domingo, 19 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON INVITACIÓN SIN INVITACIÓN

Querida Mariana: te mando copia de una invitación que circuló en redes sociales. Pero es una invitación sin invitación porque ya sucedió. Un amigo hizo un chiste, no pudo acudir y dijo: “Melo perdí”. Pero, ya en serio, mando copia porque esta invitación es de gran relevancia, por los datos consignados. Mi amigo Mario Nandayapa, experto en vida y milagros del héroe colombiano, viajó a Juncaná para presentar su libro “José María Dionicio Melo. Presencia en México del liberal colombiano”. Mario ha destinado varios años al estudio de la vida de quien llegó a ser presidente de Colombia y murió en Juncaná, en un enfrentamiento con Ortega, quien era un cabroncillo que asoló a la región, Comitán incluido. ¿Cómo el colombiano llegó a México? Ah, pues esa información y otros datos aparecen en el libro de Mario, quien ya lo presentó en otros lugares de Chiapas, incluido el Museo Regional de Chiapas. Digo que la invitación consigna hechos relevantes. El primero lo comentado, el autor del libro dedicado al general Melo viajó a Juncaná, pequeño lugar del municipio de La Trinitaria, para hacer la presentación. Y cuando escribo pequeño lugar digo que no sé cuántos habitantes viven en Juncaná, comunidad que es famosa porque en un momento de la historia ganó un premio por las mazorcas de maíz que ahí cultivan. Además, el otro día, recordé con el escritor Baltasar Ramos, un equipo de fútbol soccer de aquella comunidad que jugaba contra equipos de Comitán y tenían la especial cualidad de jugar descalzos (qué Nike ni qué nada) y soltaban unos patadones de gran potencia. Pero, ahora, como se ve en esta fotografía, esas actividades comienzan a tener un camino más definido, porque esta invitación está signada por dos entidades culturales: La Casa de la Cultura de Juncaná y el Taller Literario Maíz Grande. ¡Ah!, este nombre no puede ser más puntual y más simbólico. El nombre motiva a pensar lo que será, lo que ya es, un lugar donde, así como siembran el maíz en el campo, siembran palabras. Ojalá que como los mayores llegaban sin complejos a jugar fútbol a Comitán, los noveles escritores de Juncaná se presenten en todos los escenarios del mundo y anoten muchos goles para gloria de la región, región donde cayó el liberal colombiano. El terreno de la creación es extenso, como extenso y generoso el espíritu de la gente que ahí habita. Me encantó recibir la invitación. Sin cohetería ni poses solemnes, Juncaná no sólo siembra maíz, alimento para el cuerpo, también siembra alimento espiritual para hacer una sociedad más plena. Antes de la pandemia iba con regular frecuencia a Juncaná, me encantaba caminar por sus calles de tierra, mirar los sembradíos, hurgar en los jardines (en una ocasión, a mi mamá le regalaron una planta con una florecita muy hermosa). Asumo que Mario Nandayapa llegó en auto y no en helicóptero, por lo tanto debió tomar la carretera que conduce a Los Lagos de Montebello y doblar a la derecha donde un letrero anuncia: Juncaná; con el cristal abajo, de la ventanilla, Mario respiró el aire puro, el verde del maizal, el azul del cielo, el aroma de los pinos; se desplazó por una carretera casi derecha hasta llegar al centro de la comunidad, donde está el templo, la casa grande de la finca y el monumento al colombiano, personaje principal de su libro. Posdata: los que saben dicen que en el testamento de doña María Ignacia Gandulfo, la benefactora que dejó sus bienes para la construcción de un hospital (el actual hospital lleva su nombre), aparece el nombre de la finca llamada Santiago Juncaná como una de sus propiedades. ¡Cuánta historia grandiosa reunida en un pequeño lugar! El nombre del taller literario presagia un enormísimo porvenir, una gran cosecha.