jueves, 2 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN VIAJERO INESPERADO

Querida Mariana: los objetos no sienten. Por eso, los seres humanos nos encargamos de contar las historias de los chunches. Acá, en primer plano, aparece un coqueto kiosco. Actualmente está en el parquecito de Yalchivol, al lado del templo de la Virgen del Rosario y frente al mítico espacio que se llama La Castalia. Digo que los chunches carecen de sentimientos, pero, en ocasiones, pienso que este kiosco fue desplazado, de estar en el mero centro de la ciudad pasó a estar en un espacio periférico. Digo coqueto, porque tiene unos simpáticos trabajos de herrería. Su forma es similar al kiosco octagonal que ahora está en el parque central. Este kiosco sencillo, pero simpático, fue desplazado precisamente cuando llegó a Comitán el kiosco actual. El kiosco que ahora está en el parque central es monumental, digamos que va mejor con la amplitud del parque ampliado. A veces estos desplazamientos me producen no sólo nostalgia sino algo de tristeza. Este parquecito no es tan visitado como el parque central. La imagen que te presento no es infrecuente, por lo regular este espacio no es visitado por muchas personas. Las bancas de herrería son cómodas, no así las bancas de cemento que le agregaron. A este parquecito le hace falta sombra. En el parque central existe ahora una arboleda generosa que da sombra a quienes se sientan en las bancas. Este kiosquito (¿me permitís que lo nombre así?) estuvo en el parque central cuando los arbolitos fueron recién plantados; es decir, jamás ha presidido un parque lleno de árboles. Es un kiosquito con poca suerte. Es cierto, preside un espacio amplio, pero, la verdad, tuvo una época más afectuosa. En los años ochenta presidía el parque donde cientos y cientos de personas paseaban y platicaban. Acá es poco visitado. Es una pena que este parquecito carezca de más árboles. En realidad, a nadie se le antoja sentarse debajo de un sol abrasador. Tal vez en las tardes el entorno se hace más afectuoso. Este kiosquito escuchó marimba, tal vez en algún instante, en el parque central, un grupo de marimbistas colocó el instrumento en su piso y las notas, como si fuera un horno, salieron cálidas de su interior. ¿Ahora? Ahora disfruta del aire afectuoso del barrio, pero no escucha la algarabía de antaño. Frente al parquecito existe una cancha de básquetbol. Si no fuera por esto, por la alegría de los jugadores, por el sonido del balón sobre el piso, abriéndose paso en el aire, golpeando los tableros, pasando por el aro, este kiosco ya estaría hundido en la tristeza. Sigue de pie, orondo. Me encanta advertir la resiliencia de los chunches. Se adaptan a todos los entornos donde los envía el capricho de los humanos. He visto relojes monumentales en edificios públicos, pero también los he encontrado arrumbados en bodegas húmedas. En nuestras casas sucede lo mismo que en las ciudades. Hay mesas que estuvieron en el centro de la sala y ahora están en los desvanes, olvidados, con telarañas. Ya conté que la estatua del doctor Belisario Domínguez, la monumental que ahora está en la entrada del bulevar, estuvo, también en el mismo espacio donde estuvo este kiosquito (en ese tiempo, el parque central no tenía kiosco, tenía la estatua de nuestro héroe). Un día la estatua cambió de sitio, así como este kiosquito. La estatua de tío Belis la treparon en lo alto del cerro, donde ahora está el Mirador, pero, igual que este kiosco, se sintió solo. Después de estar cerca de miles de personas que paseaban en el parque se quedó casi solitario. Lo bajaron. Lo pusieron en un espacio donde da la bienvenida a cientos de viajeros y despide a otros miles. La estatua de Belisario es vista por muchos. ¿Y este kiosquito? Ahí sigue, con gran dignidad, en un espacio que es poco visitado, que en muchas ocasiones está desolado, como la mañana de la fotografía. Posdata: los chunches no tienen sentimientos, somos los seres humanos los que los señalamos. Sin duda que muchas personas del pueblo recuerdan este kiosquito en el parque central, sin duda que fue punto de reunión de muchas parejas; tal vez una muchacha bonita ahí dijo sí cuando su muchacho le preguntó si quería ser su novia. Los chunches están llenos de historias, forman parte de la historia de los pueblos, de las vidas de todos los días.