sábado, 17 de octubre de 2009

CONSTRUYENDO ALGO COMO UN PUENTE


Llegué a casa y mi mamá me dijo: "Jorge te trajo una invitación". Jorge y yo fuimos compañeros en la escuela primaria "Fray Matías de Córdoba". Hace mil años (bueno, un poco menos). La participación estaba sobre la mesa, al lado de este chunche.
Bastó esa tarjeta para recordar otras nubes. Fue un poco como si Jorge y yo volviéramos a vernos niños, corriendo por el patio detrás de una pelota. Salones oscuros, porque la escuela estaba instalada en una vieja casona.
En ese tiempo las escuelas tenían más "horma" de casa que de escuela. Tal vez por esto nos sentíamos tan a gusto. Tal vez por esto los maestros nos querían tanto, tanto que se enojaban como si fueran nuestros papás y nos pegaban cuando no les hacíamos caso.
Hace dos o tres días, con otro compa, recordamos cómo un maestro cuando no sabíamos las capitales de los países del mundo nos golpeaba las manos con una regleta de madera. Ambos concluimos que era una exageración, pero ninguno de los dos guardamos ni una pizca de rencor hacia ese maestro (al contrario, yo lo amo y respeto. ¿Será el síndrome del golpeado? No lo creo. Nunca puse ningún lodo en mi corazón. Y por esto, tal vez, es que ahora transito por el mundo con mucha tranquilidad).
Jorge inaugurará hoy una negociación que se llama "Grabados profesionales y artísticos Domínguez"(al lado de Abarrotes Súper Cordero). No podré ir porque a las diez de la mañana -hora de la inauguración- debo estar en la Universidad Mariano N. Ruiz, impartiendo la cátedra de Comprensión Oral y Escrita.
No acudiré, pero le deseo mucho éxito, hoy y siempre.
Acá no es el país de las oportunidades, como sí lo es Estados Unidos, pero -todavía- los mexicanos creemos en nosotros y emprendemos aventuras laborales.
Jorge debe tener más o menos mi edad (cincuenta y dos años), y a esta edad comienza un sueño. Ya lo dice el dicho: para el amor no hay edad. Y lo que hace Jorge no es más que un recordatorio de amor a la vida, al trabajo, a la esperanza.
Vi la invitación sobre la mesa y fue como si viera el viejo patio de la escuela. Tal vez algún maestro nos dijo que la vida era reto; tal vez, en medio de algún "reglazo" aprendimos que la vida no es simple y que los hombres, a pesar de los golpes, debemos sobreponernos.
Por esto, yo creo que esos golpes no fueron producto del resentimiento o de la maldad. A pesar de que la pedagogía moderna censura el castigo corporal, nosotros -de una o de otra manera- "aprendimos" a base de uno que otro "reglazo".
¿Nos trataban como borricos? No sé. Ahora veo muchos niños que no andan por el camino correcto. No hay manera de "encaminarlos". A veces (no sé) pareciera que es necesario un jalón para poner al hombre en el camino de luz. No sé.
Lo cierto es que los de esa generación "ahí vamos". Con trompicones y jaloneos nos hicieron caminar por un camino menos incierto.
Y ahora yo, primero Dios, entraré al rato a un salón universitario; y Jorge atenderá a sus invitados donde les propondrá hacerles grabados profesionales y artísticos. ¡Nadita!