miércoles, 1 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA PALABRA BONITA

Querida Mariana: hay palabras bonitas que tienen significados extraños. Como si fueran palabritas perversas, de esas que esperan en la esquina para espantarte o para decirte: ¡esto es un asalto! En realidad, ahora nadie dice eso de ¡esto es un asalto! En los años sesenta los delincuentes advertían la acción, ahora no, basta que alguien te ponga una navaja en la costilla para saber que debés entregar tu celular y tu cartera. Me gusta, por ejemplo, la palabra acoquinado. ¿La has oído? Pienso que es una palabra que no es muy usada, pero en mis años de niñez sí lo fue. La tía Aurelia decía que su hijo era un acoquinado. La primera vez que escuché la palabra me encantó, pensé que mi primo Aurelio era un niño bendito porque ser acoquinado olía bien, tenía sabor grato. Oí la palabra y, no sé por qué, de inmediato me remitió al coco, pensé que alguien acoquinado era una persona que llevaba aroma y sabor de coco. En ese tiempo yo le pedía a Sara que cuando fuera al mercado me comprara cocadas, me encantaba ese dulce que era una bola hecha con tiras de coco y color amarillo. Pensaba (iluso) que el coco tenía color amarillo. Muchos años después fui a la playa y cuando vi que la pulpa de coco era blanca me sentí frustrado, pero igual bebí el agua y sentí la misma emoción de mi niñez. Una vez llegué a casa después de ir a la escuela y me quejé con mi mamá, le dije que un compañero me había quitado mi gasto, ese día no compré en el recreo lo que tanto me gustaba: las galletas que ahora se llaman Craquets y una coquita (no de coco, sino el refresco embotellado). Mi mamá insistió en que le contara con detalles. Le conté. Al final, cuando le dije que me había amenazado con el puño frente a mi cara y yo le di la moneda, me dijo que debía haber ido con el director a quejarme, si no, dijo mi mamá, te va a tener acoquinado. Entonces supe que la famosa palabrita que me había gustado (aún me gusta) significaba algo negativo. Al día siguiente, en lugar de quejarme con el director le pregunté a mi maestro qué significaba la palabra acoquinado, me dijo lo que sabe todo mundo, que es sinónimo de intimidado, que nada tenía que ver con el aroma y sabor del coco. Ahora sé que el origen de la palabrita es francés. Pucha, suena genial: acoquiner, con la erre final un poco arrastrada. Tal vez por eso, desde niño me sonó como palabra bonita. ¡No! Nada tiene que ver con el coco ni con la cocada (la cocada me sigue gustando). Alguien me contó que la palabra francesa se aplica a los niños cabrones o a los niños traviesos. ¿Mirás? En caso del que me acoquinaba en primaria le tocaba la primera acepción: fue un cabrón de primera. Él era el coquín y no yo. Nunca supe por qué mi primo Aurelio era un acoquinado. Tal vez en la escuela se había topado con otro cabrón que le quitaba su gasto. Los expertos en lenguaje saben mucho, pero a veces la lógica lingüística supera el sentido común. El diccionario dice que el verbo acoquinar significa intimidar. Sí, quien acoquina ¡intimida!, jode al prójimo. El mundo está lleno de acoquinadores, jodones, cabrones. Pero, como el bendito verbo es transitivo (quién sabe qué significa eso) el que recibe la intimidación se convierte en un acoquinado; es decir, un intimidado. Pienso que esos verbos transitivos son jodones. Asesinar es también un verbo transitivo, el asesino mata, el fallecido se convierte en asesinado. No hay lógica, o bueno, sí lo hay por esa transitividad, pero eso confunde, es, casi casi, como poner en el mismo casillero a los cabrones con los indefensos, como decir que el agresor corresponde a la misma categoría del agredido, cuando hay un mundo de diferencia. Los cabrones que se dedican a acoquinar está a mil años luz de la bondad de sus acoquinados. Si vos me amás soy amado. ¡Eso es congruencia! Quien bendice y quien recibe la bendición sí habitan el mismo cielo, pero quien asesina está en un abismo con relación al asesinado. El lenguaje se equivoca a veces. Mi primo Aurelio es un buen hombre, si fue acoquinado en su niñez fue porque un cabrón lo molestaba. Los sicólogos explican que los agresores tienen grandes carencias y por eso se dedican a joder a medio mundo, son hijos de cabras insolutas. ¿Qué culpa tenemos los acoquinados de sus complejos? Posdata: cuando me topo con acoquinadores traduzco la palabra, digo que son cabrones jodones; y cuando escucho que alguien es acoquinado lo pienso como una buena persona, como un coquín francés: un travieso lindo. Dicen que el color amarillo de la cocada es uno de los prodigios de su elaboración. No le echan colores sintéticos, el blanco del coco, en la cocción, toma el color del sol. Esperaba con ansia el regreso de Sara, corría a buscar en la bolsa y cuando hallaba el par de cocadas me sentía feliz. Estar acoquinado era estar satisfecho por comer cocadas. Mi casa de infancia me protegía de todos los acoquinadores del mundo.