sábado, 8 de agosto de 2009

LA VENTANA DA A MACONDO


"El lunes amaneció tibio y sin lluvia". Así comienza un cuento de García Márquez. Mucho de Colombia nos llegó a través de este autor. La literatura del Gabo es una red llena de aromas colombianos. ¿Cómo es posible que esta red, incluso, nos haya traído agua de aquellas tierras? Su red, que más que red parece costal, nos trajo puntualmente las esencias colombianas: amaneceres; piedras como huevos prehistóricos; yuca; navajas filosas de peluquería; morteros y polvos de viejas farmacias; vestidos blanquísimos; sombreros, igualmente blanquísimos; cantinas con ventiladores al techo que remueven el calor, lentamente; camisas abiertas que muestran los pechos de hombres llenos de sudor; y mujeres que levitan como si fueran simples hojas movidas por el viento o por Dios.
En toda esta amalgama nos reconocemos. El Gabo nos ha hecho vecinos. Trasladó su Colombia y la colocó en medio de nuestros pueblos. Nos basta trepar sobre la barda para mirar lo que pasa en la casa vecina. Ese patio colombiano está lleno de sembradíos de café y de plátano. Apenas más allá se alcanzan a ver las montañas enormes con sus ríos que se desbocan alocadamente. A la derecha, en donde está ese promontorio de leña, se mira el hilo de humo que bordan los trenes que recorren ese mágico territorio.
Y ahora, en tres o cuatro días más, dará inicio la Feria del Libro de 2009. México, por segunda ocasión, es el país invitado. Muchos escritores mexicanos acudirán a Bogotá. Al igual que Gabo lo hizo un día, ahora los de este patio llevarán nubes de estos cielos. Porque el mundo, a pesar de la globalización y a pesar de las maravillas tecnológicas de comunicación, sigue siendo una parcela donde cada patio tiene sus propios modos de ser. En esta tierra de volcanes se da el maíz y los papalotes inundan nuestros cielos, y aunque, por desgracia, las mujeres no levitan sí son como los "lunes tibios y sin lluvia".