miércoles, 14 de octubre de 2009

SERENATA EN MARIMBA Y CON BANDONEÓN



“La Negra” lo vaticinó. “La Negra” es Mercedes Sosa, quien falleció la semana pasada.
Hace más de diez años salí de Comitán para rodar por el mundo, pero el mundo no me alcanzó más que para llegar a la esquina. Cuando era niño mi mamá no me dejaba salir de casa. Pocas veces llegué a la esquina para comprar una nieve o para mirar el horizonte desde ahí. Siempre tuve que imaginar cómo era Comitán más allá de la Pila, más allá de Yalchivol. Con esta prohibición, mi mamá me enseñó a amar a Comitán, fue como si dijera: “No hay algo fuera de casa”. Y “La Negra”, en los años ochentas, me lo recordó. Sucede que en ese tiempo ocupaba mis tardes en la lectura y en escuchar música. Después de cerrar el negocio de venta de madera, me sentaba en la sala de mi casa y me ponía los audífonos de un “walkman”. Estaban de moda Emmanuel (el de las primeras canciones) y Vicky Carr (ya madurita). Y aunque Mercedes no estaba de moda, porque los grandes son atemporales, yo escuchaba a la Sosa (siempre, al ver su foto, se me hizo un sapo de cuento de fantasía, una mujer de piedra prodigiosa. Sé que no hay “sapas”, pero Mercedes es una sapa hermosa, pues croa notas luminosas).
Escuchaba una canción de Mercedes a cada rato. La canción se llama: “Serenata para la tierra de uno” y tiene letra de la poeta María Elena Walsh. Empieza así: “Porque me duele si me quedo / pero me muero si me voy, / por todo y a pesar de todo, mi amor / yo quiero vivir en vos”. Yo tenía un gran dolor por permanecer en mi pueblo y a pesar de que amaba vivir en él, quería saber cómo la gente vivía en otros territorios, cómo cantaba, cómo amaba, cómo descolgaba las nubes para tejer sus hamacas. Pero a cada rato, mi mamá me decía que fuera de casa hay nada, y Mercedes insistía en decirme que era doloroso quedarme en el pueblo, pero “moriría” si me iba.
Veinte años después “me dio mi mal” y deseché las recomendaciones de mi mamá y de “La Negra”. Tomé la mochila y traté de volar por otros territorios. Las alas no me alcanzaron. Un inmenso lastre no me dejó ni siquiera abrir las alas. No había llegado a la primera nube y ya la nostalgia me empapaba. ¿Quién vuela con las alas mojadas? El peso me impidió “agarrar” altura. A poco de haber salido caí como “sapo” todo mojado, todo destripado. Necesité ocho o diez años para recuperarme. Cuando estuve listo para reemprender el vuelo lo hice con emoción, pero en lugar de emigrar hacia el Norte, volví la mirada y emprendí el vuelo hacia el Sur, hacia mi amada tierra. Durante todo el trayecto sólo canté una canción: “Porque me duele si me quedo / pero me muero si me voy, / por todo y a pesar de todo, mi amor / yo quiero vivir en vos”. Y ahora vivo en Comitán por obra y gracia de Dios. Sigo teniendo un gran dolor por quedarme, pero sus calles empinadas Van Gogh, sus patios Mozart, sus casas con techos de tejas, sus aromas de tenocté y de pan compuesto compensan mis tardes llenas de neblina. Me duele la ignorancia de otros cielos, me producen escozor las espinas conocidas, pero ya no siento la opresión de la ausencia. Ahora cada vez que camino por sus calles me detengo y lleno mis pulmones con su aire, y así lleno mi vida con su vida.
Comitán es como un cuarto lleno de polvo y moho, pero tiene una hendija por donde se cuela la luz. Y esta minúscula grieta genera la luz más intensa del universo, la más amada.
“La Negra” lo vaticinó. Duele mucho vivir sin volar a otras regiones, pero el vuelo con ojos cerrados provoca la muerte. Vale más crecer en el sufrimiento.
Ya sé lo que es vivir fuera de Comitán. No vuelvo a hacerlo. Ahora pienso dos veces cuando debo salir a la tienda de la esquina o cuando por algún encargo debo ir a Tuxtla o a San Cristóbal o a París o a Islamabad. Prefiero estar en casa. Total, ya aprendí que afuera hay nada. Todo está concentrado en esta ventana húmeda, llena de polvo y moho. ¡Acá está la vida!
Y ahora que Mercedes Sosa murió, su tierra se ensanchó. Cuando canta canta al universo: “…mi amor / yo quiero vivir en vos”.