sábado, 3 de octubre de 2009

EL CERRO DE LA SILLA


Ahora las sillas son ergonómicas. En todas las casas del mundo hay sillas. Cuando hay carencia, las piedras sirven para sentarse. Aunque, acá en Comitán, es costumbre decir: "Tomá tu silla y sentate en el suelo".
Cuando fui niño la sala de mi casa tenía un "ajuar" con sillas de rattán entretejido.
El otro día, Paco Caballero (este es su apellido) me dijo que nos sentáramos en el pasto, debajo de un árbol. Le expliqué que soy inútil y no sé "botarme" en el suelo. Si no hay sillas en un lugar me mantengo en pie.
Debo confesar que, hasta la fecha, aún no he hallado la silla que me acomodé. Todas me resultan incómodas. Ahora mismo estoy sentado en una silla de plástico (de esas que las compañías refresqueras y cerveceras dan en comodato a los restaurantes). Poco a poco, conforme escribo, me voy escurriendo y termino con la columna como puente colgante.
Para evitar lo anterior, el otro día cambié la silla de plástico por una de madera con el respaldo recto. Después de media hora me dolían la sentadera y la espalda.
No sé porqué pienso que las "chaparritas" son las mejores. Acá en Comitán existe un mueble que llamamos "butac" o "butaque" (claro, por derivación de butaca). Su forma es como de resbaladilla y el asiento casi pega con el suelo. Por lo regular está forrado con la piel de un animal (que bien puede ser piel de vaca o de venado). Nunca he poseído un mueble de estos, pero cuando voy a casa de un afecto y me siento en uno de ellos me siento bien (al sentarme me cuesta trabajo y al levantarme mucho más, pero el tiempo que estoy sentado me siento a gusto).
En la tienda de abarrotes cercana a mi casa tienen una sillita, tejida con rattán. Es una silla para el juego de los niños (algo así como para jugar comidita). Siempre que entro a la tienda me siento de inmediato ahí, ¡me siento tan bien!
No sé si después de media hora mi cuerpo protestara, porque nunca tardo más de cinco minutos.
Estoy convencido de que aún no hallo una silla a mi medida. Me gustaría tener una silla donde mi cuerpo casi levitara, donde la función de soñar despierto fuera como estar sobre una nube.
A mí que me disculpen los inventores de todos los tiempos, pero creo que han inventado mal muchos objetos.
Eso de tener que treparse a una silla o a una escalera para cambiar un foco se me hace un signo de ineptitud "inventora".
Así ahora extiendo mi reclamo porque la "ergonomía" no ha creado la silla perfecta; o bueno, cuando menos a mis sentaderas no ha llegado.
Las sillas son incómodas. ¡No se diga de los sillones! Estos terminan ensuciándose y aventando resortes por todos lados.
En la casa de un afecto hay un sillón que lo llaman el "Perverso" porque en la superficie plana del asiento tiene un resorte que crea algo como un pequeño volcán y que resulta molesto y ofensivo para las sentaderas vírgenes.
Me gustaría poseer una silla que no me poseyera; un sillón que se integrara a mi cuerpo de tal manera que fuera como la piel de mi piel (se supone que los asientos ergonómicos crean esta sensación).
Es difícil hallar una silla amable porque cuando a los inventores se les "prende el foco" tienen que subir a una escalera para cambiar el foco fundido de su azotea.
¿Cuánta gente se ha fracturado al cambiar un simple foco?