sábado, 18 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON LADRILLOS Y MEZCLA

Querida Mariana: el Colegio de Arquitectos Chiapanecos, sección Comitán, conmemoró, el 11 de diciembre de 2021, cuarenta años de su fundación con un acto sensacional, realizado en el Centro Cultural Rosario Castellanos. ¡Cuarenta años! ¡Qué historia tan plena! Por ahí asomaron algunos arquitectos fundadores y muchos de los actuales integrantes. La comunidad de arquitectos comitecos es amplia, talentosa. Saco esto a colación porque en el cartel promocional leí que el arquitecto José Álvaro Romero Peláez ofreció la conferencia “100 años de transformación de la casa comiteca”. Pucha, genial. Tema importantísimo. Ah, lamenté estar encuevado en casa por la pandemia, me hubiese gustado asistir y escuchar la voz autorizada del arquitecto Peláez. Fijate que como en muchos casos, siempre que veo al arquitecto en la calle lo identifico con su apellido materno, es el que más se pegó en la mente, más que Romero: Peláez. Los expertos dicen que vivimos en una ciudad colonial. Un día, Rosendo (que le decimos Chundo, no me preguntés por qué, no sé), me dijo que si vas a San Cristóbal de Las Casas existen muchas evidencias de construcciones hechas en el siglo XVI, de inicios de la Colonia, basta caminar frente a la residencia donde habitó Diego de Mazariegos. ¿Dónde está en Comitán la casa que habitó René Portocarrero?, preguntó. Quienes estábamos en la mesa del café dijimos, al mero estilo comiteco ¡caso hay! Vivimos en una ciudad colonial, porque la presencia española le dio forma a este pueblo. Como dice Rosendo hay pocas evidencias del Siglo XVI, pero ¡hay! Basta caminar por el parque central y pararse frente al templo de Santo Domingo. En la fachada del templo hay una placa que consigna los nombres de los primeros evangelizadores, frailes dominicos que iniciaron la conquista espiritual en este pueblo. Ahí está consignado el año de 1556 como el año de inicio de la evangelización. Todo mundo sabe que el día 20 de julio de cada año, el pueblo comiteco celebra el Día de la Identidad Comiteca; es decir, Comitán reconoce el día en que los frailes dominicos (españoles) llegaron a estas tierras como el inicio de su personalidad y carácter. Hemos platicado en ocasiones anteriores que esto evita la discusión histórica que se da en otras regiones del país. Comitán reconoce su riquísimo pasado prehispánico y, también, su herencia española. ¡Hablamos un dialecto del castellano! A mí, perdón, me encantan los sonidos del tojolabal, por ejemplo. El tzotzil me parece más sonoro, más bello, pero, de igual manera, me fascina el sonido del español, de nuestra lengua materna. Los comitecos somos mezcla de la cultura española y de las culturas indígenas de la zona. Nos sentimos orgullosos de las zonas prehispánicas y del legado maya. Comemos los chinculguajes (que vienen de tiempos antiquísimos), pero, de igual manera, disfrutamos los embutidos, enseñanza española. Por ahí asoma una palabra que sintetiza ese tachilgüil cultural fascinante que somos: sincretismo. Vos sabés que soy experto en nada, digo sólo lo que veo. Veo que acá no se vivió una situación dramática como en el centro de lo que ahora es México. Los aztecas fueron arrasados por los conquistadores españoles, con ayuda suprema de los tlaxcaltecas. La conquista fue violenta. ¿Qué sucedió en nuestro entorno? Hablo de acá cerca (parece que en Chiapa la situación fue diferente). Los historiadores saben, pero no he escuchado historias de vasallaje cruel. Acá llegaron los españoles y, en forma no violenta, se apoderaron de estas tierras, levantaron la ciudad y los frailes comenzaron su labor de evangelización, trajeron al nuevo Dios y la nueva lengua y, poco a poco, con dificultad, por supuesto, suplantaron los dioses antiguos y las lenguas originarias. Después de este proceso de aculturación, los comitecos de estos tiempos no tenemos altares al Dios de la Lluvia o al Dios del Fuego y hablamos y escribimos en lengua castellana. Digo la mayoría de los ciudadanos, porque los grupos indígenas (gracias al Dios de la Lengua) siguen hablando sus idiomas maravillosos que era la voz dominante antes de que llegara la lengua de Cervantes, y ellos son tan geniales que a sus lenguas maternas han incorporado la lengua castellana, son bilingües hermosos. Yo, que siempre he sido un bobo, tuve una vez el sueño de dominar otra lengua y puse mis ojos en el inglés, primero, y luego en el francés. Dios de mi vida, ¿qué tengo que ver con esas culturas tan distantes? Ah, pero son pues los idiomas universales, los que