viernes, 31 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON DESPEDIDAS

Querida Mariana: llegó el fin de año, dijo Manolo. Lo dijo con contundencia lapidaria, como si fuese maestro y dijera ¡estás reprobado! Llegó el fin de año, dijo, y a mí se me hizo contradictorio. Pensé: ¿cómo es posible que lo que apenas llega se consuma? La palabra llegar parece no casar con la palabra fin que aparece al término de las películas. Pero tal vez Manolo está en lo correcto. Cuando asistimos al cine sabemos que después de hora y media en la pantalla aparecerá la palabra Fin y debemos salir de la sala. Era maravilloso el cine de los años sesenta y setenta en Comitán, porque en el programa de la doble función había dos palabras maravillosas: ¡permanencia voluntaria! Actualmente esa permanencia voluntaria es inexistente. Acá se termina la función y acá debés salir, ahora es ¡salida obligatoria! Parece que los seres humanos hemos definido la vida por medio de ciclos anuales, en cada 31 de diciembre aparece la palabra Fin y comienza la otra película. La vida es más ventajosa que la cinematografía, porque la vida se puede apagar antes de llegar al supuesto final. El famoso comentarista deportivo diría que la película no se termina hasta que se termina, en cambio la vida, ah, la vida, tan incierta, tan frágil, tan sin palabra. Por ahí guardo un recorte periodístico que dio cuenta que un cinéfilo viendo la película italiana “La vida es bella”, tuvo un paro cardiaco y, como pajarito, trincó el pico a la derecha, en la butaca E14. La vida es bella, pero no permite la Permanencia Voluntaria. Sé que hay muchas personas que pasan por la vida sin pena ni gloria, otras apresuran el fin y toman “matazacate” o, en lugar de hacer el nudo de la corbata para ir al baile hacen un nudo y se cuelgan de la viga del cuarto. Llegó el fin, dijo Manolo y vimos el número 31 en el calendario, la última hoja de diciembre de 2021. Aurora, su hermana, corrió al cuarto y trajo un calendario nuevo, de esos bonitos que sólo tienen una hoja por día, hoja que vas eliminando conforme pasa el tiempo y que en el reverso trae chistes o frases célebres o recetas de cocina. Aurora quitó el calendario del veinte veintiuno y colgó el nuevo y, como personaje de película cursi, dijo: “No sabemos qué nos depara cada hoja de este calendario”. Digo que las películas son más formales que la vida, asimismo las hojas del calendario no son tan formales como las de los árboles. Las hojas de los árboles tienen bien definidos sus finales: brotan en primavera, maduran en verano y se secan en otoño, caen y se reincorporan a la tierra. Sus ciclos están bien definidos. No hay sorpresas. La hoja del árbol acepta su destino. Las hojas humanas viven en la indeterminación. Los que saben dicen que es la gracia de la vida: la incertidumbre universal. Cuando llega el fin de año, las personas se reúnen con familiares y amigos para celebrar haber “llegado al fin” y como forma de buen presagio para el siguiente calendario. Los que saben dicen que los seres humanos debemos tomar a la vida como el calendario de 2022 que Aurora colgó: sólo la hoja del día es la que cuenta. No hay más que ese día. Todo lo demás es ilusorio, simple ficción. La película tarda hora y media. En el Cine Comitán teníamos permanencia voluntaria; es decir, cuando terminaba la doble función no necesariamente había que salir, muchos cinéfilos se quedaban y hubo casos de algunos que debieron ser despertados cuando ya estaban a punto de cerrar la sala. Pero, en ese tiempo, lo que no tuvimos oportunidad de hacer y que sí hacen los cinéfilos actuales, era la de regresar la cinta muchas veces para ver algunas escenas anteriores. No tuvimos oportunidad de apretar el botón Rewind. En cuanto nos sentábamos comenzaba el Play y sólo quienes volvían a ver la película repetían la experiencia visual. Posdata: la vida no permite el Rewind, el instante vivido se diluye a cada segundo. Sólo en la memoria, los seres humanos hacen el ejercicio de regresar a instantes vividos. Recordar es vivir dicen muchas personas. ¡Falso! El recuerdo es apenas una hoja seca que levantamos del suelo, la levantamos tratando de ignorar que ya es abono, que ya forma parte del sustrato que regresa al polvo de donde somos. Querida Mariana: deseo que las hojas de tu calendario sean semillas de luz, que lleguen a su fin, para renacer al día siguiente, que las películas de tu vida sean de permanencia voluntaria infinita, por siempre, para siempre. Llegó el fin del año, pero también llegó el inicio del siguiente. El verbo llegar rima muy bien con iniciar.