domingo, 17 de mayo de 2009

BENE BENEDITTI


Esto del internet es maravilloso. Abrís una página y estás informado de todo lo que pasa en el mundo. Es como si abrieras una llave (grifo, dicen en España) y el agua cayera sin demora. Tal como cae ahora en el patio de mi casa porque llueve. Es domingo en la tarde y llueve. Igual sucede en las páginas de este chunche. A veces el agua es limpia y a veces, como en esta hora, trae un rescoldo de hojas antiguas, secas, que provocan una cierta neblina en el corazón.
Así que te moriste, Mario. Que te moriste de viejo, dicen, viejo. Morir no es un hecho relevante, todos los humanos están adentro de ese frasco. Lo relevante de la muerte, en este caso, es que vos sos como un hongo y los hongos renacen cada vez que la lluvia cae sobre los bosques, sobre el jardín botánico.
Te moriste, Mario, y vos que fuiste oficinista, que escribiste poemas acerca de esos encierros miserables, has dejado a este mundo como una sala vacía. Mirá, por todos lados hay papeles, escritorios, patas cojas, ventanas sucias y cestos llenos de papeles. Es domingo y los domingos la gente no trabaja en la oficina.
Mañana, ni te preocupés, a la hora que el mundo lea los periódicos hablará de vos en medio de una taza de café, en medio de la algarabía y del comentario de que “Los Indios” le ganaron al Toluca. Y que “Los Pumas” la tendrán difícil, y algunos rescoldos de lo del libro de Ahumada, o de las declaraciones de De la Madrid y sus chocheras y las porquerías de Salinas y el jefe llegará y todos se pondrán a trabajar porque hay tantas cosas pendientes y como hoy es lunes 18 regresan los niños a la escuela y medio mundo hablará otra vez de la influenza y después de dos horas nadie ¡nadie!, se acordará de vos. A partir de hoy tu voz sólo estará en las páginas de los libros y sólo volverás a vivir en el momento en que una muchacha bonita lea uno de tus poemas o uno de tus cuentos o una de tus novelas. No creo que hayás visto alguna vez el nombre de Comitán en alguno de los mapas. O tal vez sí, porque algún día leíste algún poema de Rosario y “te entró” la duda por saber en dónde estaba ese punto perdido de Latinoamérica. Pero desde acá, desde Comitán, te mando un abrazo, Mario. Te abrazo porque sos como un hongo y ahora que ha dejado de llover tengo ganas de salir a la calle, de ir al bosque más cercano a ver si, por casualidad, en medio de tanto tzizim vos sacás una mano y brotás como si fueras un sol enterrado. Esto es lo que sos, a partir de hoy, la luz que sólo volverá cuando la lluvia aparezca.