viernes, 9 de octubre de 2009
EL BURÓ COMO VENTANA DEL UNIVERSO
Nunca imaginé que lo diría: “Tengo, “sobre” la pantalla, dos libros pendientes de lectura”. Empleo la palabra “sobre” porque toda mi vida me acostumbré a decir: “Tengo dos libros sobre el buró”. Así fue para la humanidad desde que Gutenberg inventó esa maravilla llamada libro.
Desde que me convertí en lector empedernido, siempre tuve libros sobre el buró (aún los sigo teniendo, pero ahora ya no sólo ahí tengo libros pendientes). Hoy muchos libros están adentro de la computadora que tengo sobre una mesa de trabajo (que ya no la mesa de noche).
El otro día leí que Google cumplió once años. Pensé que esos once años también me correspondían porque, desde el inicio, he estado pegado a ese buscador. Cuando entro al Internet la página de Google es la que me recibe (sé que los Googlemaníacos somos millones). Ahora que lo escribo me “choca” confesar que la primera imagen que veo al levantarme todos los días son esas seis letras que no sé qué fregados significan. Ya se volvió un poco mi Sol, un poco mi amanecer, un poco mi ablución. ¡Qué pena!
Google ha resultado más efectivo que Sherlock Holmes. A través de él he hallado cientos de libros y muchos afectos desperdigados por todo el mundo.
Tengo dos de esos libros dentro de mis pendientes.
El otro día un afecto me dijo que estaba leyendo “La sombra del viento”, y otro afecto, más tarde, mencionó así como al azar el testimonio de Gabriel García Márquez: “Vivir para contarla”. Al llegar a mi casa prendí la computadora y “le pedí” a “Gugle” que buscara esos libros. Dos segundos después estaban en la pantalla.
Antes, cuando bajaba un libro era porque yo andaba encaramado sobre una escalera y tomaba el libro de la parte más alta del librero. Ahora, “bajo” un libro cuando doy Enter y lo guardo en la “memoria”.
¿Qué pasará el día que tenga un e-book en mis manos? El primer día pensaré que regresa mi vida de antes porque podré dejarlo sobre el buró, pero al día siguiente me apabullará la imposibilidad de pensar que adentro de esa tableta delgada están concentrados miles de libros.
Aún ahora, me abruma la idea de pensar en miles de libros sobre mi buró. Nunca imaginé que esto fuera posible. ¡Toda una biblioteca al lado de mi cama! Sé que soñaré que dialogan los personajes. Miles de personajes, como si fueran cucarachas (incluido el propio Gregorio Samsa), saldrán de esa caja. Ya imagino la alharaca y los bisbiseos que no me dejarán dormir. El Quijote peleando contra José Arcadio Buendía y contra Pedro Páramo, mientras Humbert persigue a Ana Karenina pensando que es Lolita.
¿Hacia dónde camina el futuro? Tal vez algún día nuestra mente pueda crear hologramas que contendrán cientos de bibliotecas. El conocimiento, entonces, estará al alcance de la mano. Ya no será necesario que los alumnos tengan que memorizar. El mundo será más sencillo y más estimulante. Todas las personas se dedicarán a poner en práctica el conocimiento.
Pero, ¿de veras el mundo puede ser más luminoso y esperanzador? ¿Qué haríamos si el conocimiento de la bomba atómica (por decir algo que para ese tiempo será obsoleto) estuviera a nuestro alcance?
Pero, bueno, como ahora no tengo más que el presente. Aprovecharé el día de hoy para leer uno de los libros que tengo en la pantalla de la computadora. Que Dios bendiga a los hombres que “suben” estos textos para que yo los “baje”.