sábado, 15 de agosto de 2009

LOS QUE INSISTEN EN LEER EN BRAILLE


"Ya se enojó Dios", dice la tía Elena, siempre que se entera de alguna noticia ingrata, como un tifón que arrasa con un territorio o un temblor que mata a cientos de personas. "Dios no existe", replica su hijo Matías.
Me quedo callado. Quisiera decirles a ambos que están equivocados, porque Dios sí existe pero nunca se enoja.
Imagino que ellos imaginan a Dios como un señor adusto, con barba, sentado a la siniestra de Jesús (bueno, así lo imagina la tía Elena, porque Matías lo elimina de su imaginación).
Quisiera decirles que Dios está en todos lados, pero, sobre todo, está en la Imaginación. Ésta, más que el templo, es su casa natural. Por esto, Matías se da el lujo de borrarlo de su imaginación, porque la imaginación es mágica: permite aparecer y desaparecer objetos, mundos y universos.
Quisiera explicarle a Matías que la simple mención de "Dios no existe" acepta su existencia, pero él no me comprenderá porque se le hace más sencillo y puro creer en la omnipotencia del hombre que está junto a él.
Dios no existe porque no hay una sola prueba física que demuestre su existencia; es decir, Matías sólo cree en lo que puede ver, en lo que puede tocar. No se da cuenta que en la vida hay más cosas que "no existen" que las que sí.
Si alguien me provocara, elegiría ser Matías antes que mi tía Elena. Creo que la tía "se" ofende más. ¿Un Dios enojado? ¡Habrase visto mayor incongruencia! (por fortuna no caigo en provocaciones y creo en un Dios a la medida del universo).
Dios es esta energía que ahora mismo me circunda. Si algo define a la energía es su movimiento. Por esto hay el tifón y el tsunami y el temblor. El universo sería nada si no hubiese ese movimiento eterno; es decir, el universo no existiría si no fuera Dios. Pero Matías se empeña en negar la realidad a cada rato. Lo bueno es que el universo (éste y los que no podemos ver o intuir) sigue tan campante y no le hace roncha saber que la tía opina que se enoja (como si fuera chucho o como si fuera un niño travieso) o que no existe. ¡Pucha, qué atrevidos los dos! Por esto los quiero, quiero mucho a mi tía (que a veces se encabrona a imagen y semejanza de su idea de Dios) y quiero a mi primo Matías porque quiere valor negar lo evidente en aras de decir "Sólo soy yo".