a Panchito, el fiel Panchito, quien rengueando se apura a llevar la bebida hasta la colchoneta número 2 o 4.
Tal vez, querida Mariana, el chiste de este lugar está en el momento en que el parroquiano dice en voz alta su utopía; tal vez la gracia está en invocar los sueños. Nadie se preocupa porque, al final, la utopía no sea más que una simple bebida embriagante que, a veces, provoca una tremenda borrachera.
Cuando alguien va a pedir su bebida llama la atención de medio mundo y medio mundo hace un silencio absoluto. Todos los parroquianos saben que las utopías echan a caminar cuando alguien las pronuncia con certeza y sin ninguna traba.
Los científicos insisten en decirnos que el universo está en expansión, ¿no será que se expande para “explotar” una de estas tardes y nosotros estamos adentro de este huevo cósmico?
P.d. El único inconveniente de El Foco Fundido es la salida. A veces, ya medio bolo, cuesta caminar en medio de tanto parroquiano tirado sobre las colchonetas. Pero este inconveniente a veces se convierte en prodigio: La noche del 23 de agosto de 1998, Juan “tatarateó” al salir y cayó sobre la colchoneta 7 y al incorporarse para pedir disculpas vio a Martha. Fue lo que dicen amor a primera caída. Juan se quedó en esa colchoneta y se hizo novio de ella. A veces, las utopías están más cerca de lo que pensamos.