martes, 20 de octubre de 2009

¡QUE VIVA EL NIÑO FUNDADOR!


"Te hacés viejo, Alejandro".
"A diferencia de El Niño Fundador, tu rostro está como estropajo. El Niño cada vez está más niño, cada vez su carita es como salida de Sol. Mientras tanto vos, cada vez sos más colchón viejo, batea apolillada".
Ayer en la tarde, Paty y yo fuimos a misa de seis y media en el Santuario de El Niño Fundador (uno de estos días es su día). Fuimos llenos de esperanza. Antes no era así, pero ahora todo el parque está inundado de puestos de fritangas y de juegos. Por un lado el "chingolingo"; por otro dos pequeñas pistas con carros eléctricos desvencijados (para atraer a incautos suena una de esas alarmas que alertan robo. Impresionante el ruido). "Ya son las seis y media", me dijo Paty. Dejamos de bobear y entramos al Santuario. Dos tipos, uno frente al teclado y otro frente a una batería, estaban en la parte de atrás. Interpretaban "canciones románticas" (así lo dijo el tecladista cuando terminó una canción y empezó la otra, no sin antes echar vivas al Niñito Fundador).
"Te hacés viejo, Alejandro".
El problema de estos tiempos es que hemos confundido la vocación original de los espacios. El santuario de El Niñito Fundador fue el patio de una casa comiteca, era un poco como es el lugar donde veneran a la Virgen de Lourdes. Pero un buen día, un político comiteco quiso dar gracias "por favor concedido" y remodeló la casa. Lo que era un patio hermoso, lleno de luz y de viento, lo convirtió en la nave de un templo. La imagen del Niño apareció en un nicho impoluto, un poco como si ascendiera en la escala social y se convirtiera en un niño "nice" a quien los fieles ya no pueden tocar (antes era costumbre llegar y tocar sus pies o su vestidito). Ahora permanece detrás de un cristal, como si fuese muñequito de aparador.
"Te hacés viejo, Alejandro".
El tecladista y su compañero interpretaban "canciones románticas" adentro del santuario. Eso parecía, más que templo, una cantina. En un instante me dio ganas de aventarme un "¡Ay ay ay!", gritado con tono de borracho enamorado.
La escritora Emma Godoy dijo una vez que la inversión más tonta que había hecho la iglesia católica era permitir que sus templos dejaran de ser un espacio para la oración y la reflexión. Un día (en los años setentas) los curas alentaron los grupos de rock, con la intención de atraer a los jóvenes. A partir de ese día en nuestras mentes y en nuestros corazones injertaron confusión. El espacio que funcionaba como templo también servía para "discoteque". Y entonces los pies de los fieles comenzaron a brincar sobre el suelo, igual que brincaban en el patio de la casa cuando había fiesta o cuando estábamos en la cantina o en la "disco".
Lejos quedaron los tiempos de los Cantos Gregorianos; los tiempos en que la música era como una varita de incienso o un camino seductor para ascender a Dios.
Ya los templos no tienen ese ambiente dorado de las velas en penumbra o del Sol filtrándose por los vitrales. Ahora la luz es enceguecedora, el ruido también lo es.
Sí, me hago viejo. Me dan cierta pena estos tiempos. Todo es una confusión.
"Que viva el Niño Fundador", gritaba el tecladista y los fieles aplaudían y con cierta reserva todavía gritaban a coro: "¡Que viva!". Y el niño, detrás del cristal, con su vestidito nuevo, parecía como esos niños a los que les festejan su cumpleaños en medio de mariachi y de una tremenda borrachera. ¿Así se celebra el cumpleaños de un niño?
"Te hacés viejo, Alejandro. Viejo al que todo le cae mal, el que todo lo critica. Sos un viejo anticuado. No sabés que vivimos en el 2009. Estos tiempos son otros tiempos. No sabés nada de Mercadotecnia. Ay, pobre Alejandro, qué pena me das. Te estás haciendo viejo cascarrabias. Cómo no aprendés al Niño Fundador, cada vez está más "in", más "nice", más en onda con estos tiempos".