lunes, 6 de diciembre de 2021

CARTA A MARIANA, CON LETRAS DE JAJ

Querida Mariana: amamos las letras y música de JAJ. JAJ es el famosísimo José Alfredo Jiménez. Medio mundo sabe las letras de memoria y las canta en todos lados, en la cantina, a la hora de barrer la sala, adentro del auto o en la siembra. Cantamos sus canciones con cielos grises, luminosos, en medio de la lluvia o a la hora de enterrar a un amigo. JAJ supo identificar bien varios de los rasgos de los mexicanos, por eso, sus canciones son “pegadoras”. Tal vez, digo sólo que tal vez, sería bueno hacer una revisión de ese material que nos ha formado para enterrarlo por siempre. Sí, mi niña, lo que digo es imposible. JAJ, genio musical que era aficionado a la bebida, nos dejó su herencia musical y se fue. Ahora, los sobrevivientes seguimos cantando todo su archivo y continuamos pasando la estafeta a las nuevas generaciones. Ahora, los jóvenes, a la hora del encuentro con los amigos cantan esa de: “…la vida no vale nada…” Con ese dictado crecimos y lo hemos repetido tantas veces, frente a una botella de tequila, que creemos que la vida no vale nada. Algunos amigos creen en el poder de la palabra, dicen que todo lo que se pronuncia tiene una gran fuerza mental. ¡Es cierto! Decile todas las mañanas a tu sobrina que la querés mucho y ella crecerá amada; decile todas las mañanas que la odiás y ella crecerá torcidísima y, como el famoso árbol, jamás se recuperará. Cantamos sin darnos cuenta precisa del impacto que las letras causan. Quienes sí lo saben son los creyentes que, por ejemplo, en comunidad cantan el Aleluya. Pero, ¿qué pasa con nosotros, simples profanos? JAJ fue uno de los grandes modeladores de nuestro carácter. Somos lo que comemos, lo que miramos, lo que leemos, ¡lo que cantamos! Cantamos: “Llegó borracho el borracho / pidiendo cinco tequilas…” ¡Pucha! El primer verso no es como para sorprenderse: llegó borracho el borracho. Sí, mi niña, así crecimos, así seguimos creciendo, escuchando frases no muy alentadoras. JAJ conocía muy bien el ambiente de los borrachos, ya dije que él fue uno de ellos. ¿Quién llega a la cantina pidiendo cinco tequilas? ¡Por el amor de Dios! El borracho que nos regaló JAJ. Por eso, sin duda, visita obligada en la Ciudad de México es el “Tenampa”, abrazar a los amigos, mientras se bebe tequila y se pide canciones de JAJ a los mariachis. Lo que acabo de escribir es una estampa mexicana clásica. A muchos visitantes extranjeros los llevan a vivir esa experiencia, un poco como si se dijera: Si no cantaste la de la vida no vale nada, no conociste México. El otro día, en el tuit de Arenilla revista escribimos: “En Comitán, con perdón de José Alfredo Jiménez, la vida sí vale todo”, lo hicimos como una manera de cambiar paradigmas. ¿Qué tanta resonancia tiene este intento de decir que cantamos algunas letras sin reflexionar en lo que hacemos? Es apenas una brizna en medio de un bosque lleno de árboles con espinas. Le pedimos perdón a JAJ, porque reconocemos que millones y millones de personas en el mundo de habla hispana lo consideran un ídolo. Decenas de cantantes famosos interpretan sus canciones. Pedimos perdón a José Alfredo, porque tiene versos hermosos. En la canción “El último trago” invita a una chica a beberse toda una botella (uf), pero le dice: “quiero ver a qué sabe tu olvido”. Sí, un genio musical que derrapaba, porque este verso nada tiene que ver con lo de llegó borracho el borracho. JAJ escribió la famosísima canción de “El rey”. ¿Cuántas personas hemos cantado esta canción en algún momento? Toneladas de millones. “Una piedra en el camino / me enseñó que mi destino / era rodar y rodar”, y toda la audiencia hace el coro: “rodar y rodar”. Sí, JAJ nos puso a rodar, en muchas ocasiones, la piedra que nos dejó a mitad del camino nos dejó enseñanzas equívocas. Tal vez, digo sólo que tal vez, valga la pena hacer una discriminación de las canciones de JAJ, como si escogiéramos los frijoles buenos de los malos. Posdata: La vida vale, y mucho. El cantante cubano Milanés también tiene una canción con el mismo título: La vida no vale nada. Los que saben cosas del lenguaje dicen que una doble negación sólo afirma lo dicho. ¡Quién sabe!