aportan caché, los que permiten el diálogo con el mundo. ¿De verdad? ¿Y qué pasa con el mundo de acá, el de la vuelta de la esquina, el que siempre ha estado a nuestro lado, el que nos ha formado? Al final, ni aprendí inglés y menos francés. Por fortuna no extravié mi lengua materna. Amo el castellano, idioma que hablamos los comitecos, que permite comunicarnos, que da luz a nuestro pensamiento. A veces (antes de la pandemia) escuchaba rezar a algún indígena, hincado frente a la imagen de San Caralampio, con dos velas prendidas en sus manos. Su rezo era una serie de sonidos llenos de nostalgia, como si se desprendieran de un muro húmedo. Esos sonidos son los que, también, han llenado los vacíos de nuestros espíritus. Nuestro dialecto comiteco contiene palabras de la lengua tojolabal. Nosotros no decimos que enterramos el ombligo, ¡no!, acá decimos que enterramos el mushuc. Esto basta para darse cuenta de la importancia de la lengua tojolabal en nuestro ser. Ahora debemos decir que los comitecos ya no entierran el mushuc, ahora, el cordón umbilical se protege, porque ahí hay células madre, y esto puede salvar la vida años después. ¡Uf! Prodigios de la ciencia médica. Y tan no lo enterramos, que el director de cultura del ayuntamiento actual, lo desenterró al presentar un festival cultural con presencia de talento local que se llama “Mushuc”, ah, células madre de la cultura comiteca. Lamenté no poder asistir a la conferencia del arquitecto Peláez, me hubiese gustado tanto escuchar esa voz autorizada. Siempre, vos y yo, hemos coincidido que el lugar donde crecemos modela nuestra personalidad, los pueblos y, de manera especial, las casas nos hacen ser lo que somos. No es lo mismo vivir en la Ciudad de México, que vivir en Tzimol; no es lo mismo vivir en un vecindario que en un pent-house; no es lo mismo vivir en un departamento que en una casa con cuatro corredores, patio central, muchos cuartos y sitio en la parte posterior. ¿Cómo ha sido el proceso de transformación de nuestras casas en Comitán? ¿Qué hemos ganado en esta transformación? ¿Qué hemos perdido? El arquitecto Peláez, sin duda, dio luces en este camino. Su conferencia, sin duda, aportó elementos para ver, de igual manera, cómo nuestra personalidad ha ido cambiando. La casa comiteca se ha transformado en el lapso de cien años y con ello el carácter de la ciudad y la personalidad de sus habitantes. Pero las células madre siguen ahí. Quienes tuvieron la oportunidad de acompañar al arquitecto recibieron el mensaje que motivó la reflexión. Comitán es uno de los pueblos mágicos del país. Hemos dicho que tal nombramiento se da por la pluralidad de elementos que le otorgan un distintivo único. La riqueza de sus elementos culturas ha pervivido. El pueblo comiteco ha tenido la capacidad de preservar muchos rasgos de identidad. No ha sido fácil, porque hay un grupo de amigos del Molinari que, en lugar de ver hacia el nicho donde está la lengua tojolabal, mira hacia el nicho del inglés y del francés. Está bien que deseemos hablar inglés, francés, japonés, italiano, chino (que ahora está más vigente que nunca), portugués y todas las demás lenguas dominantes; pero también es importante reconocer a las lenguas indígenas de nuestro entorno. Ya dijimos que nuestro nombre: Comitán, proviene, en origen, de una voz Náhuatl: Comitlán. ¡Mirá de dónde venimos! Me parece genial que un experto, como el arquitecto Peláez haga el análisis de la transformación de la casa comiteca; de igual manera celebro que comparta este conocimiento con la comunidad; felicito a los integrantes del Colegio de Arquitectos Chiapanecos, sección Comitán, por propiciar este tipo de actos culturales de relevancia, y, por la celebración de su cuadragésimo aniversario. Ojalá que el guion de la conferencia del arquitecto Peláez se convierta en un ensayo y éste se vuelva libro para conocimiento de nuestra identidad. A pesar de que no tenemos el patrimonio arquitectónico del siglo XVI que existe en San Cristóbal de Las Casas, en nuestra ciudad hay cientos de casas que fueron construidas posteriormente retomando elementos de la traza que trajeron los conquistadores. Nuestra ciudad es una ciudad colonial, fue levantada sobre cimientos castellanos y sus paredes construidas por indígenas de la zona, bajo el dictado de los conquistadores. Posdata: digo que acá no se dio un enfrenamiento violento (salvo que los expertos me callen la boca), acá, en forma pacífica, cuando vinimos a ver, los frailes eran dueños de grandes fincas y los naturales entregaban el tributo real con docilidad. Ya no digo más. Acá le paro.