jueves, 22 de octubre de 2009

LA P -ALA- BRA


La palabra ha sido la gran viajera del mundo. ¿De dónde llegó a Comitán la palabra Chido? ¿De dónde Chido guan? ¿El guan viene de la inglesa one?
Las palabras se meten, como cucarachas, en las maletas de los viajeros. Me sorprende que las palabras chinas, por ejemplo, no quedaran a vivir por estos lugares. Con tanto chino que llegó a la Costa Chiapaneca, ¡alguna palabra debíamos usar!
A veces escucho la palabra japonesa Arigato y pienso: ¡Pucha, cuántos kilómetros viajó, qué lejos anda de su pueblo!. Lo mismo pienso cuando en alguna calle comiteca veo un carro que tiene placas de Sonora, por ejemplo.
En los hombres hay un deseo innato de viaje. Lo mismo sucede con la palabra. La palabra es bien "pata de chucho" (¿De dónde los comitecos sacamos eso de decirles chuchos a los perros?).
No me equivoco nunca. Bien le miro la cara de gringa a la palabra OK. A veces me da como un poco de risa cuando algún prietito de nosotros dice la palabra OK con gran donaire. Resulta simpático ver cómo esa palabra cacariza, blanca, de ojos azules y con el pelo blondo se asoma en medio de labios gruesos y carnosos, morenos hasta decir ¡basta!
Reconozco el vigor de la palabra. A pesar de viajar miles y miles de kilómetros jamás se agota. ¡Al contrario! Cuando una palabra se siente a gusto en un nuevo territorio como que se insufla y vuela por miles de patios y cielos.
Me encanta mirar la cara de extranjera de las palabras Oki doki. Suena como si fuese una gringa desabrida metida adentro de un kimono.
Me encanta oír la palabra Cotz, la miro con sus huaraches y con su horma de comiteco adoptado.
La palabra ha sido la gran viajera en todo el mundo, a través de todos los tiempos. La mayoría de estas palabras que puebla este texto llegó en barco hace cientos de años (un poco más de quinientos años) y sigue tan campante, tan llena de aire.
Ah, qué maravilla. Qué ganas de ser palabra para entrar a salones donde nadie te entiende, pero donde todos se maravillan con el prodigio de ese viento que jala.
Por esto no extraña cuando en Estados Unidos los gringos, con esa erre medio arrastrada y confusa, dicen: "Mi gustarr torrtilla". ¡Qué chingona la palabra, que vocación de globo aerostático